13/2/14

Recuerdos de piel

Sólo es cuestión de maña, mi negra. No más de hacerlo con cuidado. Desenvolver (lo) como si fuera de vidrio, acariciarlo como si pudiera quebrarse al roce de tu aliento, posarlo en una nube de altura sin confiar innecesariamente en su consistencia.
Es así y así debe ser porque desde que el tiempo se recuerda a si mismo hay asuntos de trato lento, de enjundia injustificada, de necesidad contingente y alegría estructural. Tú sabes hacerlo, sabes que lo sabes aunque sueles decirme que no, que tú navegas con artes de tierra firme. No prende de ahí el arado, mi amor.
Sabes. Y al saberlo de forma natural, no aprendida, lo haces sin esfuerzo. Tu maña no es hija de martingala. Por eso, cuando desenvuelves los recuerdos de la piel, ella estalla en pequeñas erupciones silenciosas, en emociones no contenidas e invisibles que segregan un olor inodoro sólo útil para alimentar tu deseo y mi cercanía.
La memoria de nosotros, aquella en la que hemos sido, nos sirve para seguir siendo. Por eso, no te preocupes. Solo sigue siendo que ya el instinto se encarga de lo demás. No más sé con el cuidado de quien se sabe imprescindible para el respirar del otro. Te lo pide el otro que -cuando me miras- soy yo.