30/1/14

Silencio impuesto

De pronto hay un silencio. Más silencio que el silencio anterior. Un silencio que no acompaña, de esos que no se nos regalan sino que son impuestos. Es la ausencia de los buenos. Da igual que sea ley de vida o naturalidad de la muerte. El silencio de los buenos es una catástrofe para esta humanidad tan necesitada de acciones y voces dignas, sólidas, confiables.
En unos días, se ha apagado un montón de fueguitos imprescindibles. Los hay conocidos, como Gelman o Pacheco; los hay incrustados en la vida cotidiana, sin focos ni estridencias. Puede que su silencio nos duela a menos humanos, pero es tan catastrófico como los otros.
Luis Ramírez Feliú ha vuelto a la tierra, a fertilizar nuestras ideas y recordarnos que la ética, la coherencia y las apuestas hay que mantenerlas con terquedad y con convicción. La realidad es que no todos los fueguitos que se apagan iluminaban igual. El de Luis fue durante décadas vereda transitada por cientos de nicaragüenses, por cientos de catalanes, por ciudadanos del mundo que entendieron su compromiso y la rotundidad de su seriedad divertida.
Sí, el silencio impuesto duele. O quizá, escuece. Escuece tomar el relevo, saber que las voces perduran en nuestra conciencia colectiva e interpelen a nuestra conciencia individual.
Buen regreso amigo. Los que nos quedamos aún, vamos a seguir en las trincheras del pensamiento y la acción dignas.


16/1/14

Sensiblindad el planeta


No están hechas las sendas para sentir su rugosidad en las plantas de los pies; como tampoco vivimos como para que las emociones tengan sentido. El equívoco provoca angustia a las personas que, armadas de alma, se empeñan en hacerse preguntas, en acariciar al otro o en entender el devenir.
¿Cómo puede unos creerse con el monopolio de la moral, de la razón o de los cartuchos cargados? ¿Quién es tan puro como para creer que el resto, todos, sin excepción, se equivocaron en sus apuestas? ¿Quién demonios ha cedido su capacidad de pensar, de sentir, en terceros vestidos de armiño?
Sentir es vivir con una alegría triste cada instante; dejar que el dolor se resbale por nuestra piel con la misma intensidad con que la saliva elegida penetra en nosotros; provocar pequeños terremotos alrededor y estar dispuesto a colarse en sus brechas… Pero sentir, por poco pragmático que nos parezca, es el único camino posible en la revolución pendiente. Sentir desde lo político, sentir desde nuestro cuerpo –primera trinchera política que tenemos-, sentir el dolor ajeno tanto como nos permitamos el propio, sentir (nos) poderosos aunque apenas seamos una amalgama de huesos y vísceras débil y vulnerable.

¡Sensiblindad el planeta! Provocar que las emociones impulsen cada paso propio o ajeno, instigad las pasiones, desatad la capacidad de sentir los atardeceres como cabalgamos los orgasmos plenos y desinhibidos… a sensiblindad, que el tiempo apremia y las cicatrices se enquistan.

15/1/14

Buen viaje viejo Juan

El terco empeño de la vida, a veces, pasa de largo. Otras, te obliga, si tienes alma, a mojarte, a asumir las consecuencias, a buscar la consecuencia de forma consecuente, a escribir para vivir, a vivir antes de escribir.
Son pocas las personas que se engarzan en esta lógica y cuando vuelven a la tierra dejan un espacio huérfano de aliento, de lógica o sentido.
El viejo se ha ido y es una mala jugada en días de resistencia hueca, de silencios abrumadores, de acoso sin límite a la humanidad. “Es un muertito más”, dirán algunos; “no entrará en las estadística de la violencia”, asegurarán con determinación los otros. Y es verdad. Pero Gelman entra en la callada lista de los que dignifican a esta especie capaz de crear belleza y experta en diseminar el terror y la violencia. Gelman entra como sale, en un grito sin eco, en un vivir comprometido, en un crear en el borde de la necesidad, sin pantallas, sin espejos, sin estruendos.
Nos dejas solos viejo, y eso es de mal gusto. Aunque, viéndolo bien, ya era hora de que los que sólo somos comencemos a asumir que nos toca estar y pelear cada adjetivo, cada pequeña composición que nos defina.
Buen viaje viejo Juan.


8/1/14

Resumen de prensa

Infantas nacaradas que se esconden en el regazo de su vergüenza; ciudadanos que trasiegan rebajas como traficantes de sustancias narcóticas que se esnifaran el negocio; ministros que abortan ideas que nunca han tenido seguros de estar ganando la cruzada contra el enemigo inexistente; poetas secos de vino, preñados de páginas en blanco que no encuentran versos a los que seducir; madres obsesionadas por los lazos con los que condenan a sus hijos; padres que corren porque no se corren, que disimulan su precoz eyaculación frustrada (re) cogiendo la mesa de la casa en la que no habitan; periodistas que olvidaron las preguntas; curas que no olvidan sus perversiones; abuelas pluriempleadas; chulos sin putas a las que sangrar los pezones; niños enganchados a la videoconsola donde subliman su imposible futuro; presidentes que son secretarios; secretarios que van a los juzgados en nombre de los presidentes; piernas que valen los millones que no tenemos y millones de gentes buscando en la basura lo que la televisión no provee.

El resumen de prensa no me ha salido mal.

Miércoles

Los miércoles parecen a veces días malencarados. El viento empuja la polvareda al pliegue de nuestros párpados y los seres que creíamos humanos muestran el rostro del animal sin alma que casi siempre se agazapa en el pétreo gesto de la mañana.
El callejón no contiene luz hoy. Claro, es miércoles. Pero tú sabes que los días, al igual que los desastres naturales, nunca son lo que parecen; que al despuntar el jueves y retirar los escombros del día que ya no es siempre encontramos razones para el júbilo, motivos para silbar la canción de los felices.
Los miércoles, amor, también serán nuestros días. No podrán traer malas noticias porque los habremos forrado en melcocha, no podrán hacernos daño porque nos protege la indeleble luz de nuestros afectos.
Comprende a los seres que te muerden, disculpa los deslices de esta humanidad torpe y egoísta, surfea los problemas cotidianos encaramada en la tabla de la felicidad sincera con la que te vistes todas las mañanas. Incluso las de los miércoles.