La crisis económica que vive el Estado español ha develado
una crisis sistémica del modelo político y de las formas de relación entre las
instituciones y la ciudadanía. La representación se ha convertido en delegación
y el poder político ha sido secuestrado por políticos “profesionales”
enquistados en las instituciones que se apoyan en supuestos técnicos que basan
sus decisiones en ‘datos científicos’ y en ‘verdades indiscutibles’. Mientras,
la precarización de la vida avanza, se provoca sufrimiento a miles de familias
cántabras y se culpabiliza a la ciudadanía de su propio sufrimiento.
Es urgente entrar en las instituciones por
parte de una izquierda ecologista renovada de fuerte componente movimentista que
no quiera gobernar para reformar, ni reformar para medrar. Es el momento de la
imaginación y de la verdad, de la construcción de nuevos espacios y colectivos
políticos, de probar nuevos dispositivos que nos permitan pasar del gobierno al
cogobierno y del modelo neoliberal -que abre y consolida cada día la brecha de
oportunidades- a un modelo plural donde tengan espacio diferentes formas de
economía colaborativa, de fiscalización, de acción social.
No solo son tiempos de nuevas formas
políticas –imprescindibles para recuperar el vínculo entre política y ciudadanía-,
sino de nuevos planteamientos de fondo que, partiendo del análisis de la
izquierda y de la mirada verde a la falta de sostenibilidad de la vida, nos
lleven a construcciones sociales inéditas.
Considero que la única oportunidad en este
momento de entrar a las instituciones y generar los cambios necesarios es a
través de una coalición de partidos que desde los valores de la izquierda, desde
la imprescindible mirada ecologica y con la participación significativa de
personas independientes conectadas con los movimientos sociales apueste por construir
alternativas reales al modelo político cooptado que hemos sufrido, que
seguiremos sufriendo hasta que no decidimos rescatar las instituciones que
están secuestradas por pequeñas elites ajenas a la realidad de las mayorías.
Para qué y por qué doy el paso de comprometerme con la coalición
GANEMOS JUNTXS Cantabria y ser candidato en su lista autonómica. El por qué
es sencillo: aunque siempre he trabajado por el cambio social desde los
movimientos sociales, creo que no podemos mantenernos al margen de la política
institucional cuando esta está provocando dolor real a la ciudadanía, cuando ha
cerrado las pocas vías de participación existentes, cuando legisla en contra de
las libertades y a favor del enriquecimiento de unos pocos y la humillación de
los muchos.
El para qué requiere de algunas
matizaciones sobre los principios políticos que me mueven:
-
De lo
incuestionable a otros mundos nuevos nuestros…
Reformar el modelo y no cambiarlo es aceptar que es el único
posible. La llegada de GANEMOS JUNTXS, con nuevas formas y ajena a la
‘imitación’, es la oportunidad para construir otros mundos nuestros. En plural
los mundos y en plural los nuestros, porque así aceptamos y nos enriquecemos
con la diversidad de visiones y de propuestas contrahegemónicas que, en unos
casos, ya han sido probadas y, en otros, están por pasar de la imaginación a la
acción.
-
Democratización
profunda: Llegar a las instituciones… ¿para qué? La primera tarea es la
democratización profunda de las mismas. Si de algo ha adolecido el modelo
político español es de dispositivos democráticos de gestión y de fiscalización.
Nunca se produjo una ruptura total con el modelo franquista y sólo se maquilló
el sistema clientelar para sembrar la ficción
democrática entre una ciudadanía que, realmente, no era tal. Se trata,
entonces, de cerrar la brecha existente entre la institucionalidad y la
ciudadanía, insertando a la primera en los problemas reales de la gente y
facilitando a la segunda los espacios y los mecanismos para promover o poner en
marcha las soluciones. Para ello, es necesaria la transparencia, la información
de calidad, los espacios de participación, las herramientas de fiscalización y
los mecanismos permanentes de ajuste de políticas públicas. De forma paralela,
hay que democratizar las propias instituciones a su interior, permitiendo y
cuidando la participación de las y los funcionarios en la gestión de las
mismas, fomentando la toma de iniciativas y exigiendo, al mismo tiempo, un
compromiso tal que agriete las tendencias corporativas o gremialistas fomentadas
por las propias élites.
-
Recuperar
el valor de lo simbólico…
La comunicación hegemónica está llena de
mensajes en clave simbólica que consolidan el patriarcado, el consumismo, el
individualismo o el eurocentrismo. La política es el campo de lo simbólico y
debemos luchar por recuperar terreno. Cada gesto, cada discurso, el lenguaje
utilizado, el uso de los espacios, los salarios, los equipos… todo es semiótica
política y hay que prestar mucha atención a cada uno de estos elementos. No
queremos ganar para repetir; queremos ganar para subvertir el orden simbólico
del Parlamento de Cantabria.
-
Redignificar
lo público, reconstruir lo común…
Los últimos gobiernos en Cantabria han hecho
todo lo posible para desprestigiar lo público como forma de privatizarlo total
o parcialmente. La delegación de la función pública en entidades 100% privadas
o la creación de entes “público-privados” como forma de privatización
encubierta han sido posibles gracias al descrédito de lo público, que ha sido
‘vendido’ como la simple ejecución de unos servicios para unos
ciudadanos-consumidores. La redignificación de lo público y la construcción de
lo común (donde la propiedad es pública pero la cogestión incluye a la
ciudadanía) es el camino para retomar el control sobre nuestras vidas.
-
Representantes
que obedecen…
La labor política también ha sido
profundamente deslegitimada. Una forma más de entregar el control de nuestras
vidas a empresas privadas o a pequeñas elites políticas profesionalizadas y,
por tanto, enquistadas en el poder. Para redignificar la política y darle
sentido a nuestro trabajo hay que ser conscientes de la ejemplaridad pública
que representa cualquier persona que entre en la política institucional. En ese
sentido, los símbolos, los gestos, los detalles son fundamentales y hay que
estar preparadas para un escrutinio especialmente puntilloso de nuestras
propias acciones. También hay que prepararse para evitar la conversión en una
‘élite’ o ‘vanguardia’, sino que las personas que accedan a espacios
institucionales sean conscientes de que representan a una mayoría social cuyo
mandato es renovable, ajustable y comunicable y que, por tanto, hay que “hacer
política obedeciendo” a esas mayorías.
-
La
autonomía territorial es una construcción…
La autonomía no es un estatuto ni una ley… es un proceso
inacabado que se construye desde la singularidad del territorio y la pluralidad
de quienes lo habitamos. Identificar las características singulares para
potenciarlas, insertarse en procesos estatales, continentales y planetarios
mayores y concebir todo este camino como algo imperfecto es parte clave de la
tarea a emprender. La autonomía territorial es, o puede ser, una palanca para
generar una verdadera autonomía política, comunitaria y económica. Y esa
autonomía hay que defenderla con solidez porque en estos momentos está
amenazada por decisiones e intereses ajenos al territorio (fracking, ley de
Régimen Local, TTIP… por ejemplo).
-
La política
del cuidado por encima…
Heredamos una sociedad maltrecha, con miles
de personas al borde de la exclusión, con la autoestima de otras miles
arruinada, con una creciente falta de confianza en las instituciones y en sus
funcionarios… por eso una de las primeras tareas es retomar la política del
cuidado. Un plan intenso de rescate de las personas, una política social
prioritaria y un programa de empoderamiento ciudadano pueden ser componentes de
la ecuación del cuidado que merece ponerse en la primera línea de la política
autonómica.
-
La
economía social y solidaria fiscalizada…
El modelo capitalista salvaje que impera en
nuestro territorio no puede ser desactivado sin antes construir alternativas de
empresas de economía social y solidaria con un alto grado de fiscalización
ciudadana. Este es uno de los campos en los que la imaginación y la osadía son
imprescindibles para imaginar nuevas formas de cooperativas sociales apoyadas
por el sector publico que puedan asumir la gestión de muchos de los servicios de
nuestros municipios. Debemos imaginar modelos que fomenten el trabajo
colaborativo, con apoyo técnico y soporte económico de carácter público y con
mecanismos de fiscalización sobre su funcionamiento y sobre sus finanzas donde
participe la ciudadanía.
-
Las
instituciones en la calle y la calle en las instituciones…
Rediseñar desde cero la relación de las
instituciones con los movimientos, plataformas o colectivos de ciudadanos y
ciudadanas es la base para promover nuevos y sólidos actores y comunidades políticas.
No se trata sólo de que las instituciones abran sus puertas para que ese tejido
permee en ellas, sino de que las propias instituciones rompan con la
burocratización y el aislamiento de manera paulatina y se embadurnen de
realidad.
Esos son algunos de los puntos que me hacen entrar en la
coalición sin salir de los espacios sociales en los que, habitualmente,
interactúo. Ahora nos toca lo más difícil: la coherencia. Nos toca ilusionar
sin ilusionismo. Por eso me parece irreal pensar en un programa de gobierno
detallado para exponer a la ciudadanía durante la campaña. Entre otras cosas,
porque un programa al detalle es la elitización de la política: “nosotros
sabemos lo que hay que hacer”. Más bien, considero que hay que hacer un
ejercicio de sinceridad y transparencia y transmitir la necesidad de llegar
para cambiar, de ganar para innovar, de preparar los dispositivos necesarios
para que una vez en las instituciones podamos construir entre todas y todos el
verdadero programa de trabajo. Es decir, nuestra promesa-propuesta es una nueva
política, no un nuevo recetario de políticas diseñadas en oficinas. Teniendo
esto claro, apuesto por conjugar ese discurso directo y sincero con una batería
de propuestas básicas en áreas sensibles según los principios políticos
acordados por la Coalición. Un programa que estará en construcción permanente y
será revisable y ajustable cada ciertos periodos.