15/4/15

Razones para desistir, razones para seguir


“Quienes (..) tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos”. Estanislao Zuleta


Tratar de se coherente es casi siempre difícil. Explicar sin embarrar, también. Sin embargo, me siento en la obligación de explicar mis razones para abandonar la coalición que ya no es y que durante semanas tratamos de consolidar. Si publiqué mis razones para ser candidato, qué menos que esbozar algunos argumentos al momento de la salida.
Me animé ante el reto porque creía, creo, que teníamos una oportunidad de hacer las cosas bien, una oportunidad de hacer la política de las personas, de abrir ventanas para oxigenar un sistema tan poco democrático como agresivo. Para que eso sucediera todas y todos debíamos ser generosos, perder el miedo a los otros, perder el miedo a nosotras mismas y estar abiertas a cuestionar nuestros dogmas. Esa era la tarea difícil. No lo era enfrentar a un sistema torticero creado para limitar la representación política plural; no lo es disentir con un partido en el gobierno profundamente autoritario, sordo y nocivo para nuestra sociedad; no lo sería luchar contra una opinión pública dominada por unos pocos medios de comunicación controlados por la misma élite que los financia.
Fallamos en lo más difícil. Reconozco, en lo personal, que me senté a la mesa de negociación con una pequeña mochila de imaginarios, con miedos a ser devorado, con miedo a no dar la talla ante los ciudadanos. No me generaba ninguna duda la tarea por hacer. Son muchos años de militancias en movimientos de base, muchas veces en contextos mucho más complicados y agresivos que el cántabro. Pero lo que sí me marcaba era la responsabilidad ante las personas. Si algo he aprendido en los últimos años que es en el amor y el respeto que se logra trabajando hombro con hombro con la gente de la base donde se sustenta la autoridad moral del activismo y de la política. No en los documentos sesudos o en las estrategias y tácticas de salón aprendidas de la nomenclatura oficial de los partidos.
Si desisto de la tarea electoral es porque para seguir tendría que mentir (me) y mentir a las bases y eso es la única línea que no estoy dispuesto a traspasar. ¿Por qué mentir?
Cuando firmamos el documento político que ponía las bases de a coalición entre IU, Equo y algunos independientes (con más redes de apoyo complejas y críticas que militantes disciplinados y silenciosos) creía que hablar de unidad, de paridad y de participación ciudadana plural no era mentir. Es cierto que no era un hecho aún, pero estábamos sentando las bases para que fuera posible. Cuando IU presentó su propuesta casi innegociable de documento legal para formalizar la coalición la verdad empezó a perder la batalla.
¿Qué incluía ese último documento?
  • La constatación del control de un partido en una coalición que se decía horizontal. La Coordinación Política de la coalición que quería IU incluía 3 miembros de ese partido, 1 de Equo y 1 de Ganemos (que entendíamos que eran los independientes). Cuando planteamos que esa mayoría absoluta era contranatura del pacto político, IU contrapropuso un 3-2-1 que nos sonaba razonable, aunque se guardó hasta 24 horas antes de que acabara el plazo legal para inscribir la coalición que el 1 de Ganemos era, según ellos, el mismo que “presta” la marca Ganemos y que ni tan siquiera conocemos ni reside en Cantabria. El rodillo se imponía.
  • Los socios como atrezo. El documento especificaba que la número uno de la lista (perteneciente a IU) sería la única portavoz ante el Parlamento y que además sería la elegida para la Mesa del Parlamento en caso de que la coalición se ganara ese espacio. Cuando planteamos que eso volvía a ser inaceptable (el resto de participantes en la coalición serían decorativos), IU cedió y, aunque no aceptó la portavocía rotatoria que proponíamos, sí transigía en que fuera según las temáticas. Sin embargo, una vez más, se negaba a ponerlo por escrito.
  • La participación como promesa y no como práctica. En el documento legal, el único reclamable ante instancias oficiales, no aparecía ni una sola referencia a las instancias de participación y fiscalización ciudadana de la labor pública de los cargos electos. Propusimos una frase para que quedara consignado y darnos tiempo luego para desarrollar esos mecanismos. Tampoco IU quiso incluirlo.
  • El dinero, el maldito dinero. La propuesta en que coincidía con Equo era que del dinero de la subvención electoral, una vez recuperada la inversión en campaña, los partidos se repartieran entre el 60 y el 70% pero que, al menos, entre un 30 y un 40% fuera destinado para crear las plataformas digitales y presenciales de participación ciudadana de las que debía emanar el mandato de los cargos electos. ¿La respuesta de IU? Sí, quizá, pero no lo ponemos por escrito. Sin embargo, sí insistieron en mantener por escrito que si un cargo electo abandonaba la coalición pero mantenía el acta de diputado debería pagar la parte proporcional de la campaña electoral (varios miles de euros). Para una coalición de izquierdas, mercantilizar un cargo público parece inaceptable, pero además ese párrafo estaba destinado al número dos de la candidatura (es decir, para mi). Una clara muestra de (des) confianza.


