31/12/09

Utopías para la supervivencia

EL MALCONTENTO

Paco Gómez Nadalpaco@prensa.com
La Navidad no es un paréntesis que me provoque puntos suspensivos, pero el nuevo año sí es como dos puntos que me provocan empujar este cuerpo y esta alma hecha de retazos, de jirones que llamamos vida, de rasguños y caricias atrapados en las esquinas de la muerte.
Me hace ilusión pensar que hay más días, que el fin de año nos permite soñar que cerrar un capítulo solo es una posibilidad de abrir otro. Cierto, también entran ciertas nostalgias, la inevitable pesadez de arrumar recuerdos para dejar espacio en la huella de la memoria.
En esas estoy por estos días de extraña buenaventura y cariño concentrado (no siempre confiable, pero abundante). Me dedico a ordenar lo acontecido: el abrazo de un amigo en el silencio fabricado de la ruidosa terminal, los sonidos de la Plaza Catedral que han sido tantas plazas en este año, el descubrimiento insospechado de que el amor es la única manera de engañar a la vida, la compañía de la soledad cuando el mundo se confabula contra las palabras disonantes, la llamada generosa de alguien que da las gracias, la pelea inútil con algún sordo, las cientos, miles de palabras escritas para poder hacer la digestión de seguir respirando.
He tratado de poner cada recuerdo en su sitio, cada derrota en su olvido, cada falsa victoria en su pedestal de aliento. Creo que me ha ido bien y, como siempre, me doy a la tarea de soñar con un nuevo año diferente, preñado de utopías tan irrealizables que me permitan concretar propósitos, caminar, dar, tan siquiera, un paso, hacia la coherencia, a parecerme (si la fortuna y la voluntad me acompañan) a lo que me gustaría ver en los espejos.
No tengo el propósito de dejar de fumar, ni de beber. Dudo que Dios asome por estos predios y estoy casi seguro de que la lluvia no va a fabricar lagos con duendes en los que escapar de la obligación de actuar. Así que voy con lo realista, con lo posible.
Busco, entonces, que ya no haya fronteras, que se vacíen las mazmorras de calle Perú y que ser extranjero no sea un delito en ningún país porque no habrá países. Imagino un 2010 en el que las palabras no hieran, sino acaricien, hasta cuando sean contrarias o contraríen nuestros imaginarios.
Imagino que va a ser un periodo creativo, donde los centros comerciales se vacíen al mismo ritmo que las salas de teatro y las bibliotecas se llenen.
Los empresarios mineros se darán cuenta de que para mirar a sus hijos a la cara deberán dedicarse a fabricar dulces en lugar de arañar la tierra y los reyes del crecimiento empezarán a montar en bicicleta para que el ruido de las calles solo sea el de los silbidos.
Cuando este cambio comience, no más allá de marzo, la lluvia comenzará a ser alivio en la casa de los campesinos, que tendrán tiempo para charlar del futuro en lugar de temer al presente. Se verá en la plaza pública una reunión de blancos e indígenas en la que compartirán cuentos y experiencias para hacer de este planeta un lugar no solo habitable sino deseable. Las parejas, animadas por este derroche de racionalidad (es lo único razonable), se besarán con insistencia en las calles y en las ventanas donde las cortinas serán un olvido, aprenderán a aprehenderse y la piel será papel en blanco donde escribir el relato del cariño. El PIB se calculará con base en la ternura y las peleas las solucionaremos, alternativamente, con sonrisas y con canciones. Los políticos serán tránsfugas y venderán pulseras en las calles y la palabra economía se habrá olvidado del vocabulario de unos ciudadanos que valorarán más el tiempo que la plata.
Yo sé que usted –que lee desprevenido esta sobredosis de melcocha– pensará que ya he perdido el poco sentido común que me quedaba, pero entienda que no imagino otra forma de enfrentar este mundo de desbalances, de violencia e injusticia, que no sea soñando despierto, alimentando de utopías las pesadillas del insomnio. Si me lo permite a mí, permítaselo a usted.
Agarre papel y lápiz, o computador y teclas, o grabadora… olvídese de que las cosas tienen que ser como son y comience a enloquecer de cordura. No hay ejercicio más hermoso que perder la cabeza para encontrar el alma (“ese pequeño sol de adentro”, como traducían alma los indígenas guranís de Uruguay). Cuando termine, contagie de esta enfermedad a su entorno hasta que, realmente, los locos (y no los descabezados) seamos más.

25/12/09

En esto, la noche sin párpados

No habrá dulces hoy para ese hombre al que le acaban de leer su sentencia: 11 años por no estar de acuerdo con lo que debe ser. La luz del cuarto es lánguida allá donde permanecen las 69 personas sin patria a las que otro país ha confinado en el peligro ingrávido: sin pasaporte, sin futuro, sin vuelta atrás en el derrotero del abismo. Tampoco parecen fechas venturosas para los que pedalean en la máquina sin tiempo en la que se construyen nuestros abalorios a precios de ganga. Sin embargo, las paredes rezuman de deseos buenos como falsa es la voz que los imposta, hay te quieros de papel de seda que se reparten como libras de desechos radio-activos, noches sin párpado reservadas para aquellos que bucéan en alcohol lo que no pueden nadar en la consciencia. Y nosotros.... nosotros somos apenas testigos cómplices de la demencia que elegimos, como dice el poeta, amarnos para huir de la vida.

20/12/09

Nuevas palabras


Desde este lunes comienzo a publicar un blog dentro del fantástico portal de periodismo Frontera D. estoy contento, son buenos amigos y profesionales y juntos ponemos más palabras a circular. les invito a conocerlo y a leer las buenas historias que se publican en este sitio.

http://www.fronterad.com/?q=node/353

19/12/09

Imágenes de ventura













Notas de viaje (Pedro González, Las Perlas, 16 de dic 2009)

Los mercenarios

Hay cierta normalidad en la inmoralidad. La vida acontece de manera vertiginosa: los dueños mandan a los mercenarios a poner orden en el potrero; éstos, al llegar, pisan la arena de lo que ya han sido, se miran en el espejo negro de estos rostros de salitre cruzados por hilos de sangre. Son los mismos, son yo en él, lo que ya sufrieron mi tía, mi mamá y, por esa memoria y el reflejo de la luz multiplicado por los cristalitos atrapados del tiempo, las armas se tornan paletas de limón y donde hubo un rictus de muerte se cierne una sonrisa hermanada.
Es posible, ojalá improbable, que estos mercenarios de hoy sean mañana, aquí mismo, en esta plaza de pelícanos y botes con nombre, los asesinos de hermanos que se suponen. Si ocurre, será normal. Si no, también. Meto mis pies en el agua para romper el espejo en el que yo no me veo y, aún confuso por lo que no tiene explicación, solo añoro dejar algún día de ver.

Gallera

Cuando estos gallos
callen
el tiempo de los vivos habrá
terminado.
La jarana silenciosa no
dará oportunidad a los trovadores
ni correrá la cerveza por
este
pueblo fantasma y ardiente.
El día en que los gallos
callen
ya serán estas calles
paramo de turistas rosados
alquimia vestida de
desarrollo
metástasis importada de
donde
ya
no
queda
qué
joder.

