31/12/08

A pocas horas

A pocas horas de este final tan iniciático, solo un recuerdo para los hermanos y hermanas del Chocó, de Colombia en general -donde la mentira hace invisible el sufrimiento-, de Gaza -donde el sufrimiento arrasa con toda verdad-, de Cuba -donde la resistencia los obliga a ser héroes a veces en contra de su propia voluntad-, de toda África -órgano extirpado al mundo de lo posible para ser condenado a cantera de este primer mundo-, de los pisos atestados de inmigrantes -Nochevieja triste de quienes tuvieron que arrancarse de cuajo y trasplantarse donde anidan el dinero y la incomprensión-, de las maquilas de Asia -donde se fabrica la ropa que hoy vestimos y los regalos que le damos a los niños que tienen regalos-, de las calles del mundo -donde los fracasados arrastran su tristeza con la única revancha posible: la de mostrarla-, de los refugios solitarios -donde no entra todo el mundo por propia voluntad-... Es un brindis al sol, inútil y cobarde, pero necesario si se quiere que el olvido no sea tan persistente como la injusticia.
Salud.

30/12/08

El Malcontento del 30 de dic

EL MALCONTENTO

De buenos propósitos

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Es el momento. O ahora o nunca. No voy a prometer que voy a dejar de fumar, o que me voy a volver religioso, o que no voy a encontrar el placer en lo más mundano.

Tampoco es semana de imposibles. Sí parece cierto que el quiebre del año es una oportunidad única para hacer listados, proyectar sueños, hablar de lo que no vamos a hacer como si fuera oráculo infalible.

Por eso quiero cerrar este sinuoso 2008 con un listado de mis buenos propósitos que, a buen seguro, pueden ser imitados por hordas de lectores y lectoras dispuestos a inmolarse conmigo a punta de felicidad e intentos de coherencia. Esa, esa es la palabrita de 2009: coherencia.

Miren, se trata de un valor límite. Al igual que la honestidad o la bondad, jamás la coherencia es alcanzable al 100%. Cojeamos como humanos y esto no es grave. El propósito, de existir, consiste más bien en mantener la ruta hacia ese valor. Uno puede tener como sur, siempre, ser honesto, y esa actitud le empujará irremediablemente a mejorar sus estadísticas. Igual debería ocurrir con la coherencia.

Una de las preguntas más frecuentes cuando hablamos de lo mal que está Panamá, Latinoamérica o el planeta es… “¿y yo qué puedo hacer?”. Es más fácil escudarse en lo ingente de la tarea, en el tamaño del despropósito, para seguir repitiendo patrones sumamente dañinos para nuestros congéneres y para el suelo que pisamos. Pero… qué tal si comenzamos a ser más coherentes en el día a día.

Si yo, y es el caso, estoy preocupado por la pobreza y la explotación de los excluidos lo mínimo que puedo hacer es no reproducir el patrón. Es decir: si quiero tener empleada o empleado en casa, lo contrataré con todas las de la ley (como mínimo), si consumo todos los días puedo hacer de este acto algo casi reivindicativo premiando o castigando a los empresarios que, con solo seguir las noticias, considero positivos para mi sociedad o negativos. Tampoco le voy a negociar al vendedor de la calle que rebaje 25 centavos en un producto de 75 centavos, y, en un gesto más humano, le preguntaré su nombre y su historia al mendigo que me cruzo todos los días, o a la hormiguita que limpia mi andén como si fuera fantasma anónimo sin dolores ni alegrías.

Si yo, y es el caso, pierdo algunas noches el sueño pensando en el calentamiento global, en el brutal desastre ambiental que asola Panamá casi siempre asociado a la violación de derechos humanos, lo primero que deberé hacer en 2009 es modificar mis pautas de consumo (que es ya casi equivalente a decir comportamiento).

Políticas como comprar en el menor radio de distancia posible (no agarrar el carro y manejar hasta Albrook Mall o Multiplaza para comprar una libra de azúcar cuando la vende el chino de la esquina); consumir productos nacionales preferentemente (fomentamos nuestra economía y evitamos los altos costos económicos, ambientales y laborales de comprar un queso tajado llegado desde Grecia); estar informados de cuáles son las grandes multinacionales criminales ambientales y laborales (comenzando por Coca Cola y continuando, por ejemplo, por la Shell); no generar la cantidad brutal de basura que una familia media produce hoy en día (por ejemplo, al no cargar la compra del supermercado en decenas de cartuchos plásticos, sino en bolsa de tela); eliminar la terrible moda de que todo sea desechable (vasos, servilletas, manteles, cubiertos) y volver a la vieja tradición del tejido; colgarse artesanía local en lugar de collares de oro (que es lo que sale o saldrá de Petaquilla), o primar lo natural sobre lo industrial (un jugo sobre un refresco enlatado, o unos vegetales sobre un pollo congelado y procesado) son pequeños pasos que de ser repetidos en muchos hogares harían la diferencia.

Si fuera el caso, y lo es, de que yo considerara que las relaciones humanas se están enfriando hasta llevarnos a la esquizofrenia, mi propósito de 2009 será mudar el gesto torcido, priorizar la sonrisa, la pregunta amable, la caricia, el cuidado del otro, al fin: el respeto y la comprensión sobre la hipócrita convivencia forzada o la impostura social.

Verán que se avecina un año difícil si pongo toda la lista en práctica, pero les aseguro que voy a tratar que el esfuerzo sea sostenido. En el fondo, y si lo pienso, es más difícil dejar el cigarrillo que cumplir a rajatabla todo lo anterior. Feliz año.

[En homenaje a vos, C. busca a Alfonsina Storni: “Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,/sujeta entre tus manos esta cabeza loca;/dame a beber veneno, el malvado veneno/que moja los labios a pesar de ser bueno./Pero no me preguntes, no me preguntes nada/de por qué lloré tanto en la noche pasada (…)”]

29/12/08

Cuando sólo se puede solo

Plagado de aristas, a veces mis recovecos parecen preñados solo de dolor, o solo de desmemoria, de desagradecimiento. No es así. Mi vida ha sido, es, una vida buena, llena de amor, de segundos para acumular en el haber de la dicha. Acontece, y de ahí la confusión, que los que suelen apretar son los zapatos de uno, no los ajenos. Uno los eligió, los probó y le gustaron, caminó con ellos decenas de pasos, caminos venturosos, otros menos plácidos, y los disfrutó. Y, un día, el talón empieza a ampollarse por una pequeña imperfección que en el todo es nimia y en la parte es universal.
Esa incomodidad es la que a mi me atosiga, la de no sentir que calzo los zapatos con los que quiero habitar este mundo. Es tan difícil... es tan complicado cuando has aprendido a hacer (te) preguntas dejar de hacer-(te)-las, es tan difícil convivir con unas respuestas tan vagas, tan cobardes, tan insatisfactorias, que parece más fácil sobrellevarlas en soledad. Hay un momento en que la felicidad duele. La misma que te ha colmado, la misma que te ha dicho lo hermoso que eres al amanecer, la misma que te ha releído, acompasado, acompañado, besado, amado... Hay momentos en que sólo puedes solo.
En mis aristas solo hay buenos recuerdos. Hace días escribí contra la nostalgia y me reafirmo en mi batalla. pero reivindiqué la memoria y me aferro a su melodía de percusión y manos limpias. Ahora, que acaba este año confuso y demoledor, solo recuerdo la miel y la hierbabuena e, incomprendido quizá o malinterpretado siempre (como no puede ser de otra manera ante mis laberintos personales) descarto los breves instantes en que no-hemos-sido-felices.
No hay ruta, ni modelos que funcionen, solo hay desasosiego para los que, desprovistos de un sentido práctico que guíe nuestros pasos, rompemos los zapatos cuando apenas están comenzando a acomodarse a vereda.

Vidas paralelas

Todo es válido, a pesar de que al primo Ratzinger le moleste el relativismo. Sin embargo, a veces, parece una maldición que vidas tan disonantes compartan el mismo planeta. Gaza o El Corte Inglés, un bus con internet inalámbrico o una cena de empresa donde rebosa el champagne, una solitaria bóveda celeste a la espera de mejores vientos o un cuchitril donde comartir colchon y pulgas. El mismo planeta, la misma mierda habitual. Y, sin embargo, todo plagado de pequeños heroismos, de grandes gestas chiquiticas en las que la dignidad o dos palabras de amor hacen la diferencia.
Salud y buen cambio de año en este pedazo de tierra que a veces paraciera no girar.

25/12/08

Dónde andas, Colón

La Plaza Catedral está vacía hace meses y a nadie le importa. Cuándo pregunto por Colón, todos suponen que está muerto y si lo está importaba tan poco que tampoco su muerte conmovió a nadie. En otras navidades, en otros años, cuando la Plaza dormitaba su hastío del 24 de diciembre con el aburrimiento de las farolas, el único que permanecía sentado ahí, en una banca, o en el murito del palterre era Colón. Solo como solo podía estarlo él. En la memoria sus tiempos de gloria, de pasador de droga, hasta sus glamurosos años de cárcel en el país que esnifa.
Ahora, la Plaza está sola de verdad y a mi me asola un sentimiento de vacío. ¿Cómo se puede desaparecer cuando ya se es un fantasma? A veces pienso que Colón en realidad no estaba solo, que el chino de la tienda o la portera del hostal donde dormía cuando tenía con que pagar el camastro lo echan de menos como yo. Los hommo sacer pululan a nuestro alrededor, fantasmicas con espíritu pero sin existencia. Su pérdida no resta, su esencia si debería sumar. ¿Desaparecerá así Vielka?, ¿se marchitarán así las sombras que esta noche asaltaban los faros de mi estúpido carro?, ¿Dónde andas, Colón?

23/12/08

Menos mal que hay pobres

Hoy en El Chorrilo están de fiesta... ¿están de fiesta? El honorable representante Chello Gálvez está entrgando los regalos de navidad hechos comida a una comunidad que no pasa tanta hambre como exclusión. Es la manera de comprar pobres, darles algo gratis, que sientan que alguien piensa en ellos.
Las colas, bajo este sol tropical a veces tan inconveniente, eran kilométricas y rodeaban lo que antes fue el cuertel general de Noriega,bombardeado y arrasado (junto a cientos de vecinos) por los gringos en 1989. Hoy es un parque peligroso de transitar por la guerra territorial de las pandillas de El Chorrillo. Es simbólico que una vez más el epicentro del barrio esté ahí. A pocos metros hay una casa pintada con publicidad política de Gálvez que, por supuesto, quiere reelegirse: "Vive aquí, no ha robado y no es corrupto". Ese es el lema de quien no puede decir después de años como diputado: "El barrio ha mejorado, ustedes ya no son la escoria de esta ciudad de vidrio y vivo acá porque me gusta".
A unos cuantos kilómetros, en Albrook Mall, también hay cola... de compradores. Miles de ciudadanos y ciudadanas de clase media-baja y baja compran compulsivamente en los baratillos mientras turistas venezolanos cumplen con el principal objetivo de su viaje: consumir como poseidos y regresar a casa con cuatro iPods, 3 Wii y fotos de recuerdo tomadas frente a pingüinos de cartón piedra de 5 metros.
Y yo, acá, mirando por mi ventana el espectáculo y preguntándome en qué momento este mundo con capacidad y dinero para ser un lugar habitable, se convirtió en un infierno de seres mutantes sin voluntad ni conciencia. Una pregunta retótica. No más.

El Malcontento de hoy


Fechas secuestradas

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

He conseguido superar la prueba navideña con una sola botella de ponche y una agenda, cero fiestas en el haber y ni una sola lucecita cerca que maree los pocos sentidos que me quedan. Ya sé, algunos de los lectores dirán: “ahí está el amargado otra vez”. Pero créanme que no es así.

Soy un fanático de la Navidad, un auténtico entusiasta de posadas, villancicos y pavos insípidos. Incluso, mi aspecto de Papá Noel en su juventud preciada me favorece para transmitir buenos sentimientos a niños y otros seres ingenuos.

Me parece lo máximo que durante un par de semanas todo el mundo quiera tener un árbol en su salón que tape un poquito el televisor de plasma en lugar de talarlos, que es lo que se hace el resto del año; me llegan a emocionar las felicitaciones que se reciben deseando paz y amor y firmadas por los mayores canallas del país; puedo entrar en una fase orgásmica cuando descubro que comprar decenas de regalos inútiles es un acto de amor eterno.

