27/5/09

Autosecuestros

Hay una densa cortina que protege el alma de quien tenemos al lado. ¿Cuánto sabes de lo que realmente pasa allá, en esa víscera sin ubicación, del Otro? Casi nada. A raticos, cuando la atmósfera se convierte en confianza, cuando un trago aligera el peso de la tela, cuando una clave abre la caja fuerte del alma... en torrente, con la necesidad de río represado, salen sentimientos, dudas, miedos. ¿Cuán solos en la duda, cuán abandonados en el autosecuestro de los sentimientos? Casi todas las vidas son dos, cuando menos. La que vemos, más o menos arregladita, vestida para aparentar serenidad; la que se oculta, intensa y revuelta, necesaria y castrada al tiempo. Y cuando se está a punto de traspasar la línea y sacar al sol hígados y menudencias varias... el vértigo se atraviesa... "¿Cuáles serán las consecuencias de ser de verdad?". Casi nadie se hace la pregunta definitiva: ¿Cuáles son las consecuencias de ser de mentira? El miedo a la encrucijada paraliza y solemos quedarnos en la vereda conocida. Le damos una infusión relajante al alma para que sobreviva en letargo y seguimos respirando. Solo respirando. Alma, tan silenciada, ¿será que eres prescindible?

26/5/09

26.05.09

EL MALCONTENTO

‘Homo criticus’, ‘Homo estupidus’

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Criticar al poder político es un deporte sin riesgo: casi siempre se acierta. En el despiadado ataque a los políticos y al sistema representativo corrupto y corroído nos encontramos casi todos: libertarios, neoliberales, liberales clásicos, socialdemócratas, marxistas, anarquistas… Es demasiado fácil. Me quedo con la palabra “representativo”, porque en realidad es más diciente de lo que parece a simple vista.

El poder político en Panamá, y en el resto del mundo occidental, es bastante “representativo” de las sociedades que gestiona. No es que tengamos a los gobiernos que nos merecemos, sino que nuestros gobiernos son clones de la sociedad que los elige. A veces es una sociedad con varias caras. La de Martín Torrijos, pusilánime, juega vivo, mentirosa y clientelista; y la de Ricardo Martinelli, prepotente, autoritaria, irresponsable y desafiante. Somos así.

No lo somos por casualidad. Los mecanismos que nos hacen rebaño son tan sutiles que somos incapaces de identificarlos. Nos creemos libres y autónomos, aunque respondemos compulsivamente a estímulos externos desde que somos niños. Y luego votamos y trabajamos, y compramos y caminamos creyendo que lo hacemos porque queremos, cuando en realidad solo somos piezas de un engranaje bastante más complejo y esclavizante.

En esta sociedad, entonces, buscamos afiliaciones que nos hagan sentir parte de una tribu. Puede tratarse de un partido político, de una religión, de un equipo deportivo o de la taberna más cercana a la que acudimos a buscar el calor de lo conocido. Delegamos las tareas de gobierno y, a partir de ese momento, nos quitamos la responsabilidad de encima. Si se caen las paredes del patrimonio en el Casco Viejo, si AES arrasa bosques y gentes por “el interés nacional”, si se bota la plata en compras oficiales mal gestionadas, si un narco cualquiera seduce a media Panamá… todo es culpa del Gobierno.

La crítica la hacemos desde una cierta tranquilidad que también tiene sus jerarquías. Me explico. Si se pertenece a una clase media razonable, se tiene empleo y una vida socialmente aceptada, nos creemos protegidos por la ley y las buenas costumbres y opinamos que son los otros los que deben cuidarse. Si somos nacionales pensamos que estamos más protegidos que el extranjero. Si somos blancos, que estamos mejor que los afropanameños. Si somos afro, siempre queda la esperanza de que les vaya peor a los indígenas. Si somos indígenas, nos toca pensar que la vulnerabilidad es un estado más grave para piedreros o sin casa.

