28/7/09

Ya no...

Allá en Utopía los sueños no lo parecen. Una conjura de tripas que han dejado atrás las enfermedades de hoy construye un mañana tan cierto como desconcertante. La fuerza de la vida se esconde en el camino de lodo y espinas que comunica un espacio con el otro, un ser con los otros seres. Falta oxígeno en Utopía y sobra respiración. Acompasados los alientos, las nubes de altura anuncian un mundo donde ya no, YA NO.
Ya no más competencia ruin por algo de dinero o de plástico disfrazado de bienes; ya no más angustias camufladas de estrés en un día a día ensombrecido; ya no más miedo, ya no más miedo, ya-no-más-miedo a ser quien uno es, a jugar sin reglas conocidas, a arriesgar un gramito de seguridad a cambio de toneladas de placidez.
Allá en Utopía nos encontramos para hablar, para ser, sin más programación que el programa de ser, con los silencios que provoca la ausencia de planes, con la voz preñada, amanecida de gentes que cargan liviano con procesos pesados.
Acá, en la jungla, otras voces se aúnan en una salita atropellada por los anhelos. Y paren, paren sin dolor, caminos que permitan seguir pensando en una tierra más benevolente. Es el tiempo de la palabra, de la palabra compartida para sembrar la única alternativa posible: la de volver a ser con el Otro, sin miedo al Otro, sin tiempo ni premura cuando se trata de ese Otro, de esos Otros que tan poco conocemos y que tanto necesitamos.
Ya no volveré a caer en la zanja del desaliento, aunque la tristeza se instale, aunque haya días de tormenta en los que cobijarse y trancar ventanas y puertas. Sólo con tu luz y con estas voces alimento la cosecha posible para la que tanto estamos trabajando.

20/7/09

Preñados de almas

Y si los juglares han dejado de cantar... cómo hacemos si las sirenas han inundado nuestros espacios y son sus chirriantes silencios los que ensordecen a los ingenuos navegantes.
Y si los escribas han dado un golpe de estado en los anaqueles de la narrativa... cómo afrontamos este delirio gris de noctámbulos exabruptos donde solo palabras juntas inundan los espacios donde antes hubo poesía.
Y si las musas han entrado en huelga de hambre... qué le hacemos a esta anorexia creativa que nos hace repetir el bucle de desdichas.
Y si nos revelamos... y si no dejamos que nos dejen ser tan estúpidos... y si se nos ocurriera volver a abrazarnos, a tocarnos, a lamernos como animales deseosos del otro... qué ocurriría si volviéramos a ese tiempo intuitivo en el que no había dioses ni científicos, en el que ser no era deber ser ni ser para deber.
Y si nunca existió ese tiempo... tocará inventarlo. Porque de estos desiertos ya estamos hastiados y preferimos preñarnos de almas antes que renunciar a la manigua. Sea así y que de este modo quede reseñado.

18/7/09

Paseo por el apocalipsis o el reflejo cotidiano

Me escondo del apocalipsis en este pliegue silencioso. Acá, donde sólo el rumor de la ciudad y sus cartones puede llegar como agua que corre entre piedras redondeadas por el tiempo. Camino, caminaba, por entre callejones que huelen a orines y desengaños, poblados de mil abalorios y cientos de cristales para protegerse del sol, de putas soñolientas, de putos bien despiertos, de latas rentadas, de pobres sorbiendo la sopa recalentada que les venden otros pobres, de historia, de historias que no serán contadas por no merecer si quiera palabras en su honor. Autodestruidos ya, creen los rumores que luchan contra el tiempo. Mientras, desde acá, todo parece innecesario, incluso impostado, decorado donde seres ya muertos fingen vivir cuando beben cerveza caliente o cuando besan o cuando compran cebollas en una oferta de saldo. Después de caminar, de haber caminado, solo queda el sudor fijado en la entrepierna del pantalón ajado, algunos olores a miel, a canto religioso, a sangre incolora de mirtos. Todo es tan irreal como lo parece, incluso yo, observador silencioso cansado de tanto hablar para quedar inmovilizado. Es tan irreal que no hay nada más tangible, nada más pesado, nada más poderoso. El Apocalipsis no es, no ha sido, no parece que vaya a ser, una bola de fuego lanzada por un dios juguetón, ni una luz cegadora llegada del más acá. Más bien, y prescindiendo de todo drama, tiene pinta de estar compuesto de nuestros mismos genes, así de normalito, así de dentado.