El único problema de todo este cuento es que es mentira. Así: mentira. Esta es la celebración de la doble moral, aunque pueda destilar algunos síntomas de encuentro y hermanamiento excluyente que aparentemente ablanda los corazones. Miren ustedes que locura.

En estas fechas a todos les da por echarse al monte a dizque celebrar la Navidad con los pobres (es como si se tratara de campaña electoral masiva cada fin de año) y hasta Lucy Molinar se va cargada de regalos para repartirlos entre los sinzapatos y acostarse mucho más tranquila con su conciencia. Las empresas, en uno de esos arranques de Responsabilidad Social Corporativa, ven la cara sonriente de sus empleados cuando le regalan la bolsa tipo Compita (si que somos sumisos los humanos ¿no?).

La mayoría va a fiestas o tiene cenas de amigotes en las que se harta de comer y beber en nombre del Niño Dios y de la paz y la igualdad. Lo bueno es que al salir le den propina al guardacarros o al harapiento que extiende la mano. La cosa es tan loca que hasta en El Chorrillo aprovechan la luz robada a Unión Fenosa (un buen favor a la patria, lo de robarle luz, digo) para poner sus adornos navideños antes de que una balacera funda la operación bombillo.

La ciudad se engalana por obra y gracia de una nueva compañía de telefonía celular que tiene el color de la Navidad y de la Coca–Cola (casi lo mismo) y solo nos falta que Odebrecht consiga que los renos y el gordito de tierras gélidas lleguen sudando por la cinta costera que está llenando la ciudad de puentes que ocultarán la luz y afearán más a Gotham City. Hasta tenemos la suerte de que Martinelli nos felicite la Navidad a punta de reguetón hermanándose con el gueto y con el campo, dos lugares que ha conocido gracias a esos zapatos marca Palacio de las Garzas.

La Navidad suena bien, como suena bien la prédica de aquel Jesús que debería volver a sacar a los mercaderes del templo. El problema es que el templo se quedaría vacío porque en estos tiempos nuestros la gente solo va donde está el mercado. Esta fecha, una más en el calendario de celebraciones secuestradas por los jefes de marketing, si alguna vez tuvo un significado ya lo perdió.

Hoy, los devotos seguidores de mentiras, se rasgan las vestiduras en nombre de un Dios que, de existir, debe estar avergonzado de habernos creado, de habernos dado la libertad de equivocarnos. Hoy, los que no comulgamos de este circo, tenemos que soportar el aluvión navideño sin tener derecho a la tranquilidad de una vida sin tanta hipocresía.

Mi única esperanza es que un día las mayorías cambien y que la solidaridad y el amor no sean palabras víctimas de este secuestro express practicado en nombre de la buena voluntad; mi estúpida esperanza es que llegue el día en que nos echemos al monte o al barrio para compartir un sancocho en hermandad con amigos campesinos o vecinos que vivan dignamente y que no tengan que aceptar el pinche regalo de Navidad para ayudar a limpiar las conciencias de quienes el resto del año no piensan ni un segundo en la miseria ajena.

[Juan Luis Panero se lamenta con C. de la calma rota, del hastío perturbado: “¿Qué puedo hacer? Si todo este aquelarre, ansioso de venganza o justicia, / irrumpe en el ocio merecido de un domingo, / y nada quiero reprocharles, aunque algo podría”.]

21/12/08

El agradecimiento

Atrapados en la añoranza nos olvidamos del agradecimiento. Añorar es cosa de poseer. Se añora lo que ya no se tiene, lo pasado por no ser presente, lo grato por ser ya solo una mancha de café diluida en la mañana que toca afrontar. Añorar, extrañar, echar de menos, tener saduade... todos sentimientos de la posesión que destilan amargura y rabia por no haber podido perpetuar lo que, como todo, es fugaz. Una caricia, un muñeco roto, una tarde de invierno con paso firme sobre la Gran Vía, la pobreza compartida, la riqueza prometida... añorar estanca y desvirtúa la memoria -que otra cosa es recordar, rememorar, guardar en cajitas acolchadas los buenos recuerdos de esta vida llena de malos augurios-.
Si fuéramos capaces de sacudirnos esa mala relación con el pasado ya pasado, entenderíamos que lo justo es agradecer a la vida esa caricia, ese muñeco que un día gozamos, ese caminar sin miedos, aquel amor, aquel instante. Agradecer el hecho de que podamos recordar y que, al hacerlo, se nos tornen los sentimientos del ayer y el alma se acomode en la memoria de lo hermoso.
El salto cósmico que se requiere para transformar la añoranza en agradecimiento en realidad es solo un pasito bien humano en el que despojarse de lo poseído se convierte en un acto de amor hacia la vida.
Gracias pues.

19/12/08

Estas palabras y esos montoncitos

Los montoncitos de palabras van dejando una sombra que permite seguir el camino. Desde esquinas diversas, desde ángulos de la vida que no se dejan ver, hay otras palabras que llegan a sumarse a este ejercicio de mirar. La red ha permitido que de nuevo las palabras cobren sentido, que sirvan para trenzar puentes tan frágiles como necesarios. Una vez liberadas, las palabras tienen efectos imprevisibles, traducciones sin control en las que los propios sarpullidos matizan el tono de esta epidermis que es lo que nos atrevemos a contar.
Hoy, como nunca, soy palabra y es ésta la que me conecta al mundo exterior que parece, a cambio, el más interior de los mundos. Tras las ventanas, otras ventanas; tras la sonrisa, miles de lágrimas; tras mi rastro, algunos momentos únicos.
Los montoncitos de palabras me atan a la vida. Bueno, y este mar imponente, y este viento de verano que ya mece los pies del caminante, y un par de sonrisas que, lejanas, identifico con precisión. Las palabras me conectan a Mallorca, a Quito, a Potosí, a Paitilla, a Santander, a Las Torres, a los universos donde hay cariño esperando, un trago servido, hasta, en algunos casos, caricias acumuladas y por entregar.
Benditas pues las palabras en el mundo del ruido. Eso sí, las palabras escritas, que a las otras se las lleva la brisa, las deforma el momento, no dejan de ser música de temporada. Escribir si sirve para algo es para desenmarañar los nudos que acumulamos en partes insospechadas de nuestro cuerpo. Leer, ritual tan necesario como esquivo, es la oportunidad de asomarme a vuestras ventanas.

18/12/08

Amaneceres y Flor de caña 7 años

Trampas

¿Estás feliz? Claro, claro… ¿Eres feliz? ¿No es lo mismo? No, no es lo mismo. ¿Cómo sabe uno cuándo es feliz? Es como cuando sientes que la partida está en tablas, ese silencio suspendido en el que no es necesario hacer nada para sentirse bien. ¿Estás seguro? Quizá. Pero debería ser más bien como cuándo ganas. No, eso se llama euforia y es fugaz como las burbujas de una soda recién abierta. ¿Y qué bebida es la felicidad? Se parece más a un jugo de guanábana sin más azúcar que la de la fruta. ¿Por qué? Imagina esa textura suave de la guanábana, ese color blanco de nube enredada en tus alas y el carácter aleatorio del dulce que cada fruta contiene; si la felicidad no es eso, entonces estamos jodidos. Pero a mi me dijeron que era un jugo de naranja en la mañana, junto a mi marido y a mis hijos, mientras ordenamos el día y sonreímos sin saber por qué. Claro, pero ese es un anuncio de televisión y la vida, querida, es un lío mayor que no se puede apagar cuando cansa. Ya no estoy tan segura de estar ni de ser feliz. En todo caso, la solución es tan sencilla como cambiar de fruta, mirar al lado del estante y no repetir el gesto habitual, la rutina de la no elección. Pero elegir duele. La vida duele.


La mina

Mientras la mayoría anda preocupada por regalos y fiestas vacías pero llenas de rostros vagamente conocidos, tú entras a la mina ajena, te fumas un cigarro con el demonio y buscas la veta de la historia olvidada. Esta noche me siento orgulloso de ti. No por lo que pueda resultar de tu bajada a los infiernos, sino por la tenacidad de vivir y sentir y emocionarte y llorar como siempre has llorado y estar con la gente, con la gente de verdad y no con esta caterva de impostores de centro comercial y tarjeta de felicitación. Al entrar a la mina, hermano, penetras profundamente en mi corazón sin metales preciosos y lo conviertes en órgano gozoso de conocerte, de haberte abrazado mil veces en tu interminable cuerpo de caminante. Qué más da que este mundo se esté estrellando permanentemente si hay almas como la tuya dispuestas a encararlo. Nada sería igual sin tu existencia.



El valle de la niebla

Y recuerdo hoy la niebla. Ese valle en el límite de la ciudad, esa cuesta imposible donde el oxígeno no existe, esa cerveza infinita que no debimos dejar de beber, esa sonrisa tuya, ese miedo mío. Y hoy estás allá, con tu rebeca de lana y tu alma engripada de dudas y certezas en la misma proporción. Y yo estoy acá, dispuesto a dejarme llevar por el mar negro de este trópico sin luminarias, sin ropa que me proteja ni sueños a los que asirme. Ese valle, si es que es un valle, debe llevar nuestro nombre y el olvido que ya somos. Este istmo, sin embargo, ha perdido nombre y definiciones, sus contornos cada vez son más vagos y me permiten surfear sobre las obras del desarrollo, sobre las mentiras de las pocas luces que recuerdan la mentira coyuntural. Y recuerdo hoy lo que aun no ha ocurrido, lo que nunca ocurrirá. Así las cosas, es mejor dejar que la niebla nos cubra y permita que en el silencio blanco todo sea posibilidad, futuro.

De insominio y razones

Lo razonable

Lo razonable en estos tiempos es vivir. Y vivir es tan poco razonable que las amenazas a ese ejercicio sin sentido son bíblicas. ¿Será que vivir consiste en alojarse en tu piel para que el invierno pase sin gélidos minutos que paralizan el alma? ¿O podrá consistir en un encierro voluntario en tu sexo para que, pasito, me susurres palabras guardadas durante 15 años para nunca ser pronunciadas? Es probable que solo de estas formas logremos que la vida parezca un útero de clima controlado, un espacio lleno de riesgos buscados y de laceraciones de miel y hierbabuena. No hay pruebas científicas de que lo razonable sea enterrase en la rutina, ni prender el televisor para desconectarse de la realidad roñosa, ni tan siquiera acumular metales preciosos para guardarlos en la caja fuerte de los miedos. Sin embargo, hay hechos que avalarían la teoría de que vivir, en todo caso, es jugársela, es buscar segundos de emoción salpicados de siglos de espumas. Lo razonable, te digo, es vivir sin plan de desarrollo y sin metas que evaluar.

Azul

Esta ventana es extraña. Dividida en dos partes, la inferior es como la de una celda de preso enmarañado. Permite ver cinturas y escuchar voces sin rostro. Borrachos que chocan contra sus rejas y turistas despistados ignorantes de lo que se cocina en el interior de sus rutas. La parte superior permite que el azul de este cielo único se agarre en mis pestañas. Una lata que suena recuerda las pisadas ajenas, unas hojas de palma laterales llaman a los pájaros que no vuelan. Una flauta amarra a esta ventana al piso y evita que se mueva en busca de visiones delirantes, divagantes. Esta ventana parece extraña, pero es la mía y uno le debe fidelidad a su propia mirada.

16/12/08

Insomnio y miserias

Dignidad

No sé si este sol es tan terco como estos rostros. Hay arrugas profundas como surcos en la tierra. Hay también voces rudas, amasadas a punta de Seco herrerano y cantadera. Los versos desentonan pero apuntan certero. “Que se vayan los mineros”. Grita otro líder: “se equivocaron de región, se equivocaron de gente”. Y los campesinos se rascan el bolsillo para pagar el alquiler del sonido rasposo en un acto de protesta en el que no hay nadie para escuchar que no sean ellos mismos y la dignidad que los preside. En estas tierras de tierra fértil nadie quiere el aruñón de la retroescavadora ni el brillo del oro. El sol rebota en la cara de Pedro Vidal y en el de Kuni y en el de Luis y en el de Arturo… y es la luz de la resistencia demostrada y comprobada durante los últimos 11 años. No habrá mina o habrá muertos. Y eso sería redundante.