En realidad, la mayoría entra en la categoría de Homo sacer (ese ser humano al que se puede matar impunemente, real o simbólicamente), y nuestra sensibilidad para con el otro está tan anestesiada que las muertes simbólicas o reales ajenas nos importan poco. Como escribiera Günter Anders, las consecuencias de los actos humanos son tan brutalmente despiadadas que ya no tenemos la sensibilidad ni la imaginación para asimilarlas, así que mejor nos hacemos los locos (que como ha quedado demostrado, son más).

¿Por qué exigir a un gobierno que sea sensible ante la injusticia o la exclusión si nosotros no lo somos? ¿Por qué refugiarnos siempre en la legalidad y no buscar la ética? ¿Por qué pedirle al Ejecutivo que no haga negocios millonarios de dudosa reputación si la mayoría sueña con uno de esos para salir de la rutina de trabajar para subsistir?

El cambio (¡ay!, qué palabrita), de existir, debería comenzar por la mayor: un cambio social que humanice esta sociedad sin brújula. Pero no un cambio en el entorno más cercano, que es lo que solemos preconizar cuando buscamos esperanza, sino una verdadera revolución (una amiga hablaba de la “revolvición”) que nos haga comunidad de destino, sociedad de intereses diversos pero de valores humanos compartidos.

Hasta que esto no ocurra, seguiremos teniendo gobiernos y candidatos enemigos del bien común, al igual que nosotros lo somos. No son peores que usted o que yo Martinelli ni Torrijos ni Herrera… son exactamente iguales a nosotros. Esa es la vergüenza mayor. Si no me cree, haga el autoexamen. ¿Cuánto le importa a usted lo que le ocurre al treinta y tantos por ciento de pobres del país, o a las personas que viven con VIH/sida, o a las comunidades indígenas arrasadas por empresarios y tongos aliados, o a la vecina de enfrente a la que el bestia de su marido golpea para mantener el orden patriarcal, o a su compañero de trabajo al que con la excusa de la crisis van a dejar en la calle y sin esperanza?

El ser humano no es malo por naturaleza, pero, a veces… lo parece.

25/5/09

Poder de mujer, mujer poderosa




Y la palabra cobró sentido. Lupita, siempre Lupita, alunizaje en la tierra, razones contundentes, sinceridad sin filtros, sin pomadas, sin nada... sinceridad sangrante y sonriente. "Cuando hay problema, uno aprende". "Cuando llegué acá era como un bebé y ahora ya camino y levanto brazos. Ahora toca estudiar". Y Lupita mira fijamente la cartelera descifrando sin entender el jeroglífico al que no tuvo derecho. Derechos... pinches derechos negados de nacimiento. Y, sin embargo, ella sabe cuáles son, qué dice. "No sé leer ni escribir pero yo miro porque se aprende. Mire lo que ella ha escrito hay tan rapidito y ahí está todo lo que aquí hablamos".
Lupita, poder de mujer, mujer poderosa, enfundada en sus cincuenta y pico indefinidos y dejando que el viento corra por los huecos de su dentadura para que nunca le falte el oxígeno. "Solo como en la mitad. Yo me pongo triste, muy triste. Uno tiene que ponerse triste cuando sabe lo que le están haciendo a los suyos. Allá está mi familia, allá". Y aquí Lupita reuniéndose con el Gobierno... "la única vez que yo no acepté la soda ni el pan... si ellos pensaban que yo quedo contenta con una soda y un pan están mal. Yo digo que vinimos como indios enterrados debajo de tierra y gracias a mi Dios y a mucha gente que nos habla y nos escucha, nos sacaron y ya no volvemos allá".
Ay Lupita, cuantas gracias te debo, te debemos, y tu gente.. "Si Lupita se rinde y se va de la comunidad, la mitad de la gente se va con ella". Así lo dice Eric y así es. Poder de mujer, mujer poderosa con las cosas importantes claras: "Esa plata es mala, es el diablo, no hay que ser muy amante de plata". Y te quieren dar lecciones encorbatados y corruptos.... pobres ingenuos, pobres desgraciados.
Y Lupita tiene mucho sentido y nos da sentido. La lucha sigue... gracias a esa fuerza nacida de la tierra, de la historia, de la intuición que riega con la semilla del arcoiris esta tierra estéril de la ciudad.