16/7/09

Comisuras

En-la-ventura-de-tu-sonrisa-he-abandonado-mi suerte. Y allá, sin saber cuál de las comisuras elegir para instalar salita y sofá-cama, pretendo dedicarme a deshojar lechugas, abanicar inviernos sembrados de polos de limón hechos en tu nevera, calentar el fuego de las luchas venideras, reivindicar el derecho inhumano de creer en la Humanidad -así con mayúscula, como en los setenta-, rodear tus pezones con cautela sin dudar de sus intenciones, escribir en tu piel algo tan pomposo y real como "Sólo en este cuerpo, el universo cobra sentido", atarme la plomada a los pies y no dejar que las mareas me muevan de tu costado...
En-el pliegue-del-camisón-que-nunca-vistes-he-perdido-el-sentido. Y desde allí, turbado y orientado de más, comenzaré a construir mis sueños más atrevidos, a provocar los vientos que inflen tus velas y te empujen hasta este puerto de río y hasta estas piedras limadas por el tiempo y tu recuerdo, a oficiar la liturgia de este amor sembrado hace siglos pero con olor a fresca hierbabuena, a fruta aún aferrada a la rama vital de tu presencia.
Dispuesto-a-la-razón-de-mis-delirios. Sin dudas en esta adolescencia de melcocha, estoy tejiendo laudes y cobijas en las que hacer sonar la melodía que atrapas y que acontece en tus silencios.
Todo ello, sin dudar de la necesidad imperiosa de existir, a pesar de la la terrible terquedad de este planeta desalentador en el que, descontando tanta mina quiebrapatas y tantos volcanes anestesiados, corresponde derrotar a los oráculos siendo inconmensurablemente -esta palabra tan indigesta- felices -esa meta de extrema agilidad-. Gracias -si-escuchas-este-rumor-tan-estruendoso.

Monos y espejos

El bosque está vallado. La ciudad lo rodea de bullicio y ansiedades. La masa verde se apeñusca y solo una puertecita verde, menuda, metálica, oxidada, hace de entrada a este universo de olor y rumor, de vida diminuta alojada en esos gigantes palos que sobresalen buscando el sol. Los monos, que también los hay, no osan a atravesar el muro, juegan en el límite buscando comida industrial -la novedad siempre es un juego- para luego saltar de nuevo a las ramas de su encierro. Ellos no lo saben, pero son prisioneros. Tampoco nosotros, monos útiles, autoextrañados de ser quiénes somos, inconscientes de ser jugadores y cómplices, piezas necesarias de un mecanismo aceitado con la sangre de la exclusión. Miro el muro desde el humo que quemo en estos pulmones que destilan incomprensión. Miro los monos y miro el espejo. Me miro y,
cuando me reconozco, tan inerme, tan espantado ante los horrores, cedo al cansancio y los huesos se repliegan en maniobra defensiva.
Saltar la cerca es arriesgarse a ser atropellado por la velocidad y los neones. Quedarse agazapado en la protección de la manigua no es más que comer de la mano de la seguridad mentirosa. Fuera, además, no hay diferencia. La aparente libertad obliga a movimientos más certeros pero igual de erráticos: cadáveres de la democracia consagrados a trabajar desde el amanecer para poder comprar en la noche el tiquete de las vacaciones -temporales, siempre temporales-

14/7/09

Olvido, velocidad y despeine

EL MALCONTENTO

Elogio a la lentitud

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Llevo un buen rato parado. No estático, sino inactivo, tratando de no hacer nada para detener el tiempo. Y es que, aquejado de un vértigo inducido, el ser humano de nuestro siglo tiene el peligro de olvidar quién es en una amalgama de actividades y entretenimientos que lo excluyen del entendimiento.