Quincena

Una fila interminable de hombres recién peinados sobre ropas de segunda da la vuelta al edificio falso del banco. De ahí saldrán dólares goteados con los que ahogar en trago la quincena o con los que comprar lo que no se puede para la navidad. Dentro, son empleados repeinados y perfumados sobre el uniforme de lo que no son los que irán soltando el tesoro a los que no se pueden arruinar en la crisis financiera, a los que viven balanceándose en la pirámide de la miseria. Pero hay empleo, tranquilos, este sistema nunca deja que se mueran de hambre para no sufrir de déficit de mano de obra. Todo recomenzará mañana. La vida resumida en una escuálida quincena a la que cuesta sumar un día más. O una esperanza.


Lo que se sabe

Saber que la revancha era inevitable no hace menos doloroso presenciar el fusilamiento de los que un día se levantaron para nunca más doblegarse. El resto, sentados en el sofá de la noticia diaria, nos conformamos con mover la cabeza en un vaivén fingido para airear el dolor ajeno. Se sabe que los casos de extrema dignidad son malos ejemplos en la escuela-de-la-democracia. O se controlan rápido –y con bala- o puede cundir el pánico en esta sociedad tan poco dada a excesos que-no-sea-de-consumo.

7/12/08

El camino a la SABIDURÍA

"El pasado que me espera" trataba de buscar a Jaime en Google. He aquí la prueba de que no todas las sabidurías están en red. Reproduzco acá como fue el encuentro con Jaime.



La televisión de Jaime Jumí es inmensa. La pantalla mide unos tres metros por un metro y medio. A través de ella, Jaime puede ver el mundo que en parte ha perdido y mostrarle a sus hijos de dónde proceden. En la familia Jumí, de algún modo, están obsesionados con esta inmensa pantalla de plasma verdoso que sólo sintoniza un canal. La mantienen prendida 24 horas al día y suelen comer frente a ella. Los hombres forman un semicírculo respetuoso en sillas de plástico de diferentes colores. Los pies descalzos, pantalones cortos de tantos colores como las sillas, torsos desnudos, imberbes, piel tierra, ojos tierra. Las mujeres se mantienen a una prudente distancia, sentadas sobre las tablas de madera que forman el piso levitante del tambo familiar. La madre es el centro geodésico de este grupo presente por encima de las jerarquías. Junto a ellas, los más pequeños apuran con el tenedor que forman los dedos la pequeña ración de huevo con plátano frito.

Todos miran a la pantalla como si la programación fuera siempre interesante. Gracias a ella pueden seguir distinguiendo los centenares de tonalidades verdes de la selva, imaginan a los jai jugueteando o provocando enfermedades aquí y allá, recuerdan la infancia feliz junto al río Tolo y afinan el oído para que los sonidos de las aves marquen el ritmo del tiempo interrumpido hace siglos.

La televisión de los Jumí es un roto en la pared curvada de su tambo y cuando llega el extraño todos saludan sin quitar la vista, sucesivamente, del plato donde se dispersa el huevo revuelto y de la inmensa ventana que contrasta con la ausencia de similares en el resto de la casa y con la puerta autista que existe sólo para pasar a través de ella.

Un indígena emberá en la ciudad es como un caimán en el desierto: nada que hacer. La naturaleza es su alimento, su origen y lo que da sentido a sus vidas. La naturaleza empieza a doscientos metros de la casa de Jumí, donde el sonido de la ciudad se apaga en el colchón de labia.

Para llegar acá, el desvencijado taxi ha recorrido cinco barrios de Quibdo, pasando del centro repleto de edificaciones de un cemento humedecido hasta perder su esencia, a unas aglomeraciones de casas de madera que repletan los cerros suaves que rodean la ciudad. El taxista ha pasado por encima de 1.500 baches con tal naturalidad y mutismo que se hace evidente la costumbre. Cuando el coche se acerca a la casa de los Jumí, la neumonía terminal del motor es silenciada por los picós, los elefantiásicos equipos de sonido que se agolpan sin norma ni sentido en los barrios más empobrecidos habitados por los afrocolombianos olvidados en esta esquina del universo.

Bostezo sin parar porque, de hecho, la noche estuvo marcada por un picó. Los vecinos del lugar donde trataba de dormir, a pesar del calor y gracias a los tragos de ron comprometidos y compartidos con dos buenos amigos, habían empezado su silenciosa fiesta a las siete de la tarde del sábado y hoy, domingo, a las siete de la mañana seguían igual: sentados uno al lado de otro, sin hablar, con unos altavoces más grandes que ellos a menos de 20 centímetros de los anestesiados cuerpos, transpirando aguardiente y gastando así las pocas horas de amnesia que pueden permitirse cada semana. La música rascante de los picós siempre me ha inquietado. Nunca he sabido si los chocoanos la escuchan para alegrarse o para entristecerse. Quizá es a mí a quien le produce una inmensa tristeza no digerida. Es mi problema, no el de ellos.

El sonido de dientes afilados del picó me hace aterrizar de sopentón en el sentido de mi viaje de dudas y me doy cuenta de que hemos llegado al destino. Los parlantes están pegados a la casa de Jaime Jumí, el aprendiz de Jaibaná que ha accedido a hablar con este blanco porque, por una vez, el tema de conversación no son las costumbres indígenas. No se trata de hacer una radiografía antropológica-etnográfica sobre su etnia, ni sobre su familia, ni sobre sus mitos, ni sobre sus cantos, ni sobre sus jai. El blanco es el blanco por fin. El juego consiste en cambiar los papeles, en que, al menos por esta vez, Jaime sea el antropólogo y el intruso un representante de la etnia a escrutar: la occidental.

Los jaibanás son chamanes, pero no corresponden al imaginario occidental de lo que es un chamán. No son designados por ninguna entidad supranatural, no son los jefes de la comunidad, no son médicos, no son yerbateros. Puede ser todo esto o una sola cosa a la vez, o ninguna de ellas. Extrañamente, el jaibaná lo es porque lo quiere ser. Es posible que el jaibaná sepa que lo es por revelación, pero son los casos más escasos. Normalmente, como en el caso de Jaime, se trata de una decisión personal. Este paso llega después de un proceso difícil y doloroso en el que las amenazas de los jai (que una traducción simplificada los llamaría espíritus) obligan a la víctima a convertirse en jaibaná para tener una familia de jai bajo su control, con los que se comunica y que pueden defenderlo de los jai que lo retan.

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Jaime ha llegado a este punto por una convicción que va más allá de lo espiritual. Intentó ayudar a su amenazado y disperso pueblo desde los movimientos sociales, después desde la política y, tras comprobar las amenazas de una y otra vía (nada espirituales por cierto), consideró que la mejor manera era aprender este rol social en vías de extinción debido a las décadas de ´blanqueo´ que sufrieron los indígenas en los internados católicos en los que estudiaban.
Los primeros minutos en el tambo de los Jumí son difíciles. Noto, clavada en mi espalda, la mirada de la esposa del aprendiz de jaibaná, Herlina Cabrera. La de su hija de 10 años y hasta las del niño de 3 años y el nieto gateador. En el teatro de sillas plásticas, donde me han abierto un espacio, el desayuno aún marca el ritmo de una mañana todavía fresca en esta sofocante ciudad que siempre merma mi voluntad a punta de grados y de humedad conforme avanza el día. Cuando no hay más que rascar en el plato, el hijo mayor de Jaime y otro indígena, desaparecen de escena. Quedamos los dos. Si Jaime desconfía de mí, la sensación que yo tengo no es diferente. Para romper el hielo le entrego el regalo que traigo para la familia: una caja de dulces artesanos del departamento de Santander.

- ¿Y los espejitos?
- ¿Qué espejitos?
- Hombre, con los que nos han engañado siempre- me escupe Jaime con una sonrisa medio esbozada.
- ¿Y el oro?, le respondo sin dar tiempo a la guasa.
- ¿Qué oro?
- ¡Ah no¡ Si no queda oro me largo…

El sarcasmo mutuo hace que el ambiente se relaje y que podamos mirar juntos el televisor de Jumí. Mi eterna sorpresa por la grandeza de la selva chocoana no sorprende a Jaime, lo que lo inquieta es nuestra incapacidad para escucharla.

6/12/08

SABIDURÍAS VI

Otra perla de Jaime Jumí. Este embera contundente y clarito que juzga la escuela occidental con precisa dureza.


*Los embera, Jaime especialmente, desconfían de lo que ahora aprenden sus hijos en las escuelas estatales, occidentales. Mi interlocutor siente como un fracaso personal haber enviado a su hijo mayor al colegio. Las palabras de su padre, de su jaibaná particular, rebotan ahora en el hijo de 28 años y los choques culturales son una herida en el orgullo étnico de Jaime. “El estudio [occidental] es para nosotros una enfermedad. Es malo porque lo que uno aprende ahí es sobre buenos y malos, sobre cómo robar… y eso no es de indios. Yo tengo que explicarle a mis hijos cómo somos nosotros, cómo vivimos los indígenas, para que no vivan como los negros o como los blancos. Ellos se interesan por lo que les digo, pero los hijos mayores… a ellos les dio muy duro el colegio. Para los blancos son muy importantes los cartones (títulos), pero no tienen mucho valor, son sólo como requisitos”.

Los títulos se muestran a los ojos del indígena como papel mojado que no avala destrezas. Para un autodidacta, que bebe de la observación y de la asimilación de los saberes de los que le llevan un trecho de ventana, la formalidad es una camisa de fuerza que castra mentes. Y algo de esto hay en nuestra sociedad, aunque parezca un tópico. La escuela indígena es la de la pregunta, la escuela occidental la de las respuestas. Me explico. En el proceso de formación de nosotros, los occidentales, las respuestas están escritas antes de que el alumno haga la pregunta. Como dice mi viejo maestro Vicente Romano: “Es probable que los autores de los libros de historia que se leen en las escuelas no supieran lo que escribían. Se han limitado a copiar fielmente lo que durante muchos años aprendieron como alumnos. Y al copiar no se les ocurrió hacer ninguna pregunta. En la escuela no aprendieron a hacer ninguna pregunta. (…) El conocimiento es siempre activo y exige esfuerzo” .

Nosotros no conocemos a los autores de las respuestas. Jamás los vemos, jamás podemos cuestionar lo que imparten ni lo que representan. En la educación indígena, sin embargo, el proceso parte de la pregunta del alumno, que más que un escuchante, es un aprendiz que recoge conocimiento de diversos maestros cotidianos y los tamiza en el embudo del crecimiento personal. Los maestros responden a las preguntas rebuscando en el canasto del conocimiento de la comunidad y adaptan el recorrido de los mitos a las curvas de las inquietudes del aprendiz. Son modelos antagónicos.

“Yo los mando a la escuela para que se defiendan, pero también los llevo a la comunidad. Mire usted, si yo le digo lo que pienso… pues se lo digo: para nosotros el estudio enferma, la oficina mata y la plata entierra. La plata es la muerte, se lo aseguro. La mayoría de muertes que ha habido, la mayoría de guerras que hay en el mundo son por plata. Si no hay plata, no hay guerra, no hay muerte. A ustedes, los blancos, les gusta tener más y más. No se conforman con lo que tienen. Cuando el oro estaba aquí, se llevaron todo y aún siguen buscando. Ya, como no lo ven con la vista, se inventaron aparatos para buscarlo. Los blancos no tienen conciencia de compartir con la gente, de vivir con los demás”.

4/12/08

Insomnio con helada tropical

El frío

Cuál es el frío que entumece tu piel de fumar. Cuál es el calor que necesitas en esta noche que para otros sería refrescante, apenas una rumba, dos tragos caros con música en directo. Te conformas con un cigarro para calentar esta pinche vida cuesta arriba en la que peleas con los carros de los que tenemos carro y con la malparidez de los hombres que siempre cuidaron carros. Ajustas tu gorra y me cuentas del borracho que te insulta y de tu madre que se muere. La vida se acaba hoy mama y da igual que yo saque el sobrante dólar del bolsillo o que te dé conversa o tiempo. Yo miento y tu también porque este teatro no se inventó para que nos amemos. Ni tan siquiera para que nos respetemos. Morirás antes que yo si el destino no se encarga de ponerme en mi sitio. Y a nadie importará mucho. Ni siquiera a tu madre si te sobrevive porque su próximo delirio tendrá forma de pañales gigantes a 32.50 y deberá concentrarse en buscar alguien más que la lave y que despiste sus yagas. Qué frío da esta puta injusticia. Qué miserable soy, somos, al calor de nuestras miserias.