19/5/09

Malcontento de hoy 19 de mayo

EL MALCONTENTO

A ver qué dicen ahora…

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Para derrotar al PRD en las elecciones y al fantasma del pasado representado en Balbina Herrera –o eso decían–, una buena parte de la “buena” sociedad panameña le apostó al caballo de Troya: el ahora presidente electo y vendedor de golosinas Ricardo Martinelli. El caballo flamante, ataviado con ropajes de limpieza y relinchando el cambio allá donde lo dejaban bufar –en la mayoría de medios de comunicación tenía cancha abierta para hacerlo–, se coló en el alma de los votantes y en las urnas del 3 de mayo y conquistó Troya sin mayor dificultad.

Ahora, como en el mito–historia, la ofrenda a Atenea abre su barriga y deja salir a los soldados ocultos bajo los lemas de campaña y el discurso mentiroso que hablaba de democracia y de justicia. Lo que sale es esperpéntico. Y yo, ciudadano troyano temeroso de las estratagemas griegas –esto y mirando el espectáculo desde mi terraza, espero paciente a ver qué dicen ahora los cientos de voceros voluntarios de Martinelli que lo pintaron durante la campaña como el adalid de la democracia, la libertad y el cambio.

El Gobierno que nos anuncia tiene tres tipo de personajes. En una categoría está solito Gustavo Pérez, gorila de Noriega que dirigirá la Policía. ¿Se imaginan qué hubiera pasado si Balbina hubiera ganado las elecciones y hubiera designado a Pérez para el puesto? Imagino las vigilias neocivilistas en la Iglesia del Carmen, ríos de tinta denunciando el carácter dictatorial de la presidenta y una presión tal que la hubieran obligado a dar un paso atrás. Martinelli no lo va a hacer. “Yo no voy a ceder”, declaró el presidente electo ante las críticas. Un buen lema para su carácter autocrático.

En la segunda categoría están los empresarios con intereses personales por encima de los públicos. Que Alberto Vallarino –el amigo personal de Martinelli al que una vez traicionó para quedarse con Mireya– sea ministro de Economía dice todo. El PRD le aprobó una ley para que no pagara impuestos cuando vendió Banistmo y ahora el “cambio” lo premia con un ministerio. Luego nos molesta cuando desde fuera se dice que Panamá es un paraíso fiscal de dudosa reputación…

Más empresarios: el rey del licor que no bebe, y vicepresidente, Juan Carlos Varela, nos representará ante el mundo. Imagino que en especial ante el Vaticano. Para agricultura, un empresario de la leche, para los Asuntos del Canal, un miembro de Morgan & Morgan… algo así como poner a un zorro al cuidado de las ovejas.

En la tercera categoría están los ministros mediáticos sin más mérito que ese… ser mediáticos. Claramente, Matinelli aprendió la lección: si ganó las elecciones con una buena campaña en televisión y radio, esa campaña debe ser permanente mientras gobierne. Por tanto, al frente del Mides, Ferrufino, un presentador sin mérito de un programa caritativo lacrimógeno que explota la peor sensiblería de los telespectadores. No quiero ni pensar cuáles son sus credenciales o conocimientos en desarrollo humano, equidad de género, participación social o seguridad alimentaria… pero queda bien en cámara.

Y, en Educación, una de las piedras medulares de cualquier política pública en Panamá, Lucy Molinar, cuyo único mérito es el rating y en creerse que sabe más que nadie –lo digo por el trato que da a sus invitados–. Para seguir el estilo de su nuevo jefe, Molinar ya ha dicho que “se acabaron las negociaciones, ahora a trabajar”. Eso sí, antes reconoció que no tiene ni idea de educación, lo cual no nos tranquiliza como ciudadanos, pero significa una lavada de manos a lo Pilatos por si el rancho se le incendia –que se le va a incendiar–.