Acá, parado se ve todo mejor. Un móvil colgado en el balcón de unos vecinos marca mi tiempo en estos días: armónico, lento, telúrico, casi un mantra recetado para invocar y frenar. Kundera escribió que el “grado de rapidez es directamente proporcional a la intensidad del olvido”. Rápido, rápido, que no nos atrape el recuerdo, que los acontecimientos no tengan posibilidad de echar raíces, que la polvareda que provocan nuestros neumáticos envuelva todo en una nebulosa incierta…

Observo con calma el libro de fotografías tejido por un viejo conocido que dedicó 18 años de su vida a capturar instantes de un solo espacio. El resultado es inquietante por inusual en tiempos en que se escribe un libro en un suspiro y al suspirar todo lo que contiene se deshace en polvo anodino. Y… como motores imprescindibles de esta velocidad amnésica, los medios de comunicación. Explica de manera magistral Pablo Fernández Christlieb que “(…) con la implantación de la rapidez, la historia se pulveriza en una sucesión de eventos anodinos: este tipo de historia se llama noticiero, que consiste precisamente en la presentación de sucesos hecha con atomizador, una ráfaga de datitos impactantes, de preferencia espeluznantes, que tiene la doble ventaja de que uno se puede informar de lo que pasa en el mundo e inmediatamente se puede olvidar de lo que pasó”. “La vida ya no acontece: solo acaece”.

Uno, que ha vivido y vive de contar o que acaece, sabe además que todo está aliñado con una serie de mitos fundacionales del periodismo: la falsa objetividad, los textos cortos (“porque el público ya no lee”), el directo engañoso, las exclusivas, el monopolio de la verdad… No narramos, solo hacemos listados de sucesos incapaces de interpretarlos o tan siquiera entenderlos.

Acá, parado, me entra el vértigo al pensar en el olvido y la manipulación: un golpe de Estado en Honduras que los articulistas de la derecha rancia latinoamericana justifican con argumentos pueriles (buena la interpretación-posición de Boby Eisenmann) que ya no está en primera página; la sangría brutal en la Amazonía peruana de la que ya no sabemos nada más, tan fugaz como un ceviche; los cientos de muertos mensuales de Irak o de Pakistán; las estúpidas muertes africanas; el drama de unos cientos de indígenas nasos en Panamá que por largo en el tiempo genera olvido; el demencial espectáculo mediático con cada muerto encontrado en la cuneta; la corrupción acumulada en una lista interminable de casos que por amplia no permite que la retengamos…

Günther Anders tenía razón cuando indicaba que el mal de nuestro tiempo es la pobreza de nuestra imaginación, incapaz de visualizar las consecuencias de nuestros actos como seres humanos –¿cuáles son las terribles consecuencias de todos esos acontecimientos olvidados?–. Esa incapacidad genera un autoextrañamiento, un sentir que nada tiene que ver con nosotros, un olvido de la condición de miembros de esta sociedad. Si no, pregunten a los miles de ciudadanos que han sido asaltados en sus impuestos y en su buena fe en la magna obra de la cinta costera y que sin embargo la visitan en masa para disfrutar un poco de la contaminación de los carros, el mal olor de la bahía, el deporte de riesgo de atravesar seis carriles esquivando diablos rojos y para llenar de basura unos jardines con forma de campo de golf que nadie quiere cuidar. Velocidad, rapidez, acontecimientos que se suceden y que convierten los escándalos en pequeños cabreos matutinos que con el anochecer se diluyen en el sancocho del olvido.