Cónclave

Reunidos alrededor de una estúpida y coherente charla, hemos decidido seguir caminando sin decisión a la espera de que alguien decida por nosotros reventar este estúpido y coherente sistema.


Quizá
Hay una llamada y la voz transmite el afecto que de manera tan esquiva repartimos en las auroras. Quizá, solo quizá, estemos a la espera de un despertar plagado de alientos y de besos, de esquirlas de todo lo soñado esparcidas en las sábanas prestadas, de ese apretar de cuerpos que aleja el abismo y burla a la muerte. O, tal vez, solo tal vez, lo que estemos esperando sea una simple llamada que nos recuerde que en alguna esquina del olvido hay una voz que nos ama. Suficiente. Quizá.

3/12/08

Insomnio y coordenadas

O nada

Ya no quedan mapas que desplegar. Donde los marcadores hicieron su trabajo solo hay cuartos vacíos, televisores prendidos, gestos rudos que terminan en eyaculaciones tardías. Viajo sin moverme en el radio de tu recuerdo, imposible por desconocido. Pienso, cuando logro hacerlo sin más trascendencia que esa, que la vida, si es algo es mapa. O nada. Mapas de nada que dibujo, que dibujamos, con cada extraña decisión, con cada movimiento. La geografía es así. Unos nacen mojón, señal inamovible de lo que ubica. Otros, seguros de su destino, son punto cardinal. Algunos son apenas veleta movida por los vientos sin más objetivo que constatar su dirección. Y, finalmente, existimos los que somos trazo, movimiento fluctuante que se borra con el tiempo para volverse a dibujar.
Las líneas las uno como los hitos. No es sino la posibilidad de creer en un final.

Chocó

En la Asociación de Microdesempleados del Chocó venden licor a deshoras para que los que nos empleamos en no doblar la espalda tengamos razones para seguir respirado.

Al cuidado

Dos hombres se mueven sobre sus chancletas. Agitan trapos sucios desde sus manos mugrientas. Con silbiditos irritantes ayudan a los torpes propietarios a ubicar sus pertenencias en el tapiz de asfalto. Las próximas horas ejercerán de guardianes de lo ajeno. Pobres defendiendo a los propietarios de los pobres. Mientras, los propietarios estarán gastando en engullir y comentando las asperezas de la vida. Dos monedas. Un portazo. Aire acondicionado para tomar distancia.

1/12/08

Texticos del insomnio y las olas

Pellizcos

Miramos al cielo y pensamos que no es más que el techo de zinc que nos cobija. Ora con agujeros imprevistos que provocan goteras divinas, ora con calor irradiado desde ese sol tan lejano. Pero el cielo tiene otro cielo encima y allí las manos del capricho, a punta de pellizcos azarosos, construyen una ciudad blanca e imposible, pero tan real como los ojos que se desentumecen mirando ese milagro tan poco divino.
Acá, te cuento, se acumulan edificios sacados del ensueño, pequeños lagos que permiten ver, a través de sus aguas transparentes, esos campos dibujados en el verdor de la sabana, esos barcos luminosos que esperan su turno para naufragar. Las azoteas son informes, como tubérculos nacidos desde las alturas. No hay librerías ni prostíbulos, ni hombres vomitando ni carros bailarines. Está todo, con otro color único. Un estruendo silencioso acompaña a los peregrinos de la ciudad intermedia que no llega a tender escaleras al mundo de arriba emberá. No hay dioses ni vendedores de raspaos y, sin embargo, te veo rondar las esquinas redondas de esta ciudad mutante. Me miras levantando las tapas de las alcantarillas de sal, me buscas sin saber que el tren al que subí abandonó a su hembra y a los rieles. Te esperaré al llegar y allí, en el subsuelo de los pellizcos, tendrás para mi un abrazo y algo de miel de abejas, una queja y un diccionario, dos mapas y una trenza. Con todo esto, podremos sobrevivir en caso de que se desplome este cielo y tengamos que enfrentarnos, al fin, a las inclemencias de la vida.

Paredes

Fueron pocos pero contundentes. Los necesitaba para expulsar la mala hora, el mal día en el que trepé por las paredes del desencanto de nuevo. Me miré al espejo que no tengo para abofetear mi estampa. Dos tragos y las paredes se hicieron curvas, más amables. Uno más y las paredes comenzaron a encogerse. Un cuarto y no había paredes en las que apoyar la malparidez. El quinto y fue una cama la que recogió mis restos. Temprano, como toda muerte. Más temprano de lo que debería ser toda muerte. Hoy, sin ganas de renacer, muevo mis pies en dirección al mar. Donde ni paredes ni ventanas enmarcan el territorio de lo posible.

Guardados

La muerte, la repentina más, es una traidora. Pone al descubierto secretos que el vivo quería que fueran eso, nada más. Pequeños, insignificantes a veces, inmensos otras, reveladores siempre. El Mono guardaba las galletas prohibidas en la mesilla de noche. Y la botellita de guaro. Colás, entre los libros de ensayos aburridos, barajaba las cartas de amor prohibido a una desconocida. Los dibujos incipientes de Rodrigo o las deudas estelares de Daniel. A los hombres nos agarra la muerte los secretos más fácil. Nuestra torpeza en vida suele delatarnos en segundos una vez muertos. ¿O será que buena parte de nuestros secretos los ubicamos en la zona confusa para que sean descubiertos? Como el asesino múltiple que en las noches sueña con ser atrapado para descansar de tan laboriosa tarea, los guardados pesan al ser humano tanto como las letras que no ha sido capaz de escribir.
A veces pienso qué sorprendería de mi íntima y vacía vida a los conocidos cuando los secretos aflorasen. Solo oculto 14 mil palabras que sin esfuerzo se acurrucarían en mi muerte. Nada más.

29/11/08

SABIDURÍAS V

Palabras del mamo Ramón, desde la sagrada Sierra Nevada de Santa Marta. Para las personas que no lo tengan claro, para los indígenas ellos son el hermano mayor y los no indígenas somos los hermanos menores.


*Las esperanzas de Ramón en nosotros, los hermanos menores, son reducidas. Considera que no queremos comprender, aunque sí podamos. Su diagnóstico del momento es duro y los daños causados, quizá ya irreversibles: “Estamos acabando el mundo. No solamente por la tala, no solamente por profanación [de los territorios sagrados], sino por el desorden del cuerpo. Tenemos error de la vista, de la boca, tenemos error de la mano, tenemos el error de masculino, femenino, tenemos error de alma, de corazón. Ese error hay que reconocerlo, ordenar el cuerpo, pero ya en esta parte los indígenas también nos estamos desordenando. Ese desorden viene de pensar sólo en plata, mujer, tierra, ganado, carro, en tener armas…”.

En este desorden, Ramón atribuye diferentes responsabilidades pero casi todas recaen en los no indígenas. “Hermanito menor sólo piensa en la plata, pero nada más está trabajando aquí en oficina, aquí no se ve. El indígena está cuidando el bosque, el agua de la Sierra y no recibe ni un peso. Por eso digo, hay que trabajar todos unidos, para que hermanito menor entienda. Hermanito menor quiere conseguir la plata por medio de violencia. Mismo la naturaleza le está haciendo la guerra al hermanito menor y somos nosotros los que pagamos los platos rotos. Hermanito menor tiene el billete, tierras, tiene buen carro y tiene buena mujer. Pero nosotros sufrimos mucho cuando acaban naturaleza”.

26/11/08

Insomnios y aviones

Las apuestas

Es cierto. Nadie lo puede discutir. Bueno, sí, los que nunca se lo han planteado, los que prefieren el solaz de la fórmula a la tormenta de la búsqueda. Es cierto… es más fácil jugar en equipo, remar con la corriente aunque el caudal esté seco –desierto de bondades infinitas-. Hay trochas abiertas hace tiempo que se repiten en anuncios y contraportadas. Aun polvorientas nos llevan a un camino cierto. Dice el cartelito: continúa, aunque el barranco sea pedregoso. Señala la madre: por aquí mi bien, que estos son predios áridos mas conocidos. Es cierto, los consejos del tiempo son seguir en la ruta. Acontece, sin embargo, que al poner el pie en el monte bajo que acompaña y guía descubrimos la frescura de las hojas y el picor que llega con el anárquico zancudo. El camino, fuera de la trocha es hermoso e inseguro, un buscar, un machetear para ponerle el pecho al verde, para ver atardecer donde no hay bancas ni marcas, para, incluso, desde la soledad infinita, intuir un futuro diferente donde, de manera ingenua, te hago un ladito.

La locura

Parece del todo insano dejarse la vida en un trabajo con el orgullo del deber cumplido para que un hijo-de-la-gran-puta pueda prender el televisor en su yate de lujo y respirar profundo antes de sentenciar: “qué difícil es este mundo”. Y tú, premiado obrero de los tiempos, te deberás consolar con vestir la camiseta de la compañía, abrir unas cervezas en tu sofá de tela sintética y gritar “la-puta-que-te-parió” cuando tu equipo te niegue la estupidez de su triunfo.

La mayoría

La mayoría refunfuña. Lo hace de manera sistemática, como letanía aprendida en prime time. Una queja sobre el trabajo otra sobre el esquivo tiempo, una más –sin duda- sobre esa precaria vida sexual, la que resta sobre el pinche carro renqueante y, de quedar energía, una última sobre el costo de la vida. La mayoría evita mirarse al espejo, o se embadurna antes de espumas o lociones. No hay que permitir, para seguir al pie de la vida, que el reflejo cierto nos recuerde que somos solo lo que hemos sido capaces de torcer.

25/11/08

SABIDURÍAS III

Hubo un pequeño lapsus que me hizo saltar del II al IV. Una perla más del viejo Víctor.

Víctor ve clara la necesidad de Dios para que el hombre sea completo. Y aunque yo no esté de acuerdo, ni seguro de no estarlo, Víctor habla con tripas, espíritu y alma –“las almas respiran en la armonía, respiran en el ritmo”, Zambrano-, y por tanto me alimenta: “Usted sólo con sus creencias de la tierra no puede dominar nada. Usted tiene que corporarse como creador. Ese poder, ese espíritu, ese amor ya nos lo dio a nosotros. Somos nerviosos porque somos de carne y hueso, y ahí no está el poder. Nosotros –a través del mambe- pedimos ese poder, ese espíritu para uno romper el nervio, ese miedo, por eso es que yo digo que uno debe saber entrar y salir. Si usted no sabe salir, entró y ahí queda encantado, y… ¿quién le va a sacar de esa conexión?”.

Salir es tan importante como entrar y, en nuestra búsqueda, los occidentales somos especialistas en entrar, pero no siempre vemos las señales de Exit bien claras. Nos enredamos en relaciones que no sabemos dejar, viajamos a lomos de drogas que no sabemos descabalgar, entramos en la espiral de la ambición sin saber cuando parar la rueda… Cuando no encontramos la manera de salir, llega la enfermedad, la depresión. Mi madre siempre dijo que la depresión existe desde que alguien nos contó que la tristeza era una enfermedad. Antes, según su teoría, a eso (a la depresión) le llamaban tristeza y era tan normal como arrancarse los pelos de la nariz. Demasiado sencillo, aunque con un punto de razón. Víctor cree que eso que los occidentales llamamos depresión es un tipo de ‘enredo’. Demasiado sencillo, pero con otro punto de razón.

“Eso ocurre que uno está enredado –dice Víctor-. Piensa muchas cosas que no puede lograr, que no puede salir de ese abismo. Ahí hay que deshacer el camino, pensar para qué vino al mundo, qué herramientas le faltan, dónde se quedó enredado y quién sabe desenredarlo, quién le puede ayudar a quitar esa basura, quién le va a dar la mano ahora que está metido ahí, quién le va a sacar de esa palizada, quién lo va a limpiar. Y… el único que tiene ese machete filo, esa escoba de barrer, ese tractor para tumbar muro… ese es el creador. De nuevo es poca la fuerza terrestre, hace falta la fuerza divina. Poner la mano en el pecho, decir perdóneme los errores, cámbieme este corazón de piedra por un corazón de carne. Y es uno mismo el que tiene que cambiar de corazón… porque el sicólogo igual que uno es humano. El médico ayuda en una parte, pero en lo espiritual no puede”.

