13/6/14

¿A qué sabe lo que no sé?

¿Tu sabes lo que sabes? ¿Sabes a que sabe el sinsabor de no saber donde poner los pies… los pies en esta tierra tan dura? Los pies… estos pies siempre aprisionados en la cárcel de piel falsa que los envuelve de convenciones y debilidad…
Esto, hoy, no va de pies.

Lo que pasa es que no sé lo que quiero saber. No sé si sé las consecuencias de la ignorancia tranquilizante o de la ceguera mental en la que volver al remanso silencioso y uterino de la dependencia. No sé si os sabrá bien el ácido que exudo cuando re-pienso, cuando me-pienso, cuando os-pienso de una forma convexa, expulsadora, insultadora.
Sé que saber es incomodo. Sé que saber es molesto. Sé que saber te preña de incertidumbres. Sé también que saber es renunciar a la seguridad del imaginario, al seguro asidero del prejuicio, renunciar al ya-lo-sabía-yo, al si-es-que-las-cosas-son-así, al lo-leí-en-la-prensa, al fue-o-que-aprendí-en-la-escuela.

La escuela… esa cárcel que aprisiona a los pies y a las almas en la piel falsa del cuidado estatal que los envuelve de convenciones y debilidad.
No sé lo que quiero saber… porque sí comienzo a saber que no sé casi-nada-de-lo-importante… entonces… entonces, tendría que empezar de nuevo… ¿o desempezar? ¿o descaminar todos estos años de seguridad mentirosa y lenguaraz????
Sé eso sí un par de sabores que me gustan. Me gusta… me gusta… me gusta tu boca y lo que de ella sale…. Me gusta tu boca y todo lo que la rodea… esa sonrisa que contiene la vida, el robusto color de tus emociones, el veranillo que empieza a colgarse de tus mejillas, la leve brisa limpia del nordeste que sabe a polos de limón y a veranera estresada por el calor.
Sé también que quiero saber equivocarme. Hacerlo con contundencia, sin propósito de enmienda, sin miedo…

El miedo… ese pie embotado que te aprisiona el rostro contra el asfalto cuando los poderosos deciden que ni la escuela ni la cárcel podrán reconducirte al rebaño de los buenos, de los callados, de los replicantes que compran y comen, que se masturban amparados en el murmullo de la mayoría silenciosa.

¿Tú sabes lo que sabes? ¿Y tú? ¿Y tú? Saber es no más el pasito del sinsabor de la insana costumbre de la ignorancia.