Acá, parado en el silencio, intuyo que el problema no es de palabras o de contenidos, sino de la velocidad a la que estos pasan. El genio Le Corbusier aseguraba en 1924 –como recuerda Pablo Fernández– que la velocidad citadina es de “16 kilómetros por hora” ya que esta es aún una velocidad gentil, acorde con los pies, los ojos y los pensamientos de la gente. Esa es la velocidad media de una bicicleta y nosotros, estimados lectores, nos empeñamos en vivir a la velocidad de los trasbordadores espaciales.

10/7/09

Hermandad




No hay tiempo, ni edad, ni lógicas para que las almas se encuentren. Mi hermano Heriberto sigue regalándome sabiduría, tiempo, juventud... En su balcón hemos mirado el universo y lo hemos visto bien vestidito, como de domingo, dispuesto a darnos un beso en la mejilla. Otras veces, desde la misma hamaca hemos vislumbrado la cara más tenebrosa de la luna, la que deslumbra con sus luces artificiales hasta cegar a la mayoría de los seres que poblamos este estúpido planeta.
Con él, camino por las calles de un pueblo que a veces no lo parece, me baño en la fuente de la juventud para ganarle tiempo al tiempo, comparto los ingenuos sueños de justicia... solo eso: justicia.
Somos hermanos y acá -aunque él no lo vaya a ver-, modesta y orgullosamente al tiempo, le rindo mi homenaje y le doy las gracias a la vida por esa clase de regalos.

re-conexión

Por razones que no vienen al cuento, se esfumó mi computador, mi disco duro de back up y otros elementillos útiles para el trabajo y la conexión con mis amigos y amigas desperdigados como fragmentos de mi alma. Les pido que me manden un correo de re-conexión para que recupere sus direcciones de mail.
Mil gracias

6/7/09

Uno más


EL MALCONTENTO

El salvavidas internacional

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Solemos perder la perspectiva histórica. Cuánto ha avanzado este mundo de humanos en los últimos 60 años… en algunos aspectos, al menos.

La igualdad de género, el respeto por la diferencia étnica, cultural o sexual, la instalación de un discurso y una institucionalidad de los derechos humanos… Falta mucho, sin duda, pero en comparación con el universo del final de la Segunda Guerra Mundial o, incluso, con las arbitrariedades cometidas en Latinoamérica en los 70 y en los 80, vivimos tiempos en los que hay más contrapesos, más observadores, más balance, si así se puede definir.

Por eso creo y apoyo la institucionalidad por encima de los Estados nacionales. No es que crea que la OEA, la ONU, UNASUR o la Unión Africana sean la solución a los problemas mundiales de unas sociedades fundamentalmente injustas e individualistas, pero lo cierto es que cuando las miserias locales afilan las uñas solo queda como recurso acudir a los organismos internacionales. Es un salvavidas poderoso que, bien utilizado, aporta a la mejora de las condiciones de vida o a la justicia en remotos puntos del planeta.

Las medidas cautelares que acaba de solicitar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso de la hidroeléctrica Chan 75 en Bocas del Toro es un chorro de aire fresco en este contexto patético en el que en nombre del progreso se atropellan derechos fundamentales de comunidades que luchan en clara desigualdad contra empresas y Estados. No es el primer llamado de atención fuerte que recibe el Gobierno de Panamá en este caso. Unas semanas antes, el relator especial de Naciones Unidas para los derechos de los pueblos indígenas emitió un duro informe sobre cómo se habían violado los derechos de las poblaciones afectadas por Chan 75 y cómo los procesos de consulta instaurados por ley han sido trucados y manipulados –como por otra parte ocurre en la mayoría de los proyectos de “desarrollo” en el país–.

La legalidad internacional es un freno a los abusos locales, es algo así como abrir la ventana del país para que aquellos que no tienen intereses concretos en lo que acá acontece den su diagnóstico, más apegado al ideal de justicia consagrado en los convenios internacionales firmados por decenas de Estados, incluido Panamá.

Quiero pensar que el “verdadero cambio” incluye el respeto a esa legalidad extraterritorial. Hasta ahora los gobiernos panameños han hecho oídos sordos a cuanta reclamación internacional se ha recibido.