SABIDURÍAS IV

El jaibaná Jaime Jumí de la etnia embera no es muy complaciente con los occidentales. Lo que no comprendemos es así porque no queremos comprender...


] “¿Por qué será que los blancos o los mestizos no han podido entender las cuestiones de la naturaleza? La están acabando irracionalmente. Con las maderas que se encuentran, con las minas, con todo están acabando. Cómo será que están acabando con todo y, más tarde, cómo quedará esto. No va a haber animales en el monte, no habrá aves, ni peces, y al no haber esos animales cómo será la vida de los indígenas, de mis hijos… hasta ahí llegará, la vida se acaba. Hemos hablado mucho de esto con la compañera, con los hijos… Miramos desde aquí, desde esta cárcel que es la ciudad.

] “(…) Esa parece ser la idea de los blancos, de los mestizos, y son unas ideas como destructivas: tanto acabar con la naturaleza como con el mismo ser humano. Hasta acaban con la misma madre tierra, porque cuando meten la carretera es como mochar (cortar) pedazos de nuestra madre. Nuestra historia dice que estamos hechos de tierra, de madera de una palma que se llama Memé, y de un palo que se llama Chanú, de allá venimos nosotros. De eso hizo nuestro Dios a los indígenas. Todos eso que se ve alrededor son nuestros hermanos. Todo lo que usted ve alrededor tiene un espíritu. Lo que pasa es que los blancos no saben comunicarse con eso.
No lo hacen en parte porque no quieren saber, porque nosotros los indígenas se lo hemos dicho desde que vinieron las primeras lanchas con españoles…. Les venimos diciendo qué significa la brisa, porque esas hojas suenan así… todo eso se lo hemos dicho desde hace siglos. Entonces es porque no quieren saber. Ellos de pronto piensan que están trabajando para el futuro, pero para nosotros eso no es futuro, eso es acabar el futuro, condenarnos a todos a la muerte del cuerpo y del espíritu.

]Los blancos saben y parece que no saben. Yo creo que es porque no quieren saber. Se tapan los ojos, se tapan los oídos para no saber”.

23/11/08

SABIDURÍAS II

Sigo con el encuentro con Víctor y todo lo que provoca


(...) Para Víctor, el occidental tiene un excesivo apego a la razón, una desconfianza patológica a todo lo mutante. De algún modo, la paranoia de los indígenas con las leyes naturales –a las que se aferran como para no perder el sur-, se reproduce en los occidentales con las leyes de la razón –la obsesión por llegar a paradigmas científicos inamovibles, a verdades absolutas que, a fin de cuentas, son sólo absolutas hasta que otro científico avanza en el camino del conocimiento y demuestra que hay otra hipótesis más sólida, más absoluta-.

También tiene que ver con la forma de aprendizaje del occidental, que transmite paradigmas sin potenciar lo que Estanislao Zuleta llamaba el “trabajo del pensamiento”. Zuleta, al igual que Víctor, critica la escuela y la esclavitud del aprendizaje, pero desde una perspectiva de la búsqueda de la libertad, de la “búsqueda del descoyuntamiento crítico de las nociones, los valores y los prejuicios (…)”.

“Así, una educación que transmite el saber en el mismo proceso con que refuerza las resistencias al pensamiento produce uno de los logros más nefastos de nuestra civilización: el experto o científico que hacen aportes y que, fuera del campo de su especialidad, son las ovejas más mansas del rebaño, se atienen a las ideas y valores más dominantes, y conservas incontaminadas por su saber las más extravagantes creencias con tal que sean lo suficientemente tradicionales y colectivas como para que no les planteen problemas con su medio”, concluye Zuleta.

Los indígenas no creen en la razón como único asidero para subsistir, para progresar. En su discurso, el pasado es presente necesario que construye el futuro anunciado. Lo terrenal necesita de lo espiritual, aunque la tierra sea su única referencia cierta. Para un murui muiname, como para la mayoría de los indígenas americanos, nada es posible sin la fuerza de un creador, de un padre de origen que dictó unas leyes naturales y un conocimiento que se conserva gracias a la palabra amanecida que se divulga a través de los caciques y de los sabedores.

Víctor cree que los occidentales tratamos de solucionar todo entre seres humanos y nos falta la energía de ese creador. “El problema es que sólo sienten la fuerza terrestre. Nadie con la fuerza terrestre hace, sino con la fuerza divina. Toca aprender desde un principio. Nadie nació sabio en este mundo. Nosotros aprendemos a través de otro compañero y lo que sale por su boca no es él, es la palabra divina. Muchas veces miramos los defectos de esa persona… no hay que mirar porque son iguales a nosotros, son humanos los que nos enseñan. No mirar, escuchar”.

Y para escuchar, los murui muiname se refugian en la noche, cuando todo está tranquilo, cuando los seres bajan la guardia y están frescos para escuchar y en sus sueños mascullan el eco de las palabras para ponerlo en acción al día siguiente. Quizá esta lógica tan efímera es lo que provoca la desconfianza de Víctor hacia las escuelas occidentales. Desde su mirada, el conocimiento comienza en casa y se fundamenta en el amor, en la práctica cotidiana del amor al otro.

“El amor de los occidentales yo lo que he observado, es que no más dicen de la boca, lo dicen por la lengua no más, pero no lo emplean, no lo cumplen. Para cumplir el amor hay que dar, hay que satisfacer, no sólo decir (…). Eso no vale. Mucha máscara, en vano.
“El amor primero hay que dialogar, de noche. Al amanecer el día, hay que poner mano a la obra. Hay veces que ustedes creen que el amor es sólo sexo. Va pasando de mano a mano, nosotros no, lo que uno consiga hay que dar vida, hay que educar lentamente. Porque si el amor no lo educa, dónde está. Nosotros no somos animales, somos humanos, somos gente.
Algunos saben quiénes son. Para saber quién es uno hay que reconocer la familia. Primero, en el hogar, papá y mamá esos son los maestros. Si uno en el hogar no les da esos brindis y piensa que en el colegio les van a brindar eso…. No, allí van debilitando, van quedando porque eso allá ya está planificado en los libros. Es importante saber quién es el abuelo, el bisabuelo, de dónde procedemos. Y eso nos lo tienen que contar papá y mamá…”.

Nos tocaría pues, volver a escuchar y a confiar. Ese valor se ha perdido, igual que se ha diluido la necesidad social de ser reconocido, no para recibir la palmadita en la espalda, sino para comprobar que nuestro esfuerzo, que la tarea de descoyuntar nuestro pensamiento sí ha valido la pena. Ambas cosas –escuchar y confiar- tienen mucho que ver. Uno escucha cuando confía en la honestidad intelectual y moral de su interlocutor. Cuando, aunque no se esté de acuerdo, incluso pensando que el que habla defiende planteamientos descabellados, siente que hay corazón, que hay tripas comprometidas en el discurso.

María Zambrano, esa mujer que encontró en la palabra el poder que puede alimentar al cosmos, la que nos salvó al decirnos que no hay desdicha para “aquel hombre que puede contarse su propia historia”, habría encontrado un filón de pensamiento si el concepto de ‘palabra amanecida’ hubiera caído en su mesilla de noche. “Forzoso es aceptar que al mirar a este último período lo encontraremos lleno de ciencia y conocimiento puro. Pero pobre, inmensamente pobre, de todas las formas activas, actuantes del conocimiento. Y entendemos como activas las que nacen del anhelo de penetrar en el corazón humano. Las que se encargan de difundir ideas fundamentales para hacerlas servir como motivos de conducta en la vida diaria del hombre vulgar que no es ni pretende ser filósofo ni sabio. Formas que no descubren ni inquieren, sino que transforman lo inquirido y descubierto en “ideas vigentes’”. Es decir, que al final Zambrano habla de conocimiento amanecido, puesto en práctica, vigente, pertinente, necesario, humano, soñado, completo, parte razón, parte emoción, parte humanismo, parte espiritualidad –diría Zambrano religiosidad-.

22/11/08

SABIDURÍAS I

Fragmentos tras una conversación con el cacique murui muiname Víctor de La Chorrera (Amazonas colombiano)

} Dicen los murui muiname, los tuyos Víctor, que para que la comunicación sea auténtica, efectiva y útil, deben darse cuatro momentos. El momento del pensamiento, que implica pensar positivamente, sin mantener pensamientos secretos (dañinos porque el que mantiene el secreto niega su identidad, que es la pureza). El momento del corazón, cuando todo pensamiento se lleva a la luz del amor, al hacerlo, todo pensamiento negativo o secreto se podrá exteriorizar sin atacar a nadie, y todo pensamiento positivo llegará hondo, al corazón de los que escuchan. El momento de la palabra, donde el pensamiento que se ha llevado al corazón se expresa en palabra dulce (vuestra forma de hablar de la palabra sabia, necesaria, pertinente), que no ataca ni hiere sino que atrae, une y construye. Y, por último, el momento de la obra, el momento de las consecuencias reales de lo que se dice".

} En la forma de entender el mundo de los murui muiname no hay coherencia si la palabra no se corresponde con el pensamiento y no se aplica en acciones concretas. No vale aquello de “haz lo que yo diga, no lo que yo haga”. La contundencia de la acción relacionada con la palabra es la que otorga la credibilidad a un líder comunitario verdadero. La palabra así toma sentido si quien la escucha identifica al sabio y lo respeta. Escuchar y hablar es lo que se hace en la maloka después de lograr la conexión con la madre y el padre.

} Víctor cree que el occidental tiene atrofiado ese sentido de la escucha. Algo nos pasa que él no comprende. “Es raro, nosotros que somos culturas ancestrales tenemos la palabra nueva siempre y ustedes, que son nuevos, tienen la palabra vieja”. Desde la mirada de este cacique, los occidentales desperdiciamos el caudal de sabiduría de nuestros propios ancestros, cuando, según él, “desde que aprenda una persona nueva, la palabra es siempre nueva, no como en los libros”. La escuela es un lugar donde “el conocimiento se arruma como discos antiguos”, un lugar donde se enseña, fundamentalmente, el valor del éxito, no el precio de la búsqueda. La palabra, al quedar impresa y archivada, deja de pronunciarse y pierde vigencia. En la cultura murui muiname cada vez que se rememoran los mitos del origen, éstos se adaptan a la situación del que los requiere. La temporalidad no es un problema, el espacio no cambia: siempre es el espacio sagrado del intercambio. Se mantiene pues, lo que dijo el primer indígena colombiano que quiso dejar un ideario propio. Quintín Lame ya dijo que los libros de los blancos no sirven como única fuente de saber: “se han envejecido (…) sin aprender a pensar”.

Serie, Sabidurías

Comienzo hoy una serie que estoy denominando Sabidurías. Todos y todas acumulamos sabiduría, pero esta sólo crece cuando se mira al espejo de otras. Quiero compartir con ustedes en los próximos textos lo que he aprendido con algunos caciques indígenas. Alguna vez pensé darle forma de libro pero vamos a hacerla palabra viva en esta vitácora.
Espero sus comentarios o sus silencios, ambos son igual de potentes porque sé que cuando la palabra se siembra el trabajito ya está hecho: cada cual cosecha en su momento.
Gracias mil.

A desalambrar

La Minga Nacional de Resitencia Indígena y Popular de Colombia dio otra lección de madurez. Después de reunir a casi 40 mil almas en la Plaza de Bolívar de Bacatá (nombre original muisca de Bogotá) y de no ser recibidos ni escuchados por el piramidal y obtuso presidente de la República no hubo un solo altercado, ni un disturbio, ni un problema. Lo que aconteció fue hermoso: el compromiso de dedicarse a desalambrar el pensamiento, como dijo Aida Quilcué, y de construir algo muy concreto. Hoy sábado, en la Universidad Nacional se ratifica una gran alianza de movimientos sociales de Colombia y en un año, el 12 de octubre de 2009, se celebrará el Gran Congreso Popular. Si los pueblos indígenas han prendido la mecha, el resto de movimientos tienen que unirse a esta explosión de conciencia y palabra amanecida. Ojalá así sea.

21/11/08

En lo que ando

Por si quieren ver un poco en qué estoy. Este domingo lanzamos el rediseño del Diário do Pará. este es el video de presentación donde, además, podrán escuchar por primera y última vez al susodicho balbuceando tristemente el portuñol...jejeje

19/11/08

Minga Nacional de Resistencia Indígena

15.000 indígenas se acercan a Bogotá. Mañana llegarán a dar ejemplo de dignidad.