Precaución pirómana

No hay que llorar
por este pueblo consumido
por un voraz incendio de angustias.
No.
En estos casos
parece más prudente prender una mecha
de anticipación
y quemar los cuerpos
que,
sin haber sido del delito,
aún tienen el alma encendida.


El puente

Ya el puente está casi terminado. En las madrugadas radiantes -mientras las pesadillas atracan a oficinistas y prudentes- acarreo bloques y vigas, arena de río y cantos rodados por el tiempo, fragmento de nuestra historia, clavos y visagras, memoria de tus labios, prisas-de-los-míos, algo de argamasa ("yo amante de lo cacofónico") y pintura apenas sencilla. Con todo ello acerco mis yemas a tu promesa y puedo rozar tus sueños como tu acaricias mis desdichas. Cuando el puente esté terminado ya nada será igual. Unos pasos marcados en la arena movediza de estos tiempos tan deleznables me llevará siempre a tu remanso para tomar aliento y volver a respirar seguro de que en ti podré ser, al menos, humano, dichoso, bondad en tanto campo minado.

11/12/09

Cuatro tumorcitos más

(Por los momentos sin renuncia)


La causa

Compañeros bastardos

únanse a mi ejército de autistas

levanten las banderas de mi encierro

para proclamar

hoy

aquí

sin dudas

el triunfo de la inacción

la batalla de la renuncia

y un tinto compartido

sin

pensar

en que algo

tiene

o tuvo

algún

sentido



(Por esos tragos bien tomados)

Dos tragos

Mi pueblo no tiene calles,
pavimento de ausencias
tampoco tiene edificios,
colmenas de sanguijuelas
no se anuncian centros comerciales,
iglesias con incienso de mcburguer
la última vez que fui no vi policías,
bestias adornadas de colores.
bestias
No me fijé si seguía colgado el alcalde,
mal día aquel de elecciones para ganar
la gloria y un ataúd
Mi pueblo está aislado
y
aunque le golpean las luces vecinas
no se reflejan porque están prohibidos los espejos
Mi pueblo eres tu y dos tragos:
Uno siempre a tu salud
El otro compartido con un poeta que no escribe
un filósofo sin pelo
y esa alma mía tan tuya

(Por las víctimas de nuestra ceguera)

Mátame

Si fuera tu me mataría
Tengo suerte de ser yo y de no mirarte
porque una mirada tuya me aniquilaría.
A mi
tu dolor, tu estupor, tu inacción
La imposibilidad de levantar la cabeza
es peor que tenerla aplastada
Mátate para humillar al opresor
Mátame para darme un respiro

(Para mis primos del Norte)

Mal gusto

En la Casa Blanca nunca se apreció
el carpaccio ni el detalle
La orgía de la abundancia
mata el gusto por lo precioso
Hoteles en Las Vegas
y desfiles en Washington
para celebrar que
, algún día
, todos seremos gringos
Y las poetas
los putos
y los cocineros
serán recluidos
en Guantánamo
Sus sentidos aislados
Sus dedos aplastados
-Warner Channel en prime time-
Good Bles the mal gusto, my amigo.

10/12/09

regalos viejitos






















(Para mi amiga Amalia Morales)


Rugama y el gusano

Un gusano convencido de ser colibrí

Divulgó en el bosque sus bondades

Leonel sabía que mentía

Pero estaba muerto y su voz

Enterrada en barro seco

No se oía

“que se rinda tu madre”

, repetía de manera obsesiva

rayado en la última palabra que la pólvora calló

El gusano logró encaramarse a lo más alto

Y, desde allí, como pirómano, vio el incendio

que consumió cada árbol

Cada araña

Cada esperanza

Cada negación

Sobre las cenizas, erigió un monumento en su honor

Y,

Satisfecho,

Esperó a que amaneciera la muerte


(Para los que estamos fuera)


Presente

El exilio elegido

te regaló la libertad

El u-topismo perseguido en un recodo

La ruptura de todo lazo no deseado

Todos los exiliados bailan

al son de un destino autoimpuesto

que no requiere de valijas

ni de nostalgias

el exilio usurpa el futuro

y lo transforma presente conjugado



(Para Dios... y Saramago)


Gracias

El séptimo día, Dios decidió ejercer como tal

Y se suicidó.

Gracias a Dios

(Para los que se enternecen en Navidad)

Lucidez

La esperanza no es más que un vela rota

Un cuento chino parido en Nueva York

para hombres mugrientos que llegaron con ella

y viven en soledad

La esperanza, amor, es una suerte de bebedizo

que

engañoso y rancio

produce un efecto dulce y somnífero

Cuando falta, la lucidez se abre espacio

Un dolor presiona el pecho de los iluminados

Y la vida se transita entre charcos infectos

Plagados de alimañazas y verdad

La esperanza sólo es, en verdad, una mirada

La necesidad de volverte a rozar

La posibilidad de negarme en tus entrañas


Insomnio sin sueño

Cuando prendo la luz aparecen penumbras a las que no sé cómo saludar. Ver es doler, actuar es medrar para que las heridas de la vista duelan un poco menos. La decisión es de uno imagino, aunque, en realidad, hay muy pocas cosas que decidamos por nosotros mismos. Hasta lo más obvio recibe un empujón de algún lateral de nuestra consciencia. Durante muchos años he sido coautor de los mensajes del sistema que empujan en una u otra dirección. Ahora, aún con la excusa alimentaria, lo hago de vez en cuando. Es tan agotador tener que bajar los párpados a ratitos solo para 'facturar' sin que escueza tanto.
Sin embargo, el rato en el que los ojos están de guardia y la luz es clara y directa la vida cobra otros significados. A veces, muchas, no alcanzo a ver las estrellas, ni siquiera el sol radiante que se da chapuzones en este mar contaminado, pero aparecen nítidas las personas, las voces, los alientos en clave de sigue. Nada de lo que hacemos sirve para mucho, a pesar de desvelos o pasiones, pero no hacerlo le restaría el poco sentido que tiene la vida. "Es solo este momento", me dice el filósofo. "Es un momento histórico", le respondo pedante aun sabiendo que ya pasó el momento en el que la historia podía tener alguna importancia.
Abro los ojos pues y tengo que escuchar como algunas guerras "son necesarias" para la paz, como los mentirosos se convidan en Copenhague a la salud del planeta moribundo... abro los ojos y ya no puedo ver a los muertos civiles del día en Afganistán o en Irak o a los 48 mil niños que trabajan en este país que usufructo, ni siquiera intuyo por qué Erasmo sigue riendo a pesar de haberlo visto esta mañana desperezarse en su hogar callejero de un 1.20 x 0.80 metros. Mas... ay bendita vista que me permite cada ciertas semanas mirarte a los ojos mientras me dices un te quiero o ver con la conciencia tranquila a los canallas que envenenan a la mayoría y que tratan de ensuciar lo que somos. Son dos de los motores de este alma: tu amor y la necesidad irremediable de caminar hacia la coherencia.