Molinar y Varela, además, inculcarán la doble moral del Opus Dei, secta católica que, por mi origen español conozco de sobra y a la que, confieso, tengo pánico. Fue el Opus el gran asesor del dictador Franco en los llamados años del desarrollismo en España y ha sido el Opus el protagonista de la mayoría de los complots político–económicos en aquel país. Aderezado con un concepto rancio de los valores sociales, recomiendo a chicas que gusten de faldas cortas, fumadores, padres solteros, homosexuales, agnósticos y demás rarezas que desaparezcamos del mapa los próximos cinco años, porque el ala dura del gobierno no va a fomentar precisamente un clima de tolerancia social.

En fin, a ver qué dicen ahora, a ver qué hablan los columnistas y opinadores que tan fervientemente apoyaron a Martinelli. Se avecinan tiempos complicados, pero, al menos, no ganó el PRD –dirán los que no van a decir nada–. Suerte y que Dios –el de ellos– nos agarre confesados.

18/5/09

Qué hacemos

Qué hacemos, qué hacemos cuando perdemos a un poeta. Habrá los que digan que no lo perdemos, que su obra queda, que seguirá hablando por él. Eso acontece con los malos poetas. Los que solo escribían. Los poetas y las poetas son, a su pesar, más que sus versos, bastante más que sus libros impresos para el solaz y la penuria del resto y para la supervivencia (magra) propia. En sus gestos, en sus tragos, en sus besos, en su desdentada existencia trasmiten tanto como en sus palabras.
Uno, que ha tenido la suerte de conocer poetas, de amar poetas, tiene autoridad moral para defender esta tesis. ¿Qué es más poético: el verso o quizá la persona que lo vomita? ¿Cuánto de poético tenía Bedetti en su ser y cuánto en sus palabras? Me dirán. con razón, que planteo preguntas, si no retóricas, estúpidas. Y así lo son, pero recuerdo ahora cada sorbo de ron desmenuzado en presencia del poeta de sonrisa imposible, cada abrazo, cada aullido en la madrugada de la araucaria premeditada. También me asaltan los minutos de locura lúcida y excepcional que me regaló la poeta en cuyo pelo me enredé tanto como en sus versos. Siento vivo el aliento en mi boca de esa otra poeta que tuvo la virtud de resucitar poros, extremidades y palabras. Me cuelgan del alma aún algunos versos de poetas con los que solo me he cruzado en tabernas o auditorios. ¿Y sus versos? Todos magistrales, todos necesarios, todos poderosos, como los de Benedetti, pero hoy, Saramago, preguntado por el uruguayo no habló de su obra, sino del poeta: "su coherencia como persona".
Qué hacemos cuando se mueren los poetas. Se siente, así como en los huracanes, un ruidoso desazón para el que no hay cobija ni consuelo. Saber que están vivos es una posibilidad de futuro, perderlos en la tierra es un-nuevo-fracaso-del-ser-humano. Si es que lo somos.

17/5/09

Publicado hoy domingo

INTERESES CONTRA DERECHOS

Justicia para los indígenas

Betty Brannan Jaén
laprensadc@aol.com

WASHINGTON, D.C. –Cuando los abogados del bufete Akin, Gump Strauss, Hauer & Feld quieren reunirse con sus más atropellados clientes en Panamá, llegar a esos encuentros requiere viajar por avión, avioneta, 4 x 4, y, finalmente, cayuco. Allí, en un bosque bocatoreño que es un mundo aparte de la selva burocrática de Washington, los abogados de uno de los bufetes más prestigiosos de Estados Unidos se reúnen con los líderes de los nasos.

Akin Gump normalmente cobra unos mil dólares por hora, pero su representación de los nasos es “pro bono” –gratuita– de acuerdo a una gran tradición estadounidense en la que tanto bufetes como abogados individuales regalan de su tiempo y de su talento a personas y pueblos sin recursos. El estándar es que cada abogado haga 50 horas anuales de representación “pro bono” y los grandes bufetes reconocen el deber de aceptar gratis los casos que sean complejos, difíciles y lentos. Debiera avergonzarnos como panameños que Akin Gump esté defendiendo gratuitamente a los nasos cuando ningún bufete panameño lo ha hecho; y esa falta de representación legal en Panamá es crítica porque entiendo que las empresas interesadas en invadir las tierras naso siempre llegan a las reuniones con sus abogados. Frente a ellos, los indígenas quedan desprotegidos.