CARTA ABIERTA A LA MINGA NACIONAL DE RESISTENCIA INDÍGENA Y POPULAR

YA VENCIÓ LA PALABRA


Paco Gómez Nadal
Ya venció la palabra. En este mes largo de movilización nacional, de resistencia pacífica, de camino, de palabra amanecida, de soportar humillaciones e intentos de sindicación, de solidaridades, de amenazas, de la energía del arcoiris, de hombros que se tocan, de almas que se escuchan… en este mes largo ya venció la palabra. Da igual lo que se negocie, es indiferente si el gobierno o los medios de comunicación masivos y comerciales siguen invisibilizando lo más hermoso de la realidad, en nada influyen las escasas indiferencias ni las ruines estrategias del poder: la Minga Nacional de Resistencia Indígena y Popular ya venció.
Yo, hombre blanco occidental, cargado con la responsabilidad histórica de mi pueblo, dispuesto al reencuentro en la banca de la sabiduría o a la sombra de un palo frondoso, les quiero insistir en que su ejemplo moral (algo cuyo valor no se enseña en la escuela) ya nos ha dado alas, nos ha hablado de dignidad, de vida, de futuro. A ustedes, hombres y mujeres de los pueblos indígenas, a los que tantas veces se les ha acusado de estar anclados en el pasado (los occidentales no distinguimos muy bien ese término del de tradición), están dado una lección de futuro posible.
Construir un futuro posible y justo, no solo para Colombia sino para la Humanidad, pasa necesariamente por la unión de los pueblos (la Minga lo ha hecho), por la solidaridad del camino (así está siendo), por la defensa a ultranza de la dignidad frente a los poderes hegemónicos político, económicos, culturales y mediáticos (ese es su principal aporte), por las plataformas de reivindicación generosas (su agenda política es para el país no solo para los pueblos indígenas) y por los actos de vida frente a los de violencia (eso los ha diferenciado del Estado en esta Minga heroica).
En esta carta abierta quiero agradecerles en mi nombre y en el de muchas ciudadanas y ciudadanos que nos hemos sentido orgullosos de habitar el mismo planeta que ustedes y tranquilos al saber que por encima de la ceguera generalizada de este mundo urbano y adormecido ustedes han sabido conservar la energía de los seres humanos que se saben libre y dignos. Su actitud ejemplar es movilizadora, no lo duden y muchos ya no podremos dejar de movernos en la misma dirección después de estos meses de octubre y noviembre de 2008. Sé que muchas veces antes se han levantado y han dado ejemplos similares, pero tengo la sensación de que esta vez han sido conscientes de verdad del poder real de la movilización masiva y popular.
Nadie podrá acabar con los movimientos sociales, pero ahora son los movimientos sociales los que empiezan a tomar la palabra. En realidad, están cambiando su propio nombre para convertirse en la Minga Nacional de Acción Indígena y Popular.
Buena suerte y un abrazo de hermano menor. Para lo que necesiten, para lo que necesitemos, nuestras almas, las de todas y todos los que hemos estado cerca de la Minga, están prestas.

18/11/08

El Malcontento de hoy 18

Controlar el deseo

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com
Lo bueno de las teorías es que si se dicen frente a un micrófono con la suficiente seguridad y cara circunspecta casi siempre cuelan. Por ejemplo, si mañana el presidente francés se planta en una conferencia de prensa y asegura con contundencia que la crisis financiera mundial es culpa del excesivo consumo de caramelos de menta, habrá voces que alaben la hipótesis. Igual ocurriría si alguna de nuestras autoridades ambientales justificaran el aeropuerto marítimo en pleno archipiélago de Las Perlas porque así las ballenas deben rodearlo y ese ejercicio extra ayuda a la forma física de las bestias (¿quién es la bestia en este caso?).
Aquí lo importante es el peso público de quién suelta la teoría y la seriedad y reiteración de los argumentos. Si se dan cuenta, la mayoría se creyó eso de las armas de destrucción masiva que se escondían en Irak, casi el 100% de los humanos aplica cada día esa teoría estúpida de que trabajar hasta reventarse el lomo por unos dólares ennoblece, y, si no fuera por la imagen de Delgado Diamante, hasta nos podríamos creer que su ‘incidente policial’ pasó por algún juzgado de turno que olvidó dejar constancia de la diligencia.
Mi hipótesis sobre las teorías flaquea ante la doble clase sobre el delito que nos dieron la semana pasada Mireya Moscoso, una mujer con gran autoridad moral para hablar de delincuentes y por Rodrigo Cigarruista, el suplente en la banca de DDD. La primera volvió a sacarse de la manga su famosa Mano Dura, aquella que aplicó con placer casi libidinoso en los últimos días de su gobierno contra pobres muchachos pobres, mientras repartía indultos a terroristas reconocidos, otorgaba concesiones dudosas y compraba unos modelitos de lujo para no ir por ahí andrajosa.
El segundo, Cigarruista, nos explicó que "para cometer un delito se requieren tres elementos: deseo, capacidad y oportunidad”. Y añadió: “nosotros no tenemos el control de que una persona tenga el deseo y la capacidad, lo único que podemos controlar es la oportunidad". Quedé perturbado, lo reconozco. Jamás había escuchado una explicación tan clara, ni repasando los capítulos de CSI, ni recordando algunas de las conversaciones claves de James Bond o de Batman en su persecución del mal. Pero quiero señalar un error que cometió el ministro encargado, quizá por los nervios de la comparecencia pública.
Fíjese señor ministro (e): la oportunidad es lo que no puede controlar. Porque para hacerlo debería evitar la ostentación de la riqueza de algunos, debería modificar el modelo de consumo desenfrenado que nos lleva a acumular estupideces en la casa que son robables o a comprar carros que brillan a los ojos de los ladrones provocando un incontrolable deseo de delinquir. La oportunidad no depende de usted. Si se trafica con droga es porque existe la oportunidad de vendérsela a los gringos o a los españoles cocainómanos; si se secuestra es porque existe la oportunidad de cobrar una cuantiosa vacuna; si se corrompe a los funcionarios públicos es por la magnífica oportunidad de hacer negocios que hay en el país…
No señor Cigarruista, no se enrede. El tema está en el deseo. No es que yo lo quiera animar a controlar todos nuestros deseos, eso le quitaría mucha emoción a la vida y atentaría contra el modelo de sociedad de consumo, donde la satisfacción del deseo es el único momento de verdadero placer del ciudadano. Pero sí puede concentrarse en modificar el tipo de deseos que acorrala a algunas personas y que puede hacerlos delinquir. Por ejemplo: si los jóvenes de Curundú, el Chorrillo u otros barrios excluidos de Panamá no se despertaran con el deseo palpitante de un apartamento decente donde no vivan hacinados, o con el deseo voraz de comerse un filete especial con papas y ensalada, o con el ingenuo deseo de estudiar en la universidad, o con el tonto deseo de cierta justicia en el reparto del botín del país, es probable que algunos de ellos no se torcieran ni se dedicaran al pandillerismo o a la delincuencia (una manera rápida y eficaz de sublimar el ‘deseo’ de venganza).
Piénselo bien, señor ministro (e). Su antecesor –bueno, en vacaciones ahora- tuvo un deseo irrefrenable de matar a un subalterno y él buscó la oportunidad, que esa siempre se presenta. Si hubiera controlado el deseo, probablemente no habría muerto ni enredo. Cambie de estrategia y quizá consiga ver realizado el deseo nacional de que la ex presidenta Moscoso también se tome unas vacaciones sine die.
[En este mundo de locuras repetidas hace falta valor, como escribe PFP, para perseverar. C. recarga fuerzas: “Hace falta valor / para seguir siendo si se sabe, / a-ciencia-cierta,/ que vencen y fracasan / eternamente los mismos, / que la impunidad que da nausea, / que el cruel desahucio / legisla, castiga y predica / cómodamente a sus anchas”.]

17/11/08

La cooperatio revolutum

Después de una semana sobre el terreno, no pude contener unas palabras.


Reflexiones sobre la cooperación, el mundo partidito en proyectos y la desactivación de lo político.



Paco Gómez Nadal
¿Cuál es la verdadera intención del sistema de cooperación internacional en caso de existir una?, ¿qué efecto han tenido los miles de millones de dólares ‘invertidos’ en países del tercer mundo en las últimas décadas?, ¿a quién sirven las élites profesionales que con chaleco en ristre reparten cheques y fórmula de desarrollo por medio planeta?

La cooperación internacional, y hasta la nacional, es uno de esos temas vedados para tratar en público. La buena intención que se le supone -como la valentía al soldado-, el principio del mal menor –mejor que esa plata llegue a que se dedique al hoyo financiero-, y hasta las formas de lo políticamente correcto impiden que se construya un pensamiento crítico serio acerca de la acción de las cooperaciones oficiales y de las ONG.
Llegaría así la primera pregunta: ¿son lo mismo? En un alto porcentaje sí. Son realmente pocas las Organizaciones No Gubernamentales que son realmente No Gubernamentales. La mayoría se alimenta de dinero público llegado de diferentes instancias. Las ONG, en su mayoría, representan el sector mercerizado de la cooperación, la buena cara de estrategias más complejas que tienen que ver con el mapa de la geopolítica y con ciertas formas novedosas de colonización económica, cultural y política.
Las pocas ONG que no obtienen la mayoría de sus ingresos de los estamentos públicos, tienen un mayor margen de libertad y se les nota, aunque en su caso la perversión pasa por la necesidad de recaudar fondos privados apelando a la misma sensiblería y marketing que una marca de chocolate. Durante un tiempo pude colaborar con una de las más reconocidas en su aparato de comunicación. Ahí aprendí como recaudan el 70% de sus ingresos en los pocos días de Navidad, “cuando la gente es sensible al mensaje”. Adoptar simbólicamente a un niño en Asia, pagar una cuota mensual para defender a los defensores de los derechos humanos, o donar un pírrico porcentaje de la compra semanal para engañar al hambre en Sudán son actos de compra, de consumo, al igual que lo sería comprar un pavo, un nuevo ipod o una moto. La diferencia es que al apoyar a una ONG se compra conciencia y una autoimagen complaciente y tranquilizadora. Luego entraré a analizar la acción de ONGs y Cooperación, pero no está mal un pequeño adelanto de realidad con las palabras de Femi Kuti, músico africano lenguaraz y directo como pocos: "Las ONG dicen estar trabajando, pero no se las ve. Las Naciones Unidas organizan conferencias inservibles. Los músicos occidentales promueven conciertos benéficos sin ningún resultado. ¿Recuerda aquella canción, We are the world? Han pasado más de 20 años y todo sigue igual".
Si hablamos de las cooperaciones internacionales oficiales la cosa es más evidente, excepto para los que trabajan en ellas. Diplomacia alterna disfrazada de corderito, canal de distribución de presiones e ideas vestido de novia simpática y solidaria, dinero y dinero derrochado en estructuras inservibles para que unas cuantas migajas lleguen a alguna comunidad que no pudo elegir en qué se invertía la plata.
Todas presumen ahora de sus métodos participativos, de tener en cuenta toda la listica de palabras de moda como sostenibilidad, incidencia, componente de género, productivo, evaluación y monitoreo, metas… un bla, bla, bla perverso que camufla la ineficacia y la necesidad de que la ayuda sea eterna para eternamente influir en realidades ajenas. ¿No les parece que si realmente se evaluaran deberían cerrar sus oficinas después de décadas de fracasos repetidos? ¿Es acaso este mundo mejor o más justo que el de hace 50 años?
No sé si estarán de acuerdo con la similitud en la acción de cooperaciones oficiales, cooperación intergubernamental (De la que la reina es la inoperante Organización de las Naciones Unidas) y la mayoría de ONGs, pero es fundamental para entender que en la siguiente relación de afectaciones que causa la misma no distingo entre unos y otros (cada cual sabe cuál es su grado de responsabilidad).