8/12/09

El estrepitoso desmadre

EL MALCONTENTO

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

“Estática la vida invalidaba / su pacto más efímero, el retorno / fundacional, la confabulación / de los contrarios, / (…) y allí mismo el tránsito / estrepitoso de las horas predecía/la incompetencia de la realidad”. Préstamo del trazo de Caballero Bonald para declarar en verso (que no a gritos) que esta realidad parece ficción los más de los días.

Comienza el estrepitoso desmadre navideño, simbólico paradigma de casi todos nuestros males: la aculturización (nieve artificial y árboles canadienses en la selva tropical y el tórrido Pacífico); la mercantilización de casi todo (se venden emociones por libras, buenos sentimientos en tarros de vidrio, caridad en forma de cuota mensual); la doble moral (malignos alados el resto del año, inocentes elfos por encima de la Tierra Media en estos días de luces); el derroche (del) sin-sentido (comprar más de lo necesario, comer más de lo aceptable, beber más de lo razonable, mentir más de lo legítimo); la lección de la acumulación y la dádiva desde la más tierna infancia (regalos, regalos, regalos, grandes, costosos, inútiles, olvidados a los pocos días de aparecer bajo el papel y los lazos), y mucho de hipocresía concentrada (comidas de empresa, felicitaciones navideñas de quien nos odia o de quien odiamos, un regalo de migajas para la empleada en lugar de un salario de justicia y no mínimo…).

La realidad es incompetente para explicar cómo somos los seres humanos de estas sociedad ultracapitalistas que giran en torno a centros comerciales (“todo está aquí”, reza la publicidad de uno de ellos), a la basura como máxima creación familiar (no es solo un problema de la mala recogida de la Alcaldía sino de la enorme generación de los ciudadanos) y al regalo “pagado” cómo única muestra de afecto.

Unos amigos, de Radio Temblor, mandan un correo plagado de buenas intenciones que recomienda lo que nadie hará (consume con límite, regala juguetes educativos, no utilices luces de más…). No entienden que la raíz del problema está en la misma celebración y en sus coordinadores: los dueños de los negocios que quieren ver repuntar sus ventas en estas fechas. Ni el Niño Dios, ni Papá Noel ni el Papa de Roma son los capos de esta mafia mercantilista… ellos solo son la imagen de marca para fidelizar clientes.

El estrépito es siempre bienvenido porque distrae del silencio. Cuando alguien se entrega a sí mismo corre el riesgo de evaluar por qué hace las cosas, hacia dónde camina, cómo es su relación consigo mismo y con los otros. El estrépito es tranquilizador. En el ruido frenético del tráfico o de las miles de personas que atiborran los pasillos de los centros comerciales o entre las notas de los villancicos mentirosos que repetimos como animales de feria… es ahí donde se diluye el miedo a estar solos, a reflexionar, a sentir en lugar de sublimar deseos babeando ante una vitrina.

La mayoría habla de un mundo de locos, de un ritmo desquiciado, de estrés, de tensiones, de falta de tiempo libre, de créditos impagos, de pagos para incrédulos… pero repite el círculo todos los años, todos los días.

Imaginen, sueñen quizá, por un momento en una sociedad diferente, donde usted se toma tiempo para confeccionar con sus manos o con su alma el regalo de cada amigo o familiar, donde lo importante es compartir tiempo, charlar, bailar, reír con el otro sin necesidad de gastar un dineral o de perder el tiempo en compras fútiles.

Sueñen con un mundo donde en lugar de comprar árboles importados para decorar la casa, dedica horas con sus hijos a inventar adornos propios; en el que si se quiere una gran comida navideña se haga entre todos (en lugar de esclavizar a las mujeres para después celebrar la fraternidad); en el que quien no quiera celebrar nada no se sienta un extraterrestre o un terrorista amargado potencial. Sueñen que hoy, como cualquier día, su pareja logra que usted sienta que es el primer día de otros tantos primeros días, que usted hace sentir especiales a los seres que tiene cerca, incluso a los que se cruza y no conoce. Abran los ojos ahora y comiencen a practicarlo.

Es posible y todo empieza por cada uno. No hay disculpa (aunque seamos especialistas en excusas). No hay mucho tiempo en esta vida. Termino con quien empecé: “Esa apremiante asignación de pérdidas, / ese acumulativo desalojo/ (…) que metódicamente / mina los sustentos del tiempo, los indicios / morosos de estar vivo, qué le depararán mañana / al que ya está empezando / a dudar del recuerdo, (…) / cuando se acabará / desmantelando el último refugio / de la resistencia, las prevenciones menos fidedignas./Atrévete a inventar otras verdades, / no tienes nada que perder, / (…) solo / el conocimiento, la razón, la vida”.

4/12/09

Lección de economía 2

Sobre el (desa) rollo

Desarrollo es la promesa del paraíso, el eterno crecimiento, el pleno empleo, el hombre que se hace a si mismo, la caña de pescar en lugar del pescado y toda una sarta de mentiras que han ido medrando en la conciencia colectiva gracias a las escuelas, a las universidades, a las Naciones Unidas dichosas y a la madre que nos parió (con perdón de la madre: mujer función hombre según la Sau).
Desarrollo es un rollo que nos hemos tragado entero para el que nos hemos inventado apellidos que suavicen el dolor que engendra: sostenible, humano, ético, perdurable... También buscamos algunos prefijos que hagan menos amarga la píldora recetada: eco-, etno-, multi-... Somos los humanos maestros en manejar el lenguaje para adulterar o, al menos, suavizar el sentido original de las palabras.

"Vengo de una palabra y voy a otra
errática palabra y soy esas palabras
que mutuamente se desunen y soy
en tramo en que se juntan
como los bordes negros del relámpago
y soy también esas beligerancias de la vida
que proponen a veces una simulación de la verdad"
(Caballero Bonald)

Con la palabreja hacemos daño al imponer un "desarrollo" que la gente nunca pidió, solo le enseñamos a aceptar que es "el único camino". Por eso la cooperación al desarrollo o la ayuda humanitaria (las migajas para los que son "incapaces" de subirse al carro desarrollista) son complices de un sistema de exclusiones y excluyentes.

El (Desa) rollo genera desasosiego, desarraigo, desniveles, desdicha... el (desa) rollo es un rollo que yo, al menos, no me trago. ¡Oh cielos! Volví a perder la materia de economía: lo mío no es esta ciencia del absurdo.

2/12/09

Acumulación














Me he dispuesto a comprender de una vez esto del mercado. Es decir: la vida sin apelaciones en este sistema. Dicen que la clave es 'progresar' y que 'progresar' es acumular. Tener siempre más aunque las tenencias sean ya suficientes. Suficiente, igual que bastante o demasiado, es una palabra tan relativa como amor, violencia o amistad. Se estira y encoge dependiendo del punto de referencia, o de la ambición personal, o del contexto que nos rodea, nos compara y nos acepta o expulsa.
Así que ya, entendido de una vez que el tema es acumular, he hecho una lista de prioridades, un compendio de aquellas cosas de las que quiero tener más, mucho más. Solo espero que los teóricos de la economía y los consultores de lo económico no se den a la tarea de cuantificar mis anhelos de acumulación (como ya hacen con el carbono o la felicidad) porque eso los haría tan vulgares como una acción en la bolsa o como un PIB cualquiera -mentiroso e impostado-.