Incluso, en el tema abierto de los indígenas nasos que siguen protestando en Plaza Catedral por el respeto de sus derechos territoriales, el Gobierno central ha recibido varias cartas directas y confidenciales de instituciones internacionales y de organizaciones mundiales de derechos humanos exigiendo una respuesta clara y digna a este problema y la respuesta de la Presidencia ha sido el silencio o la mentira.

Sobre Chan 75 se ha escrito y hablado mucho. La empresa AES ha invertido miles de dólares en publicidad y cabildeo –no siempre limpio– para vender a los panameños urbanos las bondades del proyecto. Probablemente, si esta multinacional y el Gobierno hubieran invertido el tiempo y el dinero en tratar con respeto a las poblaciones afectadas ahora no estaríamos metidos en este embrollo.

La costumbre de nuestros gobiernos y de los inversionistas extranjeros es meter la pata y después defenderse con uñas y dientes contra esos “cavernícolas” que no quieren el desarrollo. Creo, sinceramente, que deberían mirar a Perú y evitar que las cosas lleguen a ese estado. Allá, el terco presidente ha cedido a lo que el pueblo exige después de que muriera una treintena de personas. No es necesario. Defender la soberanía del país es defender no solo los recursos naturales de Panamá, sino los derechos fundamentales de su población y si no se hace por voluntad propia, para eso están los organismos internacionales. La soberanía no es regalar nuestros ríos, minerales o costas, sino explotarlas de manera razonable y para el beneficio de la mayoría. No es lo que ocurre.

Estamos a tiempo de hacer las cosas bien en otros proyectos como Bonyik, Petaquilla, Chorcha, las atuneras industriales, las decenas de proyectos inmobiliarios agresivos –como las islas del “paraíso” frente a Punta Pacífica– o, incluso, en Chan 75… si el cambio es cambio deberá ir por ese camino. Si no… será más de lo mismo: un gobierno elegido por el pueblo que se vuelve contra este; palabras vacías hablando de justicia social e intereses privados gobernando lo público. Ojalá mi pesimismo crónico no tenga razón.

La rabia de las élites

Leer estos días los artículos de opinión de los columnistas de derecha de Latinoamérica es un viaje al pasado. Justifican el golpe de Estado en Honduras y en sus ojos inyectados de rabia y odio solo se refleja el complejo de clase y la negativa a aceptar que los tiempos han cambiado., ¿O será que no han cambiado? Cuatro familias apoyadas por milikos pueden tumbar la institucionalidad de un país con la complicidad de los medios silenciosos... parece que nada cambia y es una buena advertencia para los optimistas que creen que no hay marcha a trás en la 'democratización' del hemisferio. En Panamá, Martinelli anuncia una cruzada para demostrar a la 'izquierda' que la propuesta privada y privatizante es mejor, mientras la policía reprime a las comunidades indígenas para las que la Comisión Interamericana de DDHH pidió protección; en Honduras, el pánico a un aliado de Chávez (oligarca Zelaya también) está haciendo vivir al país una pesadilla de represión y cuarteles....
La rabia de las élites es incontenible y su seguridad es absoluta... los demás... o escondidos o peleando en trincheras tan profundas que a veces parecen tumbas.

Del martes 30 de junio


EL MALCONTENTO

Toma de posición

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Unos toman posesión y otros tomamos posición… qué más remedio nos queda en este sistema democrático en el que durante los próximos cinco años el presidente tiene poderes de virrey y el pueblo anteojos mal graduados. Díganme si no… ahora el (ex) presidente Torrijos paseará por nuestras calles tan fresco como Moscoso o Pérez Balladares y, al igual que ellos, sus cacicadas, corruptelas y actos de nepotismo pasarán a la memoria colectiva como bochinches porque la Justicia no las traducirá en penas.