a. La cooperación como salida laboral
Todo es justificable. De hecho en nuestras vidas privadas así lo hacemos: tenemos razones para fumar y para dejar de fumar, para acumular y para no hacerlo, para reciclar o para decidir mandar todo mezclado al vertedero (hay que darle trabajo a los pepenadotes). En el mundo de la cooperación esto es un axioma. Cuando se comenzó a ‘profesionalizar’ la solidaridad el argumento era que había que tener a las y los mejores profesionales al servicio de la causa y que para eso había que pagar lo mismo que en una empresa privada, reconocer el valor del trabajo, no halar del voluntarismo.
Suena bien, para que negarlo. El problema es que con este argumento se eliminó de un tajo el compromiso político o, cuando menos, ético con el Otro. El recorrido es estándar. Como en una empresa, el joven cooperante entra en prácticas por un salario bajo, casi anecdótico. La baja remuneración se compensa por cierto heroísmo reconocido en el círculo social primermundista más cercano. Después, comprende el polluelo que hay una carrera por construir un largo recorrido de siglas que desmenuzan mejoras salariales considerables y una calidad de vida más que razonable sin perder mucho del halo heroico.
Al final, tenemos una élite cooperante, que habla varios idiomas, se desenvuelve como pez en el agua en lo étnico y que temblaría ante la terrible posibilidad de que el hambre y las guerras acaben porque tendrían que trabajar en el departamento de contabilidad de IBM y se perderían esta vida llena de ‘experiencias’. Son, sin duda alguna, la encarnación del flaneur de Bauman ["The flaneur is a witness, not a participant; he is in, but not of the place he walks; a spectator of the never-ending spectacle of crowded urban life; a spectacle with constantly changing actors who do not know their lines in advance; a spectacle of no beginning nor end; no unity of time, place or action" (Zygmunt Bauman 1992)].

b. La vida es un proyecto

Las organizaciones que gestionan los miles de millones de la cooperación no son especialistas en el pensamiento complejo: es decir, no saben que la vida es compleja. Como funcionan según las normas de las leyes de mercado tienen que diseccionarla en productos o en proyectos (que a la postre son lo mismo) que sena medibles, contabilizables, que permitan demostrar resultados según el esquema del libro de cuentas.
Resulta que la vida no es así, y menos en los países del tercer mundo, donde la distancia más corta entre dos puntos jamás es la línea recta. La fragmentación de la cooperación en proyectos ha fomentado la reorganización de los movimientos sociales de base para dar respuesta a esa estructura, ha desconectado las acciones antes concluyentes y ha desactivado buena parte de la fuerza de las comunidades.
Hay, por supuestito, un mercado de proyectos. Oferta y demanda, duplicación de acciones, repetición de las mismas. Un indígena colombiano relataba hace un tiempo cómo recordaba los primeros proyectos que llegaron en los años 80 de la cooperación holandesa. “Era de esos de hacer huertitas en las casas”. Según él, y de manera metafórica: “30 años después, todos los proyectos son igualiticos”.
Cambia eso sí, la moda, lo que vende en el momento. Hay años en que lo primordial es el género, otros en los que es la institucionalidad, la gobernabilidad, el cambio climático o la incidencia en políticas públicas. Si se quiere estar en el mercado de los proyectos solo hay que estar al tanto de las tendencias y adaptarse de manera pragmática a formularios, marcos lógicos y evaluación de metas.

c. Adiós política, adiós conciencia
Si hay una energía irreemplazable en las comunidades esa es de la conciencia política. Un movimiento social fuerte es una organización donde el motor nunca es la plata, sino la conciencia y la conexión con las bases. Para que sea así, deben confluir dos factores: tener base real (algo de lo que casi ninguna ONG puede presumir) y formar a la misma en la reflexión crítica y la formación política.
Al escribirlo ya me doy cuenta de que suena anticuado. La cooperación fomenta la existencia de movimientos sociales semiprofesionalizados que canalicen recursos y ejecuten proyectos fiscalizados por ONG y financiados por la cooperación.
Los parámetros de la cooperación no permitirían, además, una partida que explícitamente dijera: “formación política de las bases populares” (se consideraría políticamente incorrecto) o una que hablara de “gastos de transporte y alimentación para asambleas políticas”. Sin embargo, se multiplican los fondos para talleres y capacitaciones tan inútiles como costosos gracias a los cuales los expertos tenemos trabajo y los ahora funcionarios de los movimientos sociales comen bien durante un par de días y gestionan nuevos fondos para su organización en los corrillos informales del mercado de proyectos.
El resultado es pavoroso. Tenemos movimientos sociales en otro tiempo aguerridos y fuertes, debilitados al extremo, tan preocupados en mantener la estructura funcionando que olvidan su objetivo inicial. Y, del otro lado, vamos convirtiendo a las comunidades en ejércitos de pedigüeños a la espera de un nuevo proyecto que alimente la precaria economía formal de la cooperación (y las corruptelas que comporta).

d. La falsa participación
El discurso democrático occidental de la cooperación contempla, por supuesto, la participación de las comunidades en el diseño de su modelo de desarrollo. La realidad demuestra que, al igual que en la democracia, esto es solo un requisito formal o, en todo caso, estético.
La verdad es que en las oficinas de Naciones Unidas en Nueva York o en Ginebra o en los corredores de la Comisión Europea sesudos expertos en cooperación internacional, derechos humanos o desarrollo humano definen las tendencias y las prioridades.
Daría igual lo que una comunidad considere prioritario so esto no está alienado con los Objetivos del Milenio o con las prioridades estratégicas de la UE. Las ONGs saben qué vender a cada cooperación, conocen lo “que les gusta”. En el fondo, y a pesar de los esfuerzos por disimular, el eurocentrismo y el gringocentrismo siguen mandando en la relación entre la cooperación y los movimientos del tercer mundo. Los primeros disimulan y se comportan horizontalmente. Los segundos se aguantan la verticalidad porque es equivalente a dinero fresco.


Cualquier reflexión como esta debería comportar alguna propuesta de solución. O eso se supone que es lo constructivo. No la tengo. O la que tengo no les gustaría. Yo refundaría todo porque creo que el sistema está tan viciado que no puede ser reformado desde dentro (véase el fracaso del intento de reforma conservadora de la ONU). De momento, creo que no se puede ser cómplice, o que si se es por necesidad (de trabajo, de recursos o de acompañamiento) hay que ser muy conscientes y trabajar para su propio fin -y no para su reproducción infinita-. El regreso al compromiso, a la solidaridad entendida como hermanamiento y no como tutela, a cierta militancia de lo civil (no de grupos o sectas como hace unas décadas), podría ayudar a reconducir las relaciones. Sé que no he dicho mucho, pero prometo volver sobre el tema. Desde que constato sobre el terreno el terrorífico efecto de la cooperación tenía la necesidad de, primero, vomitar esto para los amigos y amigas más cercanas. Pero le daré forma, trataré de construir, partiendo de estas palabras, un texto que se pueda compartir y que, con un poco de suerte, pueda construir.




Amaneceres II

Cambio de plano

Mudé morral por maleta y humedad por clima controlado. No es tan difícil: solo tres aviones mal aliñados donde las aeromozas sonríen de plástico y la compañía duerme el sopor. Unas comidas de cartón piedra, revistas manoseadas por quiénes no leen y tarjetas de emergencia que no ayudan a vivir sino a evitar la estúpida muerte imprevista. Cuando aterrizo en la normalidad me siento un extraterrestre. Cada día, cada-día-de-estos, me cuesta más adaptarme a las necesidades imperiosas de quiénes me dan de comer. La destreza de conferirle importancia a todas estas estupideces se me está dañando y yo, preso de tantas preguntas como esquirlas de la noche, me dejo ir para no sentirme en el vientre del enemigo.

La tenencia

Tengo buenos amigos, ron de 12 años, trenzas postizas, palabras liberadoras, libertad empalabrada. Tengo amor en dosis mortíferas, tengo aliento, alimento y sustento. Tengo un pantalón que me cubre y una ruana prestada para las emergencias, una vela para prender fuegos y hasta un aparato para escribir varios te quiero. Tengo, cuando lo tengo, un hueco calentito en corazones ajenos, un abrazo de hermano, algunas ausencias que me duelen por su tamaño. Hay días que tengo frío, tragos atragantados, camas sin deshacer, sábanas prestadas y lágrimas en el recuerdo. Otras veces, amanezco en sudor y tengo un temblor de piel, un arranque de dignidad, incluso tengo en esas jornadas la fuerza de quien se mira al espejo sin mudar gesto ni estampa.
Tengo, cuando se trata de tener, las cosas fundamentales protegidas con espumas y mareas. Y allá, en el vaivén de la vida, ellas navegan entre mis dudas y tus vientos.

Más amaneceres

Estos días he estado muy desconectado, espero recuperar el tiempo ahora que permaneceré más de 24 horas en un mismo lugar. De momento, dos de esas cosillas que nacen por sí solas.

El contagio


Hay ya pocas posibilidades de ocultar la sombra propia ante tanto desdén. Cuando el resto duele, la piel y los días dejan de gozar el sol y las gotas de rocío, para convertirse en cómplices de la noche y las escaramuzas. Las justificaciones son paridas sin control en nuestras vidas de mentira. Todo, todo, todos, todo tiene-una-buena-razón-para-ser y, sin embargo, ahora me parece mucho más claro que nada, nada, nadie, nada puede poner como excusa una balada ni un tremor. Ha llegado el momento de ser coherentes si decimos que el resto somos nosotros.
En ese camino hay que ser cuidadosos al extremo. Acontecen encuentros con personas que ya llegaron a mirarse al espejo y renacieron para poder convivir con el reflejo. Esos seres, extrañas criaturas de ligereza peligrosa, tiene el poder de contagiar su enfermedad a los que en una noche de conversa o en un paseo de descargos osan a escuchar y a sentir el ritmo de sus batallas.
Para qué ser coherente, pregunta el hermano de murallas vírgenes y vírgenes acumuladas. Para contagiar bro, para contagiar, para provocar pequeños tsunamis de dignidad que vayan arrinconando a tantas almas adormecidas, a tantas caras camufladas en la rutina castrante de vivir. Lo demás, es profilaxis, miedo a la roncha en la delgada epidermis humana, pánico al estornudo que moviliza, a las segregaciones del otro revueltas en nuestras entrañas.


Gracias
Agradecido a los aviones y a las lágrimas, trato ahorita de permanecer en esta encrucijada. Imposibilitado para añorar, tentado a poseer, provocado para pedir más, me hago fuerte en la gratitud para constatar que pocos seres han estado en los lugares que yo frecuento. No es visita permanente, ni siquiera habitual, pero frecuento la felicidad como el caminante que evita gastar demasiado el mismo andén para conservar la sorpresa de lo desconocido.

13/11/08

Vuelve el insomnio... y sus texticos

¿Hasta dónde?

La ceguera tiene solución, aunque los científicos sean ciegos a esta afirmación contundente, excluyente, nada esperanzadora. Cierran los ojos porque la perspectiva sería abrumadora y dolorosa. Ver es doler. Ojos indispuestos ante las lacerantes verdades que arroja la calle, la vida.
Al caminar, los pies pasan por delante de una rejilla de madera. 40 cm x 40 cm que muestran otros pies. Los del desheredado por mi y por ti que duerme en este hueco que algún día tuvo otra función práctica.
La ceguera, cuando tiene solución, es dolor. Y es acción. Quedarse inmóvil, sin pestañear, cuando el velo de la ceguera ya no turba es admitir que no somos humanos, que se puede seguir viviendo como si no se estuviera viendo. La pregunta, en este punto de retornos, es ¿hasta dónde?, ¿hasta dónde mover los resortes de la decisión y de la acción? La coherencia, una vez que se practica es tan necesaria como la vista pero, al igual que esta, no hay sino que cerrar los párpados para olvidarse de su necesaria presencia.


Alturas

Añadir 170 centímetros más a estos 3.600 metros de dignidad parecería poco prudente. Me pregunto, pequeñito y casi sin aliento, como puedes respirar y sonreír al tiempo en este universo cargado de botas y quebrantos. Sin tener que hablar, me miras a los ojos, vuelves a reglarme una sonrisa, te ajustas el abrigo y pedaleas directa hacia el triunfo.
Una vez más, las razones para dar la pelea se alojan en almas irredentas, incapaces de cejar en el empeño de que vivir sea algo más que estar vivo.