Hasta que este documento apareció en la mesa (el martes 7 de abril) todos habíamos tratado de construir un clima de confianza. IU entendiendo que algunas asambleas locales de Equo no entraran a la coalición; Equo y yo aceptando el nombre Ganemos a pesar de lo oscuro de la operación en la que se pide prestado el nombre a alguien que quiere capitalizar los procesos sociales y políticos en todo el país; IU aceptando que no todos los puestos principales de las listas electorales fueran para ellos (aunque había sectores de ese partido convencidos de merecerlos), el resto aceptando que las personas independientes propuestas por IU tuvieran estrechísimo lazos de relación con IU o que la número uno de la lista no nos dirigiera la palabra en la práctica.
Ese día 7 todavía pensaba que la coalición salía adelante, porque volvimos a ceder todos en la mesa para poder tener el miércoles 8 en la mañana un documento matizado que todos pudiéramos firmar. No fue así. IU estiró el plazo acordado hasta el jueves para devolver un documento sin cambios que contravenía de frente el acuerdo político que hicimos público al presentar el proyecto político. No había margen: o aceptábamos sin rechistar que esta era una condición con vagones de primera y segunda clase o renunciábamos al proyecto. El mismo miércoles 8 envié un correo a IU y a Equo en el que planteaba que superáramos estas diferencias de forma (pero que tenían mucho fondo antidemocrático –porque la democracia son formas) para trabajar en las personas porque de las decenas de horas de negociaciones las menos se habían dedicado a lo sustancial.
Confieso, que una vez que tomé la decisión de retirarme y cuando supe que Equo tampoco seguiría en esta coalición desigual, me quedó esa extraña sensación de no estar seguro de haber tomado la mejor decisión. Pensaba en toda esa gente que se había ilusionado con nosotras, en los independientes que ya se estaban sumando al proyecto en la candidatura autonómica y en algunas locales, en la necesidad de entrar a las instituciones para atacar de frente la emergencia política y social que vive Cantabria. Sin embargo, un par de horas después de hacer pública nuestra retirada de forma conjunta, IU me dejó tranquilo. Sacó un comunicado público camuflada bajo el nombre de Ganemos Juntxs Cantabria, cuando esa coalición ya no existía (ahora está compuesta por IU y por un señor que presta una marca aunque después del desastre madrileño IU Cantabria se replantea su estrategia), y mentía al describir: “La sorpresa vivida en el seno de Ganemos Juntos Cantabria ha sido mayúscula ante la salida de Equo y de una sola de las personas integradas a título individual, pues ni el acuerdo político, ni el trámite jurídico, han sufrido modificación alguna”.
No comentaré los párrafos anteriores del comunicado porque me reconocía extrañado en ellos ya que eran un corta y pega de textos escritos por mi mismo en una web construida por personas independientes para tratar de construir un relato alterno que nos ubicara a todos en el proyecto común.
Había tomado la decisión de no hablar más de este tema para no hacer más daño y para que fueran los hechos los que hablaran de cada cual. Pero en las últimas horas, miembros de IU se han dedicado a contaminar en las redes e incluso a insinuar proyectos paralelos de algunas de nosotras. Varias de las personas independientes nos reunimos el domingo para debatir sobre cuál sería nuestro camino y decidimos no presentarnos en estas elecciones bajo ningún paraguas. Primero porque no nos interesa el poder sino lo que se puede hacer con él. Segundo, para no fragmentar más el voto de la izquierda. Tercero, para no alimentar luchas cainitas.
Desistimos al camino electoral, pero todas y todos nos comprometimos a seguir en nuestro trabajo de siembra y tejido, de construcción de un tejido social y político vigoroso, plural y no contaminado que pueda, a medio plazo, influir en el modelo de nuestra sociedad desde fuera de las instituciones. Nuestro compromiso con la transformación social es inequívoco y nuestro torpe intento de ser honestos y coherentes seguirá marcando nuestras decisiones. No tenemos la razón. Yo, desde luego, no la tengo, pero sí tengo razones para seguir desde el profundo convencimiento de que es desde abajo y con respeto como podemos construir las alternativas. También me ha confirmado este intento de convergencia de que, como dice Raúl Zibechi, hay que descolonizar la rebeldía, limpiarla de las viejas formas tradicionales de una izquierda que, atacada desde todos los frentes, tiende a la parálisis.
Le deseo lo mejor a IU en las próximas elecciones y también deseo, por el bien de la izquierda, que cuando todo se sosiegue se animen a la autocrítica, a repensar el por qué, en tiempos en que son tan necesarios, una parte importante del electorado progresista no los (nos) ve como una alternativa.

Termino, como empecé:

“Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho”. Estanislao Zuleta