Pero es el turno de la cadena de frío y eso hay que respetarlo. Algo más del 60% de la población creyó en su no propuesta y ahora habrá que ver qué hace con esa cuenta de ahorros abierta en el mercado de futuros y neblinas. De momento, y por si acaso, yo tomo posición y le indico al nuevo presidente –que seguro está muy pendiente de estas palabras– algunos de los retos que tiene por delante si no quiere rematar la venta de garaje de su antecesor.

Gestión territorial. La cosa es de moratorias. El Estado debe parar inmediatamente todos los procesos de venta o concesión de tierras de los panameños hasta auditar lo hecho hasta ahora y hasta tener un plan de ordenamiento territorial de todo el país que logre compatibilizar las inversiones públicas y privadas con el respeto a los recursos naturales y, especialmente, a los derechos de la población afectada. Ya está bien de repartir el cake y luego venderlo como si fuera un acto patriótico por el desarrollo.

Desarrollo humano. La pregunta es clara: ¿Desarrollo económico y estadístico a secas o desarrollo humano y democrático real? La pavimentación o apertura de calles, la energía eléctrica, el acueducto o el centro de salud por sí solos no sacan a nadie de la pobreza o de la exclusión (si no me creen visiten muchos de los pueblos del país que “gozan” de estos adelantos desde hace décadas). El tema es más complicado. Fomentar y aplicar de verdad los mecanismos de participación ciudadana (las consultas públicas, por ejemplo), incorporar a las comunidades al diseño de presupuestos municipales y de los proyectos que les afectan, fomentar la fiscalización social de los proyectos públicos… todos estos elementos construyen la red que saca de la exclusión. Lo demás: caridad o populismo.

Modelo de país y de capital. Solucionadas las dos cuestiones anteriores (hoy voy de milagros), hay que pensar qué modelo de país y de capital (teniendo en cuenta la población y los recursos que concentra) queremos para el futuro. Hasta ahora es un país de centros comerciales, inversiones especulativas y casinos, con lo que ello comporta de imán para el lavado de dinero, narcotráfico y otros “juegos” conexos… ¿o somos tan ingenuos para creer que la inseguridad y la violencia la provocan los excluidos barriales? Fomentar un urbanismo con el suficiente porcentaje de espacios públicos, pautas de vida sana, inversión fuerte y sostenida en la creación de capacidades creativas, una apuesta por la cultura y por el fomento de la identidad nacional, la búsqueda de un modelo de ahorro energético, normas para la construcción sostenible y no destructiva de recursos… el paquete es amplio pero posible. Solo hay que decidir qué país y qué capital se quiere y comenzar a trabajar con un plan que exceda la legislatura.

Reforma política e institucional. Está claro que el modelo político del país está agotado. La Asamblea Nacional sin prestigio ni autonomía, el aparato judicial carcomido por la impunidad y la carestía económica, el sistema electoral en permanente cuestionamiento por la falta de transparencia en las donaciones y por las profundas limitaciones a los candidatos independientes, muchas de las instituciones autónomas mermadas en capacidad y credibilidad… no sugeriré una asamblea constituyente –uno de los vicios más redundantes en Latinoamérica–, pero sí considero que el sistema puede ser reformado desde dentro si el cambio es realmente cambio y aplica sus mayorías.

Sé que todo lo que estoy planteando –y lo que falta y que jamás entraría en la camisa de fuerza de un artículo– no se va a realizar, pero siempre me gustó hacer cartas al Niño Dios o a los Reyes Magos, depende de la latitud donde me encontrara. Lo que quiero señalar es que todos y todas debemos tomar posición y defender el Panamá en el que creemos. Es mentira que no hay otros modelos de desarrollo, es mentira que no hay otras formas de hacer las cosas. También creo que es mentira el cambio reguetonero que nos han propuesto y que se nos vienen cinco años duros, pero quiero estar equivocado. Deseo profundamente que el presidente y su equipo nos sorprendan y prometo que, si así es, acá lo reconoceré y felicitaré el rumbo tomado. Las posiciones existen para modificarlas.