La marea está lejos y los profetas anuncian que no volverá. Es un
alivio para el planeta que nuestra humedad seduzca a la arena para que el orden
de los tiempos no atrase la aguja del vaivén incesante de la vida.
Ω
La habitación es minúscula, pero todo parece seguir un orden: la cama
de pino lacado con las sábanas tensas como arco de violín; el interruptor que
aligera el esfuerzo de bajar y subir persianas a la nada; el pequeño escritorio
sin mota de polvo en el que escribir un poema erótico tapado hasta las cejas;
este armario dispuesto para camisas pero con aspecto de armero de temporada en
Cáceres; el grifo sin pérdidas y las almohadas sin grumos de memoria… Todo está
en orden y, a pesar de ello, no logro imaginar un abismo más incierto que este
en el que falta tu voz, tu miedo, tu sonora forma de perfumar mi soledad.
Ω
Cuando los tiempos impiden que esté en ti sin calendario me pregunto
cómo es posible vivir sin el lento gemido en el que me multiplico. Cuando nuestra
cama vuelve a hundirse ante nuestro-ser-así-dentro entiendo que no hay horas
malas para la buena nueva. Siempre nueva.