Eso es en Panamá, pero acá en Washington, por gestión de una ONG ambiental en Estados Unidos, Akin Gump aceptó representar a los nasos para ayudarlos con la demarcación de una comarca y hacer valer sus derechos bajo el derecho internacional. Su más reciente acción ha sido presentar una solicitud de medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA), que ya había celebrado una audiencia sobre la situación de los indígenas panameños en octubre del año pasado. “... Cada día lo que vemos es más indígenas desalojados de sus tierras y de sus casas. Incluso hoy cuando duermen, no saben si van a amanecer con sus techos”, advirtió un representante de los wounaan en esa audiencia.

Eso exactamente es lo que está ocurriendo con los nasos, que llevan 38 años de estar pidiendo su comarca, y que viven hoy bajo gravísima amenaza de que poderosos intereses comerciales les arrebaten lo que queda de sus tierras ancestrales. A fines de marzo, alega la petición ante la CIDH, unos 150 policías llegaron a dos poblaciones naso para desalojarlos a la fuerza de sus viviendas. Se acusa que derribaron 30 casas, dejando a la intemperie a 150 adultos y 65 niños; estos han rehusado abandonar el lugar. Desde entonces, me dicen, el enfrentamiento entre los nasos y representantes de la empresa Ganadera Bocas, S.A. se ha vuelto más violento, y una delegación naso ha hecho campamento en la Plaza Catedral. Mientras tanto, los nasos también se encuentran amenazados por un proyecto de represa.

Si los nasos tuvieran su comarca, todos estos problemas se resolverían, enfatizó la abogada Faith Barter, de Akin Gump. Es decir, toda la “inseguridad jurídica” de los nasos parte del hecho de que el Gobierno rehúsa demarcarles la comarca. Según leo en La Prensa, ellos son la única comunidad indígena panameña que todavía no tiene comarca.

Pero un activista pro indígena me comentó privadamente que lo que pasa es que las otras comarcas fueron creadas cuando todavía no se comprendía el enorme valor comercial de esas tierras. Cuando hay importantes intereses comerciales de por medio, como ahora, observó ese activista estadounidense, “en estos enfrentamientos, la empresa siempre gana”.

No, no, no. Sabemos que Panamá, tristemente, es un lugar donde todo está a la venta y donde el billete pesa más que cualquiera otra consideración, pero no por eso debemos permitir el atropello premeditado de nuestros pueblos indígenas. Nuevo liderazgo político y nuevo compromiso social debiera motivarnos a garantizar justicia para todos, buscando la manera de avanzar como nación sin pisotear a los indefensos.

14/5/09

Regalo sin mermelada



Debía correr el año 2000 cuando mi amigo filósofo Rodrigo Velasco me provocó y me incitó con el texto de otro filósofo, un autodidacta hermoso llamado Estanislao Zuleta. Se trata de una conferencia suya muy conocida en Colombia titulada Elogio a la Dificultad. Hacía tiempo que no la releía pero escribiendo a otro de mis referentes en la vida, Luis Ramírez, quise reproducirle algunos apartes. Ahora lo comparto en el blog. Me parece tan fundamental en estos tiempos...

Este es el fragmento inicial:

"La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.

Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, sino fuera porque constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida práctica.

Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada; de las reconciliaciones totales; de las soluciones definitivas.

Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal.

En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.

En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.

Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.

Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la Antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia –por la desgracia– de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos".

En La Estrella


La nota que publicó La Estrella de Panamá sobre el festival Todos somos Naso


PROTESTA MUSICAL EN LA PLAZA DE LA CATEDRAL

Bajo la luna todos fuimos naso

05-10-2009 | ERROL E. CABALLERO
ecaballero@laestrella.com.pa
El espectáculo convocó tanto a personas comprometidas con la causa naso como a jóvenes que buscaban pasar un viernes distinto

Nacional PANAMÁ. El pálido fulgor de la luna llena contrasta con el intenso reflejo del fuego en los ojos de un malabarista, quien hace danzar dos llamaradas en el aire. La concurrencia, compuesta por una peculiar mezcla de extranjeros, indígenas, mochileros, bohemios, ambientalistas, rastas y jóvenes adinerados, se reúne alrededor del descamisado que juega con las llamas.

