28/9/17

P.


La marea está lejos y los profetas anuncian que no volverá. Es un alivio para el planeta que nuestra humedad seduzca a la arena para que el orden de los tiempos no atrase la aguja del vaivén incesante de la vida.

Ω

La habitación es minúscula, pero todo parece seguir un orden: la cama de pino lacado con las sábanas tensas como arco de violín; el interruptor que aligera el esfuerzo de bajar y subir persianas a la nada; el pequeño escritorio sin mota de polvo en el que escribir un poema erótico tapado hasta las cejas; este armario dispuesto para camisas pero con aspecto de armero de temporada en Cáceres; el grifo sin pérdidas y las almohadas sin grumos de memoria… Todo está en orden y, a pesar de ello, no logro imaginar un abismo más incierto que este en el que falta tu voz, tu miedo, tu sonora forma de perfumar mi soledad.

Ω

Cuando los tiempos impiden que esté en ti sin calendario me pregunto cómo es posible vivir sin el lento gemido en el que me multiplico. Cuando nuestra cama vuelve a hundirse ante nuestro-ser-así-dentro entiendo que no hay horas malas para la buena nueva. Siempre nueva.






3/9/17

Para P.


La silueta de tu presencia lidia con tu rastro. No se diluye, no busca rutas alternas, no sube en autobuses ni en tranvías. Jamás transita en dirección al ruidoso abismo de los atascos y las derrotas. La silueta de tu presencia es una ausencia presente, un siempre-estar-ahí tenue y poderoso que me enraíza en lo posible.

Ω


Hoy se acaba el mundo y una estúpida tranquilidad me hace buscar el tacto intacto de tus nalgas. Es, quizá, una manera de aferrarme a la vida que se diluye sin remite, o, podría ser sólo un síntoma de demencia lúcida esta actitud de buscar el lunar indecente de tu cadera cuando el colapso se presenta con las lentas garras de este oso perezoso con saco y corbata. Hoy se acaba el mundo y yo, absurdo, lúcido como nunca, en la rendija de tus besos, siento que comienza todo.