25/3/15

Ilusión sin ilusionismo (o por qué ser candidato)

La crisis económica que vive el Estado español ha develado una crisis sistémica del modelo político y de las formas de relación entre las instituciones y la ciudadanía. La representación se ha convertido en delegación y el poder político ha sido secuestrado por políticos “profesionales” enquistados en las instituciones que se apoyan en supuestos técnicos que basan sus decisiones en ‘datos científicos’ y en ‘verdades indiscutibles’. Mientras, la precarización de la vida avanza, se provoca sufrimiento a miles de familias cántabras y se culpabiliza a la ciudadanía de su propio sufrimiento.
Es urgente entrar en las instituciones por parte de una izquierda ecologista renovada de fuerte componente movimentista que no quiera gobernar para reformar, ni reformar para medrar. Es el momento de la imaginación y de la verdad, de la construcción de nuevos espacios y colectivos políticos, de probar nuevos dispositivos que nos permitan pasar del gobierno al cogobierno y del modelo neoliberal -que abre y consolida cada día la brecha de oportunidades- a un modelo plural donde tengan espacio diferentes formas de economía colaborativa, de fiscalización, de acción social.
No solo son tiempos de nuevas formas políticas –imprescindibles para recuperar el vínculo entre política y ciudadanía-, sino de nuevos planteamientos de fondo que, partiendo del análisis de la izquierda y de la mirada verde a la falta de sostenibilidad de la vida, nos lleven a construcciones sociales inéditas.
Considero que la única oportunidad en este momento de entrar a las instituciones y generar los cambios necesarios es a través de una coalición de partidos que desde los valores de la izquierda, desde la imprescindible mirada ecologica y con la participación significativa de personas independientes conectadas con los movimientos sociales apueste por construir alternativas reales al modelo político cooptado que hemos sufrido, que seguiremos sufriendo hasta que no decidimos rescatar las instituciones que están secuestradas por pequeñas elites ajenas a la realidad de las mayorías.

Para qué y por qué doy el paso de comprometerme con la coalición GANEMOS JUNTXS Cantabria y ser candidato en su lista autonómica. El por qué es sencillo: aunque siempre he trabajado por el cambio social desde los movimientos sociales, creo que no podemos mantenernos al margen de la política institucional cuando esta está provocando dolor real a la ciudadanía, cuando ha cerrado las pocas vías de participación existentes, cuando legisla en contra de las libertades y a favor del enriquecimiento de unos pocos y la humillación de los muchos.
El para qué requiere de algunas matizaciones sobre los principios políticos que me mueven:

-       De lo incuestionable a otros mundos nuevos nuestros…
Reformar el modelo y no cambiarlo es aceptar que es el único posible. La llegada de GANEMOS JUNTXS, con nuevas formas y ajena a la ‘imitación’, es la oportunidad para construir otros mundos nuestros. En plural los mundos y en plural los nuestros, porque así aceptamos y nos enriquecemos con la diversidad de visiones y de propuestas contrahegemónicas que, en unos casos, ya han sido probadas y, en otros, están por pasar de la imaginación a la acción.

-       Democratización profunda: Llegar a las instituciones… ¿para qué? La primera tarea es la democratización profunda de las mismas. Si de algo ha adolecido el modelo político español es de dispositivos democráticos de gestión y de fiscalización. Nunca se produjo una ruptura total con el modelo franquista y sólo se maquilló el sistema clientelar para sembrar la ficción democrática entre una ciudadanía que, realmente, no era tal. Se trata, entonces, de cerrar la brecha existente entre la institucionalidad y la ciudadanía, insertando a la primera en los problemas reales de la gente y facilitando a la segunda los espacios y los mecanismos para promover o poner en marcha las soluciones. Para ello, es necesaria la transparencia, la información de calidad, los espacios de participación, las herramientas de fiscalización y los mecanismos permanentes de ajuste de políticas públicas. De forma paralela, hay que democratizar las propias instituciones a su interior, permitiendo y cuidando la participación de las y los funcionarios en la gestión de las mismas, fomentando la toma de iniciativas y exigiendo, al mismo tiempo, un compromiso tal que agriete las tendencias corporativas o gremialistas fomentadas por las propias élites.

-       Recuperar el valor de lo simbólico…
La comunicación hegemónica está llena de mensajes en clave simbólica que consolidan el patriarcado, el consumismo, el individualismo o el eurocentrismo. La política es el campo de lo simbólico y debemos luchar por recuperar terreno. Cada gesto, cada discurso, el lenguaje utilizado, el uso de los espacios, los salarios, los equipos… todo es semiótica política y hay que prestar mucha atención a cada uno de estos elementos. No queremos ganar para repetir; queremos ganar para subvertir el orden simbólico del Parlamento de Cantabria.

-       Redignificar lo público, reconstruir lo común…
Los últimos gobiernos en Cantabria han hecho todo lo posible para desprestigiar lo público como forma de privatizarlo total o parcialmente. La delegación de la función pública en entidades 100% privadas o la creación de entes “público-privados” como forma de privatización encubierta han sido posibles gracias al descrédito de lo público, que ha sido ‘vendido’ como la simple ejecución de unos servicios para unos ciudadanos-consumidores. La redignificación de lo público y la construcción de lo común (donde la propiedad es pública pero la cogestión incluye a la ciudadanía) es el camino para retomar el control sobre nuestras vidas.

-       Representantes que obedecen…
La labor política también ha sido profundamente deslegitimada. Una forma más de entregar el control de nuestras vidas a empresas privadas o a pequeñas elites políticas profesionalizadas y, por tanto, enquistadas en el poder. Para redignificar la política y darle sentido a nuestro trabajo hay que ser conscientes de la ejemplaridad pública que representa cualquier persona que entre en la política institucional. En ese sentido, los símbolos, los gestos, los detalles son fundamentales y hay que estar preparadas para un escrutinio especialmente puntilloso de nuestras propias acciones. También hay que prepararse para evitar la conversión en una ‘élite’ o ‘vanguardia’, sino que las personas que accedan a espacios institucionales sean conscientes de que representan a una mayoría social cuyo mandato es renovable, ajustable y comunicable y que, por tanto, hay que “hacer política obedeciendo” a esas mayorías.

-       La autonomía territorial es una construcción…
La autonomía no es un estatuto ni una ley… es un proceso inacabado que se construye desde la singularidad del territorio y la pluralidad de quienes lo habitamos. Identificar las características singulares para potenciarlas, insertarse en procesos estatales, continentales y planetarios mayores y concebir todo este camino como algo imperfecto es parte clave de la tarea a emprender. La autonomía territorial es, o puede ser, una palanca para generar una verdadera autonomía política, comunitaria y económica. Y esa autonomía hay que defenderla con solidez porque en estos momentos está amenazada por decisiones e intereses ajenos al territorio (fracking, ley de Régimen Local, TTIP… por ejemplo).

-       La política del cuidado por encima…
Heredamos una sociedad maltrecha, con miles de personas al borde de la exclusión, con la autoestima de otras miles arruinada, con una creciente falta de confianza en las instituciones y en sus funcionarios… por eso una de las primeras tareas es retomar la política del cuidado. Un plan intenso de rescate de las personas, una política social prioritaria y un programa de empoderamiento ciudadano pueden ser componentes de la ecuación del cuidado que merece ponerse en la primera línea de la política autonómica.

-       La economía social y solidaria fiscalizada…
El modelo capitalista salvaje que impera en nuestro territorio no puede ser desactivado sin antes construir alternativas de empresas de economía social y solidaria con un alto grado de fiscalización ciudadana. Este es uno de los campos en los que la imaginación y la osadía son imprescindibles para imaginar nuevas formas de cooperativas sociales apoyadas por el sector publico que puedan asumir la gestión de muchos de los servicios de nuestros municipios. Debemos imaginar modelos que fomenten el trabajo colaborativo, con apoyo técnico y soporte económico de carácter público y con mecanismos de fiscalización sobre su funcionamiento y sobre sus finanzas donde participe la ciudadanía.

-       Las instituciones en la calle y la calle en las instituciones…
Rediseñar desde cero la relación de las instituciones con los movimientos, plataformas o colectivos de ciudadanos y ciudadanas es la base para promover nuevos y sólidos actores y comunidades políticas. No se trata sólo de que las instituciones abran sus puertas para que ese tejido permee en ellas, sino de que las propias instituciones rompan con la burocratización y el aislamiento de manera paulatina y se embadurnen de realidad.


Esos son algunos de los puntos que me hacen entrar en la coalición sin salir de los espacios sociales en los que, habitualmente, interactúo. Ahora nos toca lo más difícil: la coherencia. Nos toca ilusionar sin ilusionismo. Por eso me parece irreal pensar en un programa de gobierno detallado para exponer a la ciudadanía durante la campaña. Entre otras cosas, porque un programa al detalle es la elitización de la política: “nosotros sabemos lo que hay que hacer”. Más bien, considero que hay que hacer un ejercicio de sinceridad y transparencia y transmitir la necesidad de llegar para cambiar, de ganar para innovar, de preparar los dispositivos necesarios para que una vez en las instituciones podamos construir entre todas y todos el verdadero programa de trabajo. Es decir, nuestra promesa-propuesta es una nueva política, no un nuevo recetario de políticas diseñadas en oficinas. Teniendo esto claro, apuesto por conjugar ese discurso directo y sincero con una batería de propuestas básicas en áreas sensibles según los principios políticos acordados por la Coalición. Un programa que estará en construcción permanente y será revisable y ajustable cada ciertos periodos.

12/3/15

Casquería callejera

Todo puede ser mejor. El vino, los desvelos, los bocadillos de jamón –ibérico, a ser posible-, la salud, el errático devenir de estos seres tan insignificantes. Caminamos sin mirar al frente, el suelo llama nuestra atención. Chicles pegados, alguna colilla, la pinche manía de limpiar nuestros despojos. Dejamos jirones de nuestras vísceras en cada esquina, pero los servicios municipales privatizados pasan la manguera sobre ellos: no es amable ver en la mañana nuestro intestino entre la niebla.

Todo debe ser mejor si apostamos al desaliento. A la desesperanza. A la lucidez. Mirar duele, ser duele en esta casquería tan democrática, tan falaz. Levantamos la mirada, identificamos un poste de la luz y vamos directos hacia él. Todo va a ser mejor, aunque la empresa encargada del mantenimiento haya olvidado este tramo de la vida.