Por tanto, sin pudor, confieso acá mis ansias acumulativas. Quiero más...

- Capacidad para utilizar mis manos, para modelar o moldear, para tocar la tierra sin herirme, sin herirla, para reconocer en la 'artesanía' la tarea de una vida.

- Amaneceres en tu espejo . Acumulando cientos de ellos, miles tal vez, millones ojalá, la sonrisa se me volvería perpetua y abrir los ojos sería, cada día, una ceremonia sagrada en la que mirarme en el espejo de tu rostro y re-conocer-me vivo y listo para vivir.

- Conversaciones sin salida. De esas que no sirven para nada -que ya estamos llenos de cosas útiles e inservibles- excepto para pensar, sentir, poner en duda las propias convicciones, descubrir en el otro la magia de la palabra y de lo razonable (que no de lo racional)

- Tiempos suspendidos. Para entender, a punta de acumulación, que el tiempo no es lineal ni urgente, que todo acontece cuando debe, que debe acontecer solo aquello que nosotros deseamos, buscamos, trabajamos con la paciencia del campesino o con la insistencia contra la roca del escultor.

- Coherencias en pequeñito. Esta es de las más difíciles de acumular porque hay imanes escondidos en el camino que nos sacan de la vereda. Ser coherente en lo cotidiano, lograr que por instantes mágicos coincida lo que pienso, lo que hablo y lo que hago; predicar menos y hacer más, mucho más, con la ambición de un gerente de multinacional, con la ciega obsesión de un comisionista.

- Ventanas que abrir. Cuando tenga miles de ellas cumuladas, tendré la agenda de mi vida. La necesidad inaplazable de mirar, el regalo inmenso de aprender, la poderosa certidumbre de la sorpresa.

- Rebeldías exentas de tasas. Ante todo, ante todos. No quiero la revolución, ni acumular tan siquiera pequeñas revoluciones. Pero, sin embargo, sí-tengo-la-imperiosa-necesidad de rebelarme para ser humano, de no aguantar injusticias ni imposiciones; sí-tenemos-el-deber-histórico de rebelarnos a nuestro tiempo y a sus alimañanas, a su mercado y a nuestra desidia.

- Palabras para sembrar. Sin transgénicos, sin trucos de rápido crecimiento, sin ayuda de fertilizantes químicos ni de pesticidad tóxicos. Quiero acumular palabras para sembrar, para preñar el planeta de voces y de mi voz, para reivindicar que ante el universo virtual de la wii o ante la tontería ya real de la TV, existen millones, millardos de palabras dispuestas a ser sembradas para que un día, lejano quizá, sean cosechadas por los herederos de las cenizas.

Cuando mi cuenta de ahorros esté a reventar de todos estos productos, podré emprender la expansión de mi 'negocio', la contaminación de todas las correntías cercanas y la renuncia a monedas y cachivaches.

La hipoteca inconsulta

EL MALCONTENTO
Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

O algunos funcionarios del Gobierno son unos ignorantes o piensan que el resto somos brutos. O las dos cosas al mismo tiempo. Leo las declaraciones de Ricardo Quijano, el viceministro sin árboles, quien asegura que explotar Cerro Colorado para vaciarlo de cobre, en plena Comarca Ngäbe Buglé, no supone un problema ambiental porque está “pelao”.

Es casi un insulto que este cargo trate, primero, de dibujar a los ambientalistas como un coro de histéricos que se oponen a todo y que mienten sobre los daños de la minería y, después, de limitar el potencial daño minero a la tala de árboles, cuando el efecto más perdurable de cualquier proyecto de este tipo es la contaminación de las fuentes de agua y la alteración del hábitat.

Esta misma semana se ha conocido un estudio del Observatorio Ambiental de América Latina que indica que de los 337 proyectos que hay en la región, 139 están en conflicto de intereses con las comunidades. Panamá figura en la lista y lo hace a pesar de los esfuerzos de nuestros Gobiernos por favorecer a las empresas y de las millonarias inversiones en publicidad y en coimas que invierten los empresarios mineros en el país.

El caso más dramático, por su dimensión y sus secuelas, es el de Petaquilla: una bomba de tiempo que va a regar cianuro en pleno Corredor Biológico Mesoamericano en un proyecto que no tendrá más de 10 años de vida útil, que dejará trabajos mal remunerados y de baja cualificación durante ese periodo, pero que, según los científicos, puede dejar los ríos contaminados y el ecosistema gravemente afectado por los próximos 40, 50 ó 60 años.

Desde que comenzó el polémico proyecto Petaquilla hasta ahora se han dado amenazas, quema de casas de campesinos que se oponían a la mina, publicidad engañosa, descalificación de todo aquel que haga preguntas incómodas… Recuerda al viejo Oeste o las colonizaciones de las que algún día fuimos víctima.

Ahora, eso sí, con algo más de habilidad, la minera saca al aire cientos de cuñas en las que se muestra como si fuera un nuevo Estado: hace centros de salud, escuelas, etcétera (algo que a pesar de haber ido a Coclecito y alrededores no he visto), como una bananera más que se encarga de “sacar de la miseria” a unas comunidades que no eran miserables.

Ahora le toca a Cerro Colorado, pero con la bendición del Gobierno antes siquiera de abrir el primer hueco en la tierra. La lucha de las comunidades contra estas multinacionales que se llevan los recursos más valiosos a cambio de migajas es desigual. Ciertas organizaciones de la capital –en especial el Centro de Incidencia Ambiental (CIAM)– están apoyando a la gente que viven cerca de estos proyectos y a la última campaña impulsada por CIAM (“Contaminas”) se han sumado cantantes, actores y comunicadores de renombre. A cambio, reciben los insultos sistemáticos de los supuestos “mineros” que compran minutos de radio y televisión a supuestos “periodistas” que se venden al mejor postor.

El papel del Gobierno y de la Asamblea Nacional en este tema es vergonzoso. En el primer caso, porque el Ejecutivo –este y el anterior– firma una costosa hipoteca para la salud y el ambiente de los panameños y las panameñas. Ahora, la papa la maneja el MICI y los “administradores” porque la Anam ha desaparecido del mapa, ¡y nos quejábamos de la anterior administración! Cuando las empresas multinacionales mineras se vayan, nos quedará un problema ambiental grave por décadas. Según el Centro de Política Mineral de Estados Unidos, en ese país existen unas 500 mil minas abandonadas, lo que supone un gasto al gobierno de entre 32 y 72 billones de dólares para remediar la contaminación.

En el segundo caso, porque el órgano Legislativo debería aprender de otros países que han declarado una moratoria a la concesión de licencias mineras hasta que haya un plan de desarrollo sostenible y aceptable para las comunidades, a las que jamás se les consulta como indica la ley.

Me pregunto quién juzgará a estos funcionarios en el futuro ¿serán sus hijos, sus propios nietos los que lo harán al recorrer un país desertificado y contaminado? De momento nos toca exigir con todas nuestras capacidades una consulta nacional sobre este tema. No puede ser que cuatro funcionarios (por mucho que cuenten con el respaldo de los votos) le carguen a los panameños una hipoteca más (ya cargamos con la de la deuda externa).

