26/12/14

Se vende hiel (o)


Hay vendedores de hiel que se camuflan en el frío bloque de los raspados. Dicen que pueden edulcorar el gélido bofetón con colores de mentira y leche condensada. Aseguran que en el paseo vespertino nos aportan las calorías y la alegría que la mañana nos hurta. Suelen disfrazar su mala baba con el semen de caracol que recolectan en las ausentes madrugadas de los desérticos rascacielos donde se transa con nuestra vida. Nosotros mordemos su ponzoñoso regalo para hacerlos creer que todo está en orden. Por dentro, el caos hace su trabajo y la rebeldía, tan ausente de la Bolsa y sus avatares, empieza a cotizar al alza.

Fin de año


Ya debes saber que no cierro años sin anhelos incumplidos. Este no iba a ser menos. Pero también deberías estar segura de que mis sueños, agazapados en tu piel, se cumplen puntual y periódicamente siempre que posas tu alma junto al café de la mañana y untas con tu voz la árida espalda de mi mañana.

10/12/14

Algunas verdades

Abrir los ojos no duele

Sólo la certidumbre del hastío nos empuja al canibalismo

Si giras tu cabeza para ojear tus huellas asegúrate de no toparte con el silencio

Cuando sangro soy desierto de recuerdos; cuando lloro, pesada duna de memoria

Juntos somos más, pero los imanes dejaron de funcionar cuando instalamos las dobles ventanas térmicas

El aliento de la muerte nos persigue y es su vaho el que nos recuerda, sólo en algunos instantes, la casualidad de estar vivos.

Saber sabe (a) margo

Hoy no estoy dispuesto a renunciarte

La televisión tiene dientes postizos


Las agendas sirven para justificar los desencuentros

28/11/14

El problema de llamarse Pedro Sánchez

En este país los apellidos tienen una lectura, especialmente en la autodenominada izquierda del PSOE (Partido Sometido O quizá Español). Al ícono del mal José Luis Rodríguez Zapatero le volaron el Rodríguez porque eran tiempos de excepción y para que la Z provocara un efecto equivalente a la torcida ceja que representaba. Al Rasputín desaparecido Alfredo Pérez Rubalcaba le desaparecieron el Pérez para resaltar la fuerza de la R y animar a la rácana reorientación rasposa de sus recalcitrantes principios.
Pero a Pedro Sánchez… pobre Sánchez. Una vez superada la fase de aburguesamiento onomástico de los líderes socialistas, le han condenado a regresar a la vulgaridad impostada de aquel González, ya que no son tiempos de declaraciones más altisonantes en la línea de Guerra.
Pedro Sánchez Castejón no rima con presidente Castejón, pero quizá dé juego para “ciudadano Sánchez”. Eso parece intentar él: negar a su estirpe política, enmendarles el 135 (al menos de verbo) y reilusionar a un votante socialdemócrata y a otro de centro que ahora tontean con el nuevo líder de masas que pasea el nombre completo de Pablo Iglesias (aportando su gramo de originalidad en el cambio de Possé por Tuñón). Parece que la singularidad de los líderes socialdemócratas españoles reposa en la herencia maternal.
El pobre nuevo secretario general del PSOE ha aprendido que debe buscar un término medio entre la blandura mediática de Zapatero y la imagen decimonónica de Rubalcaba y, para ese viaje, el Sánchez ya le va bien. No le conviene que Pablo Iglesias le robe el programa y que, como señaló ayer, la propuesta económica de Podemos podría firmarla “cualquier socialdemócrata de los 80”.  Demasiados socialdemócratas para un país tan estructuralmente derechizado (para algo sirvió el golpe de Estado, le genoicidio y la dictadura posterior). 
Si Podemos vale para cualquier socialdemócrata y para el centro… ¿dónde busca los votos Sánchez?
Pues el ciudadano Sánchez le ha apostado a cerrar filas con el régimen y defender lo indefendible: el modelo económico surgido de los pactos de la Moncloa (así lo planteó anoche en los debates de TVE24 horas), la Constitución de transición que nunca ha dado el paso para transitar a otra cosa, y una unidad nacional que si bien tiene sentido desde el punto práctico desconoce la realidad de los territorios que comparten estado y frustraciones.
El ciudadano Sánchez deberá apelar, por tanto, a aquellos votantes con temor de lo nuevo y a los menos radicalizados, pero la mala noticia para este chico que suena tan poco natural es que en España ya hay pocos de esos. La mayoría está agotada y cansada y, como el dueño de preferentes, se ha dado cuenta que el banco de sus amores era el verdugo de sus pesadillas. Esos votarán a Podemos. El resto se reparte entre el voto talibanizado al PP y los resistentes a los cantos de sirenas que atomizarán sus pasiones en pequeñas formaciones residuales. EL PSOE seguirá teniendo su voto militante, que no es poco, pero el ciudadano Sánchez se está quedando sin espacio político y, por eso, le toca arremeter contra su propio ‘fundador’ (hay que joderse con el nombrecito de su opositor) y tratar de imaginar alguna propuesta que supere aquello de “deshacer lo que ha hecho el PP”.
Depende de cómo sean las elecciones de 2015 (no creo que se parezcan del todo al mundo paralelo de las encuestas), podremos ver al ciudadano Sánchez pactando con el PP para salvar la unidad nacional y los valores patrios de la Transición o pidiendo a Pablo Iglesias que comparta un poco del pastel socialdemócrata que promete a la ciudadanía en esta fiesta del travestismo político.
El problema de llamarse Pedro Sánchez es que tiene que arrastrar una mochila con demasiada historia dentro y que lo ‘bueno’ del PSOE ya lo ofrece el huracán de Podemos: un poco de política social y de cosmética democrática para que todo, todo, siga igual. Pobre Sánchez...


Maldice en nombre del dios que no tengo

En días como mañana querría tener un dios. Se añora uno a la hora de maldecir. Echarle en cara la podredumbre del cuerpo, la indómita somnolencia de las almas, la interminable mentira de los tiempos.
Un dios a medida, suficiente lejano y ausente como para dictar en su contra una cadena perpetua a (mal) vivir como humano; suficientemente cercano como para escupirle sobre la mejilla lo que la otra es incapaz de asumir.
Un dios en el que descreer, un dios al que deshonrar. Un dios, al fin y al cabo, tan dios como el vuestro: ese al que os encomendáis con tal de no asumir que estamos (que estáis) solos en este hueco de incertidumbre y hastío.

A los que estamos desendiosados solo nos queda resistir, amarrarnos fuerte a la vida a pesar de los dictámenes de batas blancas, pelear hasta el último aliento para poder bebernos el aliento de quien nos acaricia, reírnos de las tribulaciones de los feligreses antes de que sus velas prendidas incendien este templo desdentado en el que los ritos están reservados a los ciegos visionarios.