4/11/08

El Malcontento /Elogio a la política

Publicado hoy en La Prensa



Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com
Voy a hacer justicia. O, mejor expresado, voy a fijar posiciones porque mis desahogos semanales pueden llevar a confusión. Suelo descargar la ira personal, la rabia de ciudadano frustrado, en los políticos, que no en la política. Y no en cualquier político, tengo la mala costumbre y de nefastas consecuencias –como habrán observado- de poner nombre –o, al menos, apellido- a los políticos que considero perversos o, como poco, ineficientes o decorativos.
Cargo menos con el sector privado y, la verdad, es que lo considero mucho más nocivo que el público, entre otras cosas porque suele ser la plata de algunos empresarios la que mueve los hilos de la política local. No hay duda que el mercado sin control, tan legal en territorios ‘desarrollados’ y tan selvático en tierras tropicales, nos ha engullido y la marcha a atrás, si es que la hay, será profundamente traumática para poblaciones enteras educadas ya en las vitrinas de los centros comerciales (esas catedrales tetratétricas llenas de luz y espejitos).
Hoy quiero hacer justicia y defender a la política por encima de todas las cosas. La construcción de lo público requiere de la política y de los políticos. Creo que todos, incluido este articulista, somos culpables de haber satanizado la política. Es ahora desagradable que alguien exprese en público que tiene aspiraciones políticas. Las miradas de resquemor y de desprecio marcan a esa persona que, si tiene pudor, suele desistir del intento. Un niño o una niña en la escuela tiene vergüenza de decir que su papá o su mamá se dedica a la política. No es un ‘trabajo’ de moda.
No hay problema, sin embargo, en presumir de sueños empresariales. Si el niñito dice que de mayor quiere ser millonario provocará la carcajada benevolente de los presentes que, por supuesto, nunca se cuestionarán el hecho de que para ser millonario hay que delinquir o especular –si es que no es lo mismo-. No tengo nada en contra de los millones, pero es que las cuentas no salen: para que unos pocos tengan tanto, otros muchos deben vivir en la frontera de la miseria y la explotación.
Por eso reivindico y redignifico el hecho de ser político o de hacer política. Necesitamos a las y los mejores en la política. No a los mejores empresarios, ni a los mejores artistas, ni a los mejores burócratas… lo que necesitamos es a la gente más inteligente y honesta. Servir a lo público debería ser un orgullo, no un sacrifico. Si lográramos que la política volviera a ser un territorio de esperanzas, los ciudadanos saludaríamos con respeto a los que se dedican a ello, agradeciendo que su inteligencia esté a nuestro servicio. En este sentido, sin ser yo un partidario pasional de Barak Obama sí reconozco en su discurso palabras que puedan construir un entorno político diferente, de imaginación y emoción, de entrega y construcción. Y de eso se trata la política: de construir lo social, lo de todas y todos, un modelo de país y de mundo en el que quepamos y podamos vivir con dignidad.
Recordaba estos días como en América Latina las mentes más lúcidas llegaron a la presidencia o lideraron procesos revolucionarios. Participaron en la política de forma contundente personajes como Domingo Sarmiento en Argentina (autor de Facundo) o Rómulo Gallegos en Venezuela (los míticos Doña Bárbara o Canaima), los muralistas de México (como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros), Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez en Nicaragua, Roque Dalton en El Salvador… La lista es larga. Perdón, era larga. Ahora escasean los ejemplos y eso ‘criminaliza’ la política.
Solo tenemos malas noticias desde esa vereda: corrupción, connivencia con intereses privados, enriquecimientos legales pero ilegítimos… Por eso es tan difícil creer en los políticos. Aun así, renunciar a la política es entregar nuestros países a los maleantes o tercerizar el Estado, que es lo que han estado buscando los pillos neoiliberales desde que el Consenso de Washington diera las órdenes precisas al respecto.
Creo en la política y ojalá que vuelvan los hombres y mujeres honestos e inteligentes a coparla. ¡Oh cielos! Me levanté demasiado soñador hoy. Perdón.
[C. recupera parte de un poema de Dalton que trata del papel de la palabra, de la posición ética de quienes estamos en los medios: “ay del traslado del crimen hacia los hombres de los débiles: “ay de las complicidades / ay de las delaciones /ay de los servilismos /ay de los soplos al oído del verdugo /ay de las tolerancias /ay de las mentiras matutinas y vespertinas…”. Tomo nota]

30/10/08

Y esta es la elegante respuesta del señor ministro

Publicada hoy en La Prensa y a la que por supuesto no reaccionaré... Pedro Navaja es Pedro Navaja..jajajaa

Respuesta de Blades a Gómez Nadal

29 DE OCTUBRE. Desde mi participación en las elecciones de 1994, he sido blanco de insultos, calumnias y mentiras, métodos propios de la inmadurez de quienes, carentes de argumento, utilizan el ataque ad homine, tal como hace usted, aseverando sin prueba alguna que estoy “regalando descaradamente el país”. Le pedí que sustentara su acusación y no lo ha hecho.

Su excusa de “un inofensivo artículo de opinión” resulta carente de entereza. Admita la realidad: usted afirmó algo que no es cierto. Exijo una disculpa porque no acepto mentiras sobre mi persona, o mi trabajo, y menos de un testaferro traído para despotricar contra los panameños. No le censuro que use mi nombre para hacerse notar, pero aparte de insultar ¿qué es lo que realmente ha hecho usted por Panamá? Su escrito no provoca sonrisas, si no carcajadas. “La carta de disculpas se rebeló contra su autor”.

¡Qué imagen tan patéticamente cursi! Nuestra gente no se sonríe ante su amargura y prepotencia; por lo menos haga el esfuerzo de conocernos un poco. Venga a nuestras oficinas para hacer un debate sobre sus acusaciones, filmado y grabado, para hacerlo público y que todos escuchen su posición. Muéstrese, descubra al público el rostro de quien vierte todo ese veneno, descalificando a otros sin mostrar argumentos concretos y reales. La principal cualidad del intelectual es su curiosidad y usted no la posee. Nunca se interesó en obtener una entrevista, que con gusto le daríamos, porque no le interesa obtener información. Su prejuicio lo lleva a escribir presuntuosa y arrogantemente, con giros rebuscados, exceso de pompa y poca sustancia, propios de un escritor mediocre. Esta es mi “inofensiva” opinión acerca de su persona.

Es poco probable que acepte nuestro reto y me temo que tampoco obtendré sus disculpas, pero espero conocerlo cuando termine mi servicio público. Aparte de las sonrisas, hay un par de cosas más que me encantaría darle, también gratis. Al público lector de La Prensa le imformo que el formato del periódico nos obligó a recortar nuestro escrito original a 377 palabras. Para leer la versión completa de esta respuesta, puede ir a la página de internet http://www.atp.gob.pa de la Autoridad de Turismo.

Rubén Blades

29/10/08

Les regalo la belleza

Una tallerista neoyorkina lo utilizó en un encuentro en Bogotá y Héctor me regaló este recuerdo. Lo encontré ahora y les quiero regalar dos párrafos simplemente hermosos. Los dos primeros párrafos de La Vorágine, de José Eustaquio Rivera. Disfrútenlos:

"Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente para que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que alimenta.

Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado a la esperanza de sentir un afecto puro. En vano mis brazos -tediosos de libertad- se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón"

28/10/08

La 'respuesta' a Blades

Para quien haya seguido el cruce de 'disculpas' pedidas por el querido Rubén Blades

EL MACONTENTO

Exijo una disculpa pública

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com
El honor es cosa de la élite económica, política o social del país. Bueno, siempre ha sido así. Incluso en la época de los duelos de honor a espada o plomo los únicos que perdían el tiempo con tamaña estupidez eran los nobles o los advenedizos que querían serlo. Los pobres, siempre tan ocupados con esa extraña tarea de sobrevivir, nunca invertían su pingüe capital de tiempo en soberana demostración de complejo fálico y exceso hormonal.
Nada ha cambiado. ¿Se imaginan a la esposa del hombre al que mató DDD en un “incidente policial” exigiendo que reparen su honor o su prestigio?, ¿están preparados para recibir cartas de los campesinos del interior pidiendo disculpas públicas a todos los que los han ido expulsando de sus territorios a cambio de monedas engañosas?, ¿qué ocurriría si todos y todas las jóvenes de nuestras universidades se batieran en duelo con nuestras autoridades educativas ante el insulto que supone entra a las aulas para salir con menos coeficiente intelectual del que se tiene al ingresar?
Son solo algunos ejemplos que me han motivado a autoconferirme el papel de portavoz de las mayorías inertes para pedir una disculpa pública en este medio por parte de todos nuestros altos funcionarios –no todos-, incluyendo los de administraciones anteriores. Disculpas por construir un país de neón cuyas luces ocultan la pobreza y la exclusión lacerante de una buena parte de la sociedad. Esta vez vamos a cambiar las tornas. Normalmente, tenemos que soportar que cualquier funcionario que se siente criticado por su gestión pública –claro, nadie les explicó lo que significaba eso de “pública”- haga declaraciones ampulosas pidiendo rectificación en bien de su honor y el de su familia. En la actual administración, se repite el estribillo: “Esto es una campaña política, un montaje, una infamia. Esto es… que te lo digo yo…. Esto es”. Y con él, repitiéndolo muchas veces, se logra tapar el sol con un dedo. También pedimos disculpas públicas a los empresarios –no todos- que se enriquecen día a día a costa de no cumplir, por ejemplo, los derechos laborales fundamentales
Las disculpas que exigimos las ciudadanas y ciudadanos aquí representados –ya me siento diputado- consiste en la rendición pública de cuentas. Su disculpa, funcionarios de la infamia, debe partir de mostrar sin tapujos qué hicieron y qué no hicieron. Los que solemos criticar su gestión en artículos de opinión –que por eso se llaman de opinión y por tanto no hay por que compartirla - lo hacemos en función de los síntomas del enfermo. A saber: la mitad del país concesionado para sacar minerales o arena, para producir energía que montar en la línea Puebla-Panamá-Colombia o para plantar turistas; nuestra cobertura boscosa o nuestros manglares en extinción; una promoción turístico-inmobiliaria que ha llenado el país de ‘turistas’ residenciales, edificios de 50 pisos y casinos llenos de mafiosos de medio pelo y algunos de pelo y medio; yates de lujo y multimillonarios locales y extranjeros junto a los bolsones de abandono y esclavitud moderna –ahora se llaman fuentes de empleo- que escondemos más allá del aeropuerto o más acá de nuestras conciencias; miles de indígenas viviendo de la caridad oficial que es tan pírrica que no da para vivir; una educación desastrosa que sitúa a Panamá en la cola; una Asamblea ociosa y descarada; una Justicia que aún sigue practicando la injusticia; una salud pública a la que ninguno (ni ustedes ministros, ni yo columnista) nos atrevemos a asomar la cara porque nos podemos permitir pagar un seguro privado…
Lo voy a preguntar con todas las palabras: ¿qué tenemos que agradecerles? ¿qué? Quizá, sí, que en los informes de las fundaciones e institutos que ustedes mismos frecuentan aparezcamos con buenos números macroeconómicos, pero esos, después del sacudón de la crisis financiera ya no se los cree nadie. Tampoco la macroeconomía alimenta a la mayoría.
Pídannos perdón, demuestren que les queda algo de dignidad y pídannos perdón a nosotros ciudadanos, los que pagamos impuestos, los que sufrimos las consecuencias de cada una de sus decisiones. Y si no, renuncien. Nadie les ha pedido que sean funcionarios, nadie les ha puesto una pistola en la sien para que acepten el cargo y dejen en paréntesis por unos años –que en realidad tampoco lo hacen- sus fructíferas carreras en el sector privado como empresarios, comerciantes o artistas.
Como verán, este artículo que pensé sinceramente como una carta de humildes disculpas ante Blades (Rubén, sí, Rubén) –tan ofendido como sacrificado- tomó vida propia y se rebeló contra su autor. No era mi intención convertirme de victimario en víctima, pero es que, en este insomnio que perdura, comencé a repasar los logros de los y las que tienen cartera ministerial y la pluma ejerció su venganza. Claro que, señor ministro, sonría por favor-es gratis- y no se preocupe por estas torpes palabras. Esto no es más que un inofensivo artículo de opinión. El prestigio, al igual que el honor, es algo que se cocina en fogones mucho más íntimos: los de la conciencia.
[C. renuncia al honor y al prestigio. Acorazado en sus páginas, reconoce el honor en los miles de indígenas que durante dos semanas pusieron a sudar al presidente de guiñol. El prestigio lo deja para quienes se alimentan de lo que piensan los otros.]