1/12/09

Lo que supone ser indígena

Pertenecer a un Pueblo indígena se está poniendo peligroso en Panamá, de un plumazo se borran acuerdos internacionales con el Banco Mundial que elimina el Programa de Educación Intercultural Bilingüe, que como en tiempos de la colonia española se quemaban códices Mayas, los grabados indígenas, la historia, la
lengua. Lucy Molinar, la actual Ministra de Educación está prohibiendo soñar, hablar, escribir en lengua Kuna, Gnäbe, Emberá, Buglé, Bri Bri a las siguientes generaciones.

Ser miembro de una comunidad indígena es imposible, ni pensar de participar en ceremonias, practicar danzas ancestrales, contar cuentos a orillas de las nubes,beber agua fresca de las cordilleras. En pleno corazón de la Comarca Ngäbe Bugle el gobierno ha manifestado la apertura de la Minera de Cerro Colorado, sin importarles los poblados indígenas que se encuentran aledañas. Ser indígena para
el Estado significa invasor, errante, extranjero en sus propias tierras y territorios.

Ser del Pueblo Naso implica peligro para la empresa Ganadera Bocas S. A., porque violenta el derecho a la propiedad privada que está por encima de la propiedad colectiva y nade vale que la nación Naso estuviera antes de la creación del Estado panameño, mucho antes de la invasión y colonización española, mucho antes que esta empresa comprara esas tierras. Ser del Pueblo Naso significa para el gobierno: Pueblo en vía de extinción, que al expulsarlos de sus tierras ancestrales servirán de pasto para el engorde de vacas.

Ser niña o niño Buglé, Wounaan o Dule, es estar en las estadísticas de mayor alto de analfabetismo en Panamá, es el índice mayor de muertes y desnutrición infantil. El gobierno justifica que estos niños indígenas no merecen sus tierras heredadas de sus ancestros, por el alza de la gasolina, por el aumento del costo de
la electricidad y que el sacrificio de un pequeño grupo de infantes significaría un alivio a la ciudadanía panameña, a la empresa privada, a las transnacionales que invierte y generan ingresos al país. Ser niño indígena significa pobreza para el nuevo gobierno, seres sin herencia cultural o sin derechos a tierras ancestrales a pesar de que vivan en tierras con rica diversidad biológica.

Ser Ngäbe, Emberá, Teribe, Wounnan, Buglé, Naso, Bri Bri, Kuna, tienen el terrible pensamiento, la maldita forma de ver, oler, oír, sentir a la tierra no como un bien, un valor, una cosa sino como ser viviente Nuestra Madre Tierra, los ríos hermanos, el mar nuestra abuela, los árboles nuestros hermanos, las estrellas
nuestras hermanas, ese extraño pensamiento, sentimiento nos llega a través de nuestras historias orales, de la sangre derramada de millones de los nuestros, como verla morir, como escucharla morir detrás de una cerca de ganados, desangrada por minas e hidroeléctricas. Ser Indígena para el gobierno de Martenilli es tener malos sentimientos, perversos pensamientos.

El gobierno de Martinelli, se empeña por todos los medios legales, acuerdos internacionales cita el Convenio de Viena para justificar la salida de Panamá del Parlamento Centroamericano, pero con el mismo ahínco niega los acuerdos internacionales de los derechos de los Pueblos Indígenas, de controlar, conservar
sus territorios, tierras y recursos naturales como lo expresa la Declaración de la ONU sobre Derechos de los Pueblos Indígenas o el Convenio 169 de la OIT. Ser indígena en Panamá es no tener derechos colectivos, ancestrales, culturales, políticos y sociales.

El Presidente Martinelli ha manifestado que una de las prioridades de su gobierno es la Interconexión Eléctrica, que debe pasar por territorio y aguas de Kuna Yala, todo ello con el apoyo del BID, El Banco Mundial, los países de la región Colombia y México, sin haber consultado ni respetado las decisiones del Pueblo Kuna. Ser Kuna implica obstáculo para la energía eléctrica del hemisferio, empresas trasnacionales, bases militares, mineras y cervezas frías.

La política del nuevo gobierno hacia los Pueblos Indígenas ha sido en los primeros 6 meses de amenazas, expulsión de sus territorios, balas, perdigones, destrucción de casas, hambre, muerte, promueve la división de las dirigencias indígenas, firmar acuerdos con supuestos dirigentes, irrespeta a las instituciones políticas
tradicionales, utiliza medios de información para promover las bondades de la minería e hidroeléctricas, expresa a través de sus ministros que no creen en los derechos ancestrales ni en los acuerdos internacionales sobre Derechos de los Pueblos Indígenas.

Antepone las balas al dialogo, impone 21 concesiones mineras en los territorios Ngäbes Buglé, expropia costas para el turismo residencial, El principio del consentimiento previo, libre e informado les vale mier… Ser defensor de la Tierra, ambientalista, miembro, dirigente de un Pueblo Indígena, de una organización
indígena en Panamá se está poniendo peligroso.

1 de diciembre de 2009

Manigueuigdinapi (Jorge Stanley Icaza)
Movimiento de la Juventud Kuna
TODOS SOMOS NASOS

"Uno no vende la tierra por la cual camina su pueblo" Tashuhka Witko "Caballo
Loco" 1840 - 1877

29/11/09

La mentira hondureña es global

Quien se inventó el juego de la democracia era un genio. Ahora parece que unas elecciones en un país que nunca ha sido democrático van a legitimar una situación absolutamente fascista y de origen oligarca. Un golpe de Estado que todo el mundo parece ignorar (menos Lula que necesita marcar diferencias en su política exterior para hacer puntos), un presidente democráticamente elegido confinado (por estúpido que sea, unas élites felices y retadoras del pseudo orden internacional, y una comunidad de naciones a las que les importa un comino la legitimidad de las instituciones cuando esta se ve pisoteada en países "bananeros".
Honduras, quizá de una forma mucho más sutil que Irak o Afganistán, es la representación de la mentira global, del cuentico que nos hemos tragado o del que preferirnos tragarnos para pensar que vivimos en un mundo con cierto orden. Un triste día hoy.

La palabra no es 'pobreza'

(Regalo desde el Sur)

MARTÍN CAPARRÓS 28/11/2009

Soy argentino: nací en un país que nunca creyó que fuera parte de América Latina hasta que, hace unos años, en medio de la peor crisis de su historia, empezó a aceptar que lo era. No fue, para nosotros, un hallazgo feliz.

Quizá no debería decirlo, pero para los argentinos empezar a ser latinoamericanos fue dejar de pensarnos como una sociedad con un Estado muy presente, buena salud y educación públicas, cierta capacidad industrial, infraestructura de servicios eficiente, mercado interno suficiente, cierta cultura, clase media cuantiosa y una desigualdad moderada en los ingresos. Y descubrirnos como una sociedad desregulada salvaje, exportadora de materias primas, sin garantías estatales de bienestar, con violencia creciente, educación escasa y una extrema polarización de clase: ricos muy ricos y pobres bien pobres. Muchos pobres, cada vez más pobres. Ése fue el precio de empezar a llamarnos latinoamericanos: nadie querría pagarlo.

