¿Tu sabes lo que sabes? ¿Sabes a que sabe el sinsabor de no saber
donde poner los pies… los pies en esta tierra tan dura? Los pies… estos pies
siempre aprisionados en la cárcel de piel falsa que los envuelve de
convenciones y debilidad…
Esto, hoy, no va de pies.
Lo que pasa es que no sé lo que quiero saber. No sé si sé las
consecuencias de la ignorancia tranquilizante o de la ceguera mental en la que
volver al remanso silencioso y uterino de la dependencia. No sé si os sabrá
bien el ácido que exudo cuando re-pienso, cuando me-pienso, cuando os-pienso de
una forma convexa, expulsadora, insultadora.
Sé que saber es incomodo. Sé que saber es molesto. Sé que saber te
preña de incertidumbres. Sé también que saber es renunciar a la seguridad del
imaginario, al seguro asidero del prejuicio, renunciar al ya-lo-sabía-yo, al
si-es-que-las-cosas-son-así, al lo-leí-en-la-prensa, al
fue-o-que-aprendí-en-la-escuela.
La escuela… esa cárcel que aprisiona a los pies y a las almas en
la piel falsa del cuidado estatal que los envuelve de convenciones y debilidad.
No sé lo que quiero saber… porque sí comienzo a saber que no sé
casi-nada-de-lo-importante… entonces… entonces, tendría que empezar de nuevo…
¿o desempezar? ¿o descaminar todos estos años de seguridad mentirosa y
lenguaraz????
Sé eso sí un par de sabores que me gustan. Me gusta… me gusta… me
gusta tu boca y lo que de ella sale…. Me gusta tu boca y todo lo que la rodea…
esa sonrisa que contiene la vida, el robusto color de tus emociones, el
veranillo que empieza a colgarse de tus mejillas, la leve brisa limpia del
nordeste que sabe a polos de limón y a veranera estresada por el calor.
Sé también que quiero saber equivocarme. Hacerlo con contundencia,
sin propósito de enmienda, sin miedo…
El miedo… ese pie embotado que te aprisiona el rostro contra el
asfalto cuando los poderosos deciden que ni la escuela ni la cárcel podrán
reconducirte al rebaño de los buenos, de los callados, de los replicantes que
compran y comen, que se masturban amparados en el murmullo de la mayoría
silenciosa.
¿Tú sabes lo que sabes? ¿Y tú? ¿Y tú? Saber es no más el pasito
del sinsabor de la insana costumbre de la ignorancia.