Mientras que en el exterior se lleva acabo una animada fiesta cultural, en el interior de la glorieta, atiborrada de hieleras de todos los colores y formas, sandalias, colchas, pailas, botellas de agua, paquetes de pañales desechables y otros enseres, reina una atmósfera de cansancio y sosiego.

Frente a las escalinatas, un hombre descalzo presencia en silencio el espectáculo. Se trata de Valentín Santana, el rey de los nasos, quien toma entre sus manos un estuche de discos compactos, algunos de los cuales han sido reproducidos a lo largo de la noche, y repasa, con un gesto que denota escepticismo, los nombres que aparecen en las carátulas. La mayoría son nombres conocidos de la farándula local o internacional, que ninguna relación guardan con la música de sus ancestros.

“Nunca en nuestra vida habíamos visto una de esas máquinas”, rememora uno de los adolescentes que forma parte del campamento naso, establecido desde hace más de 25 días en la Plaza de la Catedral. El joven de cabello hirsuto hace referencia a los tractores que el pasado 30 de marzo lo forzaron a él y a su familia a abandonar sus viviendas en la comunidad naso de San San Druy, en la provincia de Bocas del Toro, cuando fueron, según ellos, injustamente desalojados por la empresa Ganadera Bocas.

ARTE COMO PROTESTA Y CATARSIS

Las dramáticas escenas de este desalojo han quedado plasmadas en una serie de dibujos que adornan las paredes exteriores del “gazebo”. “Muchos de los niños todavía se encuentran traumatizados”, explica Mir Rodríguez, de la Fundación Almanaque Azul, una organización que promueve el turismo sostenible en Panamá.

Rodríguez es uno de los cerebros detrás del Festival “Todos somos naso”, que desde el viernes se está celebrando en la Plaza de la Catedral en solidaridad con la lucha de este pueblo por recuperar sus tierras.

Artistas como Lilo Sánchez, Yomira John, Cienfue, Carlos Méndez, El Jaguar, Pepe Calavera, Audri Yala, Carlos Zúñiga y el dueto “Los baños públicos” se han estado alternando en la minúscula tarima de este evento cultural, improvisada en las escalinatas de la glorieta.

Además de las presentaciones musicales, los asistentes, algunos de los cuales decidieron acampar en la plaza para mostrar su apoyo a los indígenas, han podido apreciar imágenes en video y fotografías de lo que constituyó el desalojo perpetrado por la empresa Ganadera Bocas.

RUTINA DE UN CAMPAMENTO

Durante las últimas semanas, la vida en el campamento naso-teribe ha sido ardua y ha estado marcada por la carencia. Los nasos han tenido que lidiar con los aguaceros, con el impetuoso sol que hace que les broten llagas en su piel, con los piedreros que les roban el papel higiénico, etc.

Para prevenir los hurtos, los miembros del campamento se rotan para montar guardia durante la noche, tal como explica Luis Antonio Gamarra, uno de los dirigentes de esta comunidad.

La actividad en el campamento empieza desde antes del amanecer. Tres personas se encargan de preparar el desayuno. Cada día trascurre entre visitas a los ministerios y a los medios de comunicación.

Aunque el Festival “Todos somos naso” culmina el día de hoy, los miembros de este grupo indígena permanecerán en el Casco Viejo por un par semanas más, esperando recibir una respuesta que consideren justa por parte de las autoridades.

Martes 12 de mayo

EL MALCONTENTO

Harto de estar harto

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Hoy estoy harto. Harto de tanta hartera, de tanto sentir el mundo a traspiés, de las infinitas mentiras de las que vivimos y en las que nos hacen vivir. De su mentira y de la mía, de la de los gobiernos y las de las organizaciones creadas para deshacer los entuertos de los gobiernos.