-O sea que para usted decir latinoamericano es algo así como un insulto, mi querido.

-Yo no diría un insulto, licenciado. Más bien una tristeza suave, o a veces una rabia.

En general, cuando un habitante del Occidente más o menos rico piensa en Latinoamérica imagina, antes que nada, recursos naturales, selvas vírgenes, mujeres y hombres menos, músicas dulzonas, imaginación desenfrenada. Y, justo después, se detiene en la Sagrada Trinidad Sudaca: violencia, corrupción, pobreza. No disimulen, primos gallegos, catalanes, vascos: ustedes también piensan en eso. Y nosotros: uno de los deportes clásicos en cualquier encuentro de latinoamericanos de acentos variopintos es el Campeonato del Peor: quién tiene en su país más corrupción, mayor violencia, más pobreza. Lo cual nunca se resuelve -los sudacas somos orgullosos- y entonces podemos pasar a la etapa siguiente y postular que las tres están perfectamente ligadas: que la violencia es un producto de la exclusión creada por la pobreza y profundizada por la corrupción de los poderosos -o algo así. Pero que no sabemos, claro, cómo salir del círculo vicioso.

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Ciudad del Este es el triunfo de lo falso. Las calles y los puestos y los locales rebosan de falsificaciones mayormente chinas: las zapatillas falsas, por supuesto, y los falsos perfumes franceses y las lacostes tan falsas como una descripción y las pilas y pilitas falsas y las falsas camisetas de fútbol y los bolsos Vuitton o Mandarina perfectamente falsos y los encendedores y los relojes y los licores y los remedios falsos: aquí lo único verdadero es la falsificación. Alguien trata de convencerme de que fabrican falsas hamacas paraguayas pero no sabe explicarme cómo se logra ese portento. Entonces otro me cuenta que, a la noche, todo se llena de falsas mujeres que son, en verdad, nenas -y me impresiona un poco tanto esmero.

Hace calor. Por las calles atestadas de vendedores y compradores -en Ciudad del Este no hay más categorías posibles- cruzan chicos cargados de cajas y más cajas, muchachos que tratan de venderme un cortapelos, chicas que me ofrecen estampitas de vírgenes, y el polvo se mete en todas partes y los gritos se meten y el olor de tantos sudores combinados. Ciudad del Este es sudaca sin velos y, en medio de todo eso, una tienda enorme elegantísima la convierte en metáfora boba de América Latina. Entre el olor y el polvo y esos gritos, el edificio de vidrios y de acero: la Monalisa es un duty free de aeropuerto con perfumes relojes lapiceras maquillaje maletas de las marcas correctas y lo atienden las chicas más correctas y hay poca gente y hay silencio y el aire es fresco muy correcto y, en el sótano, para mi gran sorpresa, aparece la mejor bodega al sur del río Bravo: esos grandes vinos franceses que aquí no bebe nadie, nada por menos de cien dólares. El caos, los vivillos, las falsificaciones, la pobreza activada rodeando el lujo más abstruso. Ciudad del Este, ex Puerto Stroessner, Paraguay, Triple Frontera, es un curso exprés perfecto sobre Latinoamérica.

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Mucho más que la pobreza, esa miseria: la diferencia obscena.

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Aunque en los últimos años la economía de Latinoamérica ha crecido un poco, en cifras de ministerios y bancos internacionales; el continente tiene, además, un tercio de las aguas limpias del mundo, las mayores reservas de petróleo, cantidad de minerales, plantaciones, tierras, poca gente. Hubo milagros chilenos, peruanos, casi colombianos, incluso mexicanos y por supuesto brasileños. Pero la economía latinoamericana sigue marcada por su dependencia de los mercados internacionales -el continente es más que nada un productor de materias primas o, como se dice ahora, de commodities- y, sobre todo, por aquello que llaman la pobreza: 200 millones de personas -dos de cada cinco- que no comen todo lo que deberían.

-Uy, ustedes los sudacas no paran de hablar de su pobreza. ¿Será para tanto?

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Es difícil imaginar la realidad de la pobreza desde las calles de una ciudad rica. Creo que recién lo entendí hace unos años, cuando fui a un campamento del movimiento de campesinos Sin Tierra brasileño, en medio del Amazonas. Los ocupas rurales me alojaron en la choza de una mujer de 30 años que no estaba allí -y se llamaba Gorette. Aquella noche, imperdonable, espié sus posesiones: en su choza había una cocina de barro, un machete, 4 platos de lata, 3 vasos, 5 cucharas, 2 cacerolas de latón, 2 hamacas de red, las paredes de palos, el techo de palma, un tacho con agua, 3 latas de leche en polvo con azúcar, sal y leche en polvo, una lata de aceite con aceite, 2 latas de aceite vacías, 3 toallitas, una caja de cartón con 10 prendas de ropa, 2 almanaques de propaganda con paisajes, un pedazo de espejo, 2 cepillos de dientes, un cucharón de palo, media bolsa de arroz, una radio que no captaba casi nada, 2 diarios del Movimiento, el cuaderno de la escuela, un candil de kerosén, tres troncos para sentarse, un balde de plástico para traer agua del pozo, una palangana de plástico para lavar los platos y una muñeca de trapo morochona, con vestido rojo y rara cofia. Eso era todo lo que Gorette tenía en el mundo -y digo todo: exactamente todo y nada más. Aquella noche empecé a entender qué era la pobreza. O lo supuse.

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Porque después me pareció que la palabra pobreza no servía para describir las sociedades latinoamericanas. Pobreza es una palabra demasiado amplia: describe, suponemos, la condición de los que tienen casi nada. Gorette, por ejemplo: su austeridad extrema era la norma en aquel campamento de campesinos que habían decidido ir a buscar sus vidas al medio de la selva; ninguno de sus vecinos y compañeros tenía mucho más. Pero es un caso cada vez menos frecuente: en América Latina, la mayoría de los pobres vive en asentamientos precarios alrededor o dentro de las grandes ciudades, o sea: enfrentados al martilleo constante de que otros sí tienen todo lo que ellos no. Lo cual, a falta de mejor palabra, querría llamar miseria.

No es lo que dice la Academia: en su diccionario, miseria figura como "estrechez, falta de lo necesario para el sustento o para otra cosa, pobreza extremada". Pero lo que llamo miseria es la desigualdad brutal, concentrada en un mismo territorio, y sus efectos de enchastre y de violencia: la humillación constante. La pobreza latinoamericana no suele aparecer en un contexto de carencia, de imposibilidad: no un desierto sudanés, no un pantano bengalí. Son villeros o pobladores o favelados junto al barrio caro pomposo custodiado: pobreza con escándalo de despilfarro cerca. La pobreza común es dura pero crea vínculos, redes, tejidos sociales; la miseria de la desigualdad los rompe, deshace cualquier intento de construcción compartida. El diezmo más rico de los latinoamericanos gana más de 30 veces más que el más pobre; en España, por ejemplo, la proporción ronda el 10 a 1. La esperanza de vida de mis vecinos de Buenos Aires es de 76 años; los habitantes del Chaco, una provincia de este norte, se mueren -en promedio- a los 69. O sea: un porteño vive un 10% más que un chaqueño -y la proporción es parecida si se comparan habitantes de San Pablo y Alagoas en Brasil, o Lima y Cuzco en Perú. Muchas otras cifras podrían decir lo mismo: pedestre, suelo creer que nada es más decisivo que vivir o no.

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Digo: miseria. Una sociedad que produce el triple de los alimentos que precisa -pero uno de cada seis chicos sigue desnutrido. O, dicho de otro modo: aquella bodega con sus Château Mouton-Rothschild en medio de la selva de chiringuitos falsos. Eso es, ahora, todavía, América Latina. Y así nos sigue yendo. -

24/11/09

(In) seguridad jurídica bananera



EL MALCONTENTO


Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Todo empieza con las bananeras, sí. Miento, todo empieza con la conquista, pero eso es más atrás. La “legalidad” que nos interesa comienza con las bananeras, o cuando amplias porciones de un territorio como este fueron regaladas a las bananeras. Igual sucedió en el resto de Centroamérica y eran ellas, las bananeras, las que ponían y quitaban gobiernos, las que dictaminaban parte de la política, las que acomodaban las leyes a su antojo.

De ahí viene el muy despectivo calificativo de repúblicas bananeras, que ha quedado en la historia de la semántica desagradable para denominar a todos los países con escasa gobernabilidad y menos soberanía.

Bueno, acá, en Panamá, las bananeras ocuparon miles de hectáreas en Chiriquí y en Bocas del Toro y jugaron con el territorio como quisieron. En Bocas, el Estado era la United Fruit Company y fue ella la que en los 60, supuestamente, vendió terrenos a Ganadera Bocas, a la familia Guardia.

El inicio de la supuesta legalidad que ahora reclama Mario Guardia en su litigio con las comunidades naso de San San Drui y San San está viciado.

En aquellas épocas, las tierras se vendían, compraban u ocupaban sin importar si sobre ellas moraban personas. Tratados como animales o, en el mejor de los casos, como mano de obra, los indígenas o los colonos pobres eran invisibles, un pequeño problema a extirpar cuando fuera necesario.

La seguridad jurídica funcionaba para un lado, como ahora, no para el otro. En este pequeño cuento que les echo llega el momento de la democracia, del nuevo estado de derecho, de la Constitución, de los convenios internacionales, de la supuesta justicia social. Pero este nuevo Estado se funda sobre las cenizas del viejo, del régimen del gamonal y de las cuatro familias que a la sombra de los colonizadores –españoles primero, colombianos después y, finalmente, estadounidenses disfrazados de Canal, de banano o, ahora, de AES– siempre se han beneficiado de la explotación de sus connacionales. Esas ruinas sobresalen demasiado, aún hoy.

El pasado jueves, sin que mediara orden judicial alguna e ignorando ocho meses de negociaciones, protestas y mediaciones nacionales e internacionales, el gobernador de Bocas del Toro, Simón Becker, a modo de virrey colonial, desalojó con 150 antimotines a estos nasos de la ribera del río Drui. Fue violento, desproporcionado, el uso de la fuerza e ilegal. Pero… qué más da.

El Estado da seguridad jurídica a los grandes inversionistas o a los mafiosos que lavan plata o a la familia –que para eso lo es, aunque luego la detengan en aeropuertos charros–. No hace lo mismo con los ciudadanos de cuarta, la mayoría del país, los excluidos, los que solo valen si son obreros, limpiadores de rastrojos, de casas, jardineros: no ciudadanos que exijan sus derechos, no miembros de pueblos originarios, no madres dignas, no hombres valerosos.

Las organizaciones y los abogados que colaboran de manera solidaria con los nasos –“desestabilizadores” los llaman algunos– van a interponer acciones legales contra el ministro Rambo Mulino y contra las otras autoridades implicadas, pero la justicia es lenta y no corre cuando se trata de indígenas perdidos en la provincia sin ley que es Bocas. Mientras… la resistencia, tratar de aguantar el tirón, las mentiras de los funcionarios –¡Mulino ha llegado a decir que los nasos tienen comarca!–, las trampas que trata de tender política (anti) indigenista…

Nada más… bueno y agradecer a los ciudadanos y a los medios de comunicación que ahora sí entienden que la lucha de pueblos como este, o como la de los cuatro que resisten en Charco La Pava, o la de los que no se han dejado comprar en Coclesito y tantos a lo ancho y largo del país es una pelea por el futuro de todos. Estos días, los nasos no se han sentido solos. Guardia, si es que tiene amigos, sólo escucha el silencio de su no–conciencia; Mulino, el ruido de su saña contra los que son del pueblo pero no tienen zapatos; Becker, el atronador rumor de los vendidos; José Isaac Acosta, la bulla de la vergüenza de traicionar a los suyos... Ojalá puedan dormir en paz, no como las 200 personas que se mojan y sufren desde que les tumbaron, por segunda vez, sus casas.

Ponte al día de la resistencia Naso



Hemos creado un blog donde ir volcando toda la información que vamos consiguiendo desde San San y San San Drui donde los Naso resisten contra la violenta agresión del Estado y de Ganadera Bocas. Participen... es una forma de colaborar.
Un abrazo
Para entrar hagan click acá

¿Escribiendo en francés?

Qué bueno que lo traducen a uno, imaginen sino escribir todo eso en ese idioma... ni de broma. Comparto con ustedes un artículo reproducido en Courrier International

19/11/09

Gases lacrimógenos y violencia en comunidades Naso

Panamá, 19 de noviembre / 17:25

Gases lacrimógenos y violencia en comunidades Naso

Después de dos horas de resistencia, unas 150 unidades de la policía, entre ellos decenas de antimotines, entraron a la comunidad de San San Drui escoltando a la maquinaria de la empresa privada Ganadera Bocas para arrasar con la comunidad reconstruida. Los agentes de policía dispararon gases lacrimógenos sin importarles las decenas de menores de edad y mujeres presentes en 'La Trinchera' y destruyeron las endebles edificaciones que las comunidades Naso levantaron tras el anterior desalojo violento del 30 de marzo.
Sin ninguna orden judicial y respaldados solo de la rbitrariedad del Gobernador de Bocas del Toro, Simón Becker, y la arrogancia del Ministro de Gobierno y Justicia de Panamá, José Raúl Mulino, el estado ha violado todas las leyes y ha dejado a la intemperie, en plena época de lluvias a unas 200 personas que según testimonios de la zona están "casi sin comida y sin ningún lugar donde protegerse del agua". Los moradores están reagrupándose ahora después de los momentos de terror vividos y con la amenaza de una posible detención -también sin orden judicial- de 10 de los líderes Naso más significativos.
Esto es un crimen contra los derechos básicos de los ciudadanos y un atentado directo contra los derechos de los pueblos originarios. El Gobierno de Panamá utiliza las vías de hecho.

FIRMA: SOLIDARIDAD NASO

Breve crónica de la dignidad



(Hoy 19 de noviembre, en este momento, 200 policías amenazan de nuevo a los Naso. Estas notas fueron tomadas el lunes 16)

Pánfila ha destartalado su ya precaria vivienda para evitar que, como el pasado 30 de marzo, las máquinas de Ganadera Bocas retuerzan el zinc que para la lluvia hasta hacerlo migas de metal. Lleva días sin dormir del temor y, sin embargo, ahí está, con sus hijas, esperando lo peor y rezando por lo improbable: una solución justa al pleito por el territorio que habitaron sus ancestros y que ahora parece destinado a ser pasto de vacas.
Hoy es un día extraño. Se supone que el desalojo debería haberse producido pero aún no llega. Cierto alivio se respira en el ambiente, aunque la tensión es más pegajosa que el calor o el lodo que conduce de Guabito a San San y San San Drui. La comunidad está reunida, como desde hace ocho meses, combativa aunque calmada, enfadada pero prudente. Tomamos una sopa de calabaza y pollo, quizá para tragar saliva antes de escuchar al presidente de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Asamblea Nacional, el diputado Leopoldo Archibold, hablar mierda, literalmente mierda. Verlo tratar a estos ciudadanos como a atrasados mentales, decir que él no puede hacer nada como si no tuviera el cargo que tiene, fanfarronear de haber sido capaz de caminar 40 minutos entre lodo para llegar ahí sin pensar que eso es lo que tienen que hacer todos los días estos hombres, mujeres, niñas y niños si quieren salir de la comunidad….

¡Ay Emilia! Cuando llega su turno de hablar ante el diputado se planta firme y asegura en Naso que no sabe expresarse en español. Le habla con palabras de sangre que conmoverían a cualquiera, que harían moverse cualquier espíritu sensible, humano quizá. No es el caso. Los políticos –los últimos empleados de los oligarcas y los empresarios- no pueden tener alma porque de tenerla vivirían dándose asco a si mismos. Emilia habla y con ella habla el viento y estas tierras en las que ella siembra sin prisa.

En Drui no habrá decoración navideña. Lo más probable es que no haya ni tan siquiera Navidad. La decoración son tres telas horizontales que rasgan la vista de quien sabe su significado. La más alta es la blanca. Habla de paz, de negociar, de llegar a acuerdos por las buenas. Abajo, al mismo nivel, como presintiéndose mutuamente, una tela roja –la de la sangre- y una negra –la de la muerte-. En esas estamos y nadie sabe que vivir sin dignidad a veces, muchas veces, no es vida.

Fernando no es Naso; Mingo tampoco. Ambos están en la trinchera porque entienden que en esta lucha entre el modelo explotador, capitalista y antihumano y el que entiende la tierra, al ser y a sus necesidades nos la jugamos todos. Son menos de los que deberían, la mayoría de la humanidad está de espaldas a esta guerra de ¿baja intensidad? Que puede hacer reventar todo por los aires, pero son la esperanza de la dignidad: cuando la hermandad nace de forma generosa sin más pago que un abrazo o una mirada de amistad.

14/11/09

Homenaje a Lupita

EL MALCONTENTO


Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Es extraña esta mujer. Única quizá en esta especie de medias tintas y fingidas verdades. Cuando hay una reunión o un encuentro, suele permanecer callada, con cara de pocos amigos, a veces pareciera que adormecida.

Espera hasta el final y suele comenzar diciendo: “yo no tengo nada que decir…” y ese es el presagio de un torrente de sentido y razones.

No ha ido a universidades ni ha tenido la oportunidad de leer o de ver cine de calidad para conformarse una idea de este mundo en el que ella sabe de sobra a qué sabe la injusticia, cómo duele la humedad, lo costosa que se torna la dignidad.

Sin embargo, su voz es un recordatorio, una urgencia, una consigna para poder vivir. No entiende de los argumentos que suelen guardar en el forro del saco los encorbatados que nos dirigen, ni gusta de la cobardía disfrazada de prudencia.

Por eso, me cuesta tanto imaginármela trabajando en uno de los casinos u hoteles que recomienda el sí estudiado y privilegiado Samuel Lewis Galindo para lo que él llama “reservas indígenas”. Como este prócer de la patria indica “los indios, (…) son los responsables de (su) falta de integración de la comunidad al resto del país”.

Y la “india” naso Lupita, esta mujer de manos infinitas y corazón en sangre, si es tan inteligente como yo creo, jamás querrá integrarse con unos seres como el banquero y político que considera a los habitantes originarios de Panamá casi como atrasados mentales sin capacidades ni inteligencia para salir de la pobreza y el “atraso”. ¿Para qué integrarse con los que sí han robado al país desde que nosotros tenemos memoria? ¿Para qué aspirar a ser occidental, acumuladora, egoísta, vil?

La mirada que reflejó el también articulista Lewis Galindo en un periódico local es similar a la que los gringos tenían de la mayoría de panameños cuando eran potencia colonial de facto; quizá, sea parecida a la que muchos “inversionistas” extranjeros se reservan en público pero practican en los negocios: un país casino, una Cuba de los 50 mucho menos grosera en las formas, donde se deja jugar a algunos locales –como Samuel Lewis Galindo– como empresarios y se considera al resto de ciudadanos empleados potenciales para dar servicios a los jubilados y turistas ocasionales que eligen este paraíso estable económica –solo porque hay dólar– y políticamente –solo porque no hay uniformes–.

No sabe Lewis Galindo –pobre, parece que no sabe mucho de la vida real fuera de los muros de su universo privado– que Lupita está luchando por él. Que con su pelea por el territorio y la cultura está defendiendo lo que queda de dignidad y de auténtico. Sería bueno sentarlos juntos una tarde, en la ribera del río Drui, cuando la brisa suaviza las aristas del calor y el rumor de los niños chapoteando matiza la crueldad de esta vida a pisotones. Me los imagino charlando y, si el empresario se olvidara de todos sus prejuicios y se abriera a otro conocimiento, estoy seguro de que él también quedaría atrapado por la magia de Lupita: la de la sinceridad. Habría que llevar cuidado para que la dosis de humanidad no fuera excesiva para un hombre ya entrado en años y gélido en alma. Pero seguro que la “india” sabría donde parar.

Escuchaba hace poco una grabación en la que Lupita argumentaba como madre y como ser humano, alejándose de las supuestas razones que la ley le da al ganadero Guardia o a quien quiera quitarle su tierra de maíz y yuca o su casa de madera y palma. Leía también en estos días al religioso Isidoro Macías, que ayuda a los emigrantes indocumentados que llegan en bote a las costas españolas. Cuando le preguntaban sobre si no le daba temor estar violando las leyes al acoger a gente fuera de la ley, él respondía: “De leyes no entiendo mucho. Además las cambian cada poco. La única ley que me sirve es la del amor y esa no me la he saltado jamás”.

Necesitamos más Lupitas y más Isidoros… A ellos no los nombrarán empresarios del año, ni les darán distinciones presidenciales, pero seguro que nuestro planeta sería más amable y más hermoso de abundar estos personajes en lugar de los Lewis Galindo y asociados.