Durante los últimos 28 días solo una vez he escrito en este espacio sobre lo que ocurre en la Plaza Catedral. Es más, fue antes de que el 15 de abril se instalara el campamento de activistas nasos cuando escribí, justo después de las violentas acciones que sufrieron en su territorio a finales de marzo.

Pero estoy harto y me toca destilar con ustedes esto que me carcome. El campamento de los nasos (“¿qué es eso?”, preguntan muchos) es como un espejo donde, una vez reflejadas determinadas instituciones, las mentiras se reflejan con un poder arrollador.

Mentira 1. Los ciudadanos tienen derechos. Mentira, mentira podrida en un universo donde los derechos parecen privilegios, donde los ciudadanos tienen que mendigar esos supuestos principios básicos que solo están en el papel.

Durante 28 días, los nasos acampados y los que permanecen en la comunidades de San San y San San Druy solo han exigido su derecho a la tierra, a la vivienda, a la vida en paz. Y durante 28 días los funcionarios que pagan sus casas y sus vacaciones con mis impuestos los han ignorado.

Mentira 2. El Gobierno defiende la Constitución y la legalidad. Mentira, tanto que Reforma Agraria, un mecanismo del ejecutivo para el reparto equitativo de tierras, está a punto de conceder 840 hectáreas en San San a Mario Guardia a nombre de testaferros tan honorables como sus sobrinas, cuñado o yerno que, según los papeles legales firmados por funcionarios, residen en San San (no aguantarían ni dos días allá). Si así consigue los títulos de propiedad ahora, imagine cómo consiguió Ganadera Bocas el título de los años 60 en el que basa su reclamo sobre la tierra de las comunidades indígenas. La ley no es igual para todos porque aquí el negociado es de unos pocos.

Mentira 3. La Defensoría del Pueblo defiende al pueblo. No, nada, mentira. La Defensoría mantiene una aparente equidistancia del Gobierno que, en la práctica, es mentira. Sus informes –y su actitud– siempre juega a la ambivalencia: un poquito de razón al pueblo excluido, pero un supuesto apego a la seguridad jurídica que siempre da la razón a los poderosos.

Mentira 4. Las organizaciones internacionales que trabajan por el desarrollo trabajan por el desarrollo. Mentira doble. Exceptuando actitudes puntuales e individuales, nada han hecho en este caso, excepto acciones diplomáticas hasta ahora ineficaces y secretas. Por poner algún ejemplo: Unicef está en Panamá pero no puede atender o no atiende a las decenas de niños afectados por este desmán que los dejó sin casa, sin escuela y sin comida; o el Programa Mundial de Alimentos es mundial pero no tiene alimentos para los nasos por no sé qué mandato que lo impide. Ni un miembro de la mayoría de ONG nacionales e internacionales que pregonan su buena voluntad ha pasado por el campamento.

Mentira 5. Los ciudadanos somos solidarios. Será en la Teletón, que es caridad, porque con excepción de unas cuantas decenas de personas hermosas que han mostrado su solidaridad dedicando tiempo y comprensión a este problema, la mayoría mira hacia otro lado: como lo hace cuando una comunidad del interior se queda sin agua o como cuando una barriada de la capital se sume en la violencia. Ya, ni siquiera instituciones tradicionalmente hipócritas como la Iglesia, disimulan. Durante 28 días, los beatos y sacerdotes que asisten al estadio–catedral de San Felipe se han dignado a cruzar la calle e interesarse por sus “hermanos” nasos. Quizá es que no los consideren como tal.

Mentira 6. A nadie le importa la suerte de los excluidos. Mentira demostrada. Muchas personas han estado al pie de la plaza, ayudando, animando, dando esperanza al grupo de luchadores y luchadoras que cada día que pasa nos da una lección nueva.

Harto como estoy, lo único bueno que saco de todo esto es que, si por algún minuto había caído en la tentación de ser magnánimo con alguna de estas instituciones, se me pasó la tontería. Ya no me los creo. Es más grave la hipocresía de los que se declaran solidarios y no lo son, que la indolencia evidente de las mayorías.

13/5/09

Una buena noticia: la voz de Amalia

Conocí a Amalia Morales hace ya 12 años, en esa Managua que yo miraba con una mezcla de inocencia y eurocentrismo en esos inicios de mi recorrido de tierra y ron. Siempre me ha sorprendido su fuerza en medio de la vorágine, su capacidad de recorrer países, gentes e historias sin los condicionantes de tener o no tener, su voz, su mirada.
Me toca trabajar y compartir con periodistas casi todos los días, de diferentes países, de diferentes pelajes. Pocos o pocas son los que se quedan impregnados. Amalia es de esas. Amiga ya con cupo en esta estrecha alma, voz necesaria en estos tiempos de planicies sin sombras ni escaleras.
La buena noticia para mi es que ha abierto un pequeño rincón en la blogosfera. La buena noticia para todos es que, aún, aunque ella lo niegue, cree en el poder de las palabras.
La y los invito a entrar y a mirar con ella: Palabras Ambulantes

12/5/09

La taguara sin vacíos

Detrás de la puerta, otra puerta, unas cuantas historias; sudados los licores, se destilan los pasos de este ritmo tan propio, tan único como mestizado. Canta otro bolero, cántalo para que las lágrimas se agolpen en la trastienda, para que la sonrisa forzada oculte el tango que compite con ese amor traicionado o con ese imposible beso que buscas en cada nota.
Otra fría... la sucesión de frías es de vértigo, de escalo-frío. Las cervezas se agolpan en la mesa tratando de rellenar el vacío que quizá, sin pronunciarse, nos asola a todos y todas los que acá, entre broma y broma, tratamos de sortear la vida. La Peña semiclandestina es el universo, nada ocurre fuera de estas cuatro paredes que se estiran hasta tocar la luna. Tampoco hace falta. Si la música para, moriremos en el intento. Si las historias y los retos se acumulan, construiremos un desenfrenado anhelo.
Post prometido este, de la taguara en la que nos encontramos en Barquisimeto, de las noches que faltan por compartir y por traducir. En la noche, en la única y extensa noche, es donde los vacíos parecen inmensos bosques preñados de posibilidades.

Este raspao y aquellos diluvios

El sonido de la cuchilla navegando por el inmenso iceberg de nuestras calles. Una mano que asoma cerca del objetivo, una sonrisa y un sorbo. El raspao es esta tierra y esta tierra tiene los colores del raspao. Y las calles, las calles de nuestra América huelen a puerco frito y a vida sin enlatar, también a podredumbre, también a sexo sin previsiones y a pequeñas transacciones sin pretensiones. A besos prohibidos, a curvas imposibles de evitar. En el recorrido, huelo y escucho, esta es la América que somos, este es el sonido y el olor de nuestros días, sin atributos quizá, sin tribulaciones, seguro.
Leo un artículo en el que académicos occidentales se quitan la responsabilidad de la desigualdad en estos mundos: la culpa es de lo ocurrido en los últimos 30 años, Allende y Perón la embarraron por darle privilegios a los sindicatos cercanos a sus posiciones ideológicas. Vomito al leer tanta estupidez, me duele que el artículo que reproduce la voz de los verdugos está escrito por un latinoamericano que en su teclado se ha atrevido a reproducir esta idea: es un mito que la colonia tenga alguna responsabilidad en el atraso de América Latina; es un mito que oligarcas e imperialistas sean los principales culpables de esta lacerante desigualdad que nos trasnocha.
Sigo oliendo y oyendo, porque leer esto no tiene gracia. Ahora son cinco puestos de perros calientes coronados por una montaña de deseos sin lazo los que me marcan la ruta. Y yo, sumiso ante el sonido de la vida, trato de nadar en este mar de salsas y papas pulverizadas para sacar la cabeza y gritar, en el silencio más rotundo, que sí, que sí tienen responsabilidad cabrones, aunque a mi también me caiga parte del diluvio que deseo en sus oficionas de Harvard y de Londres.

8/5/09

Camine gente, camine pa'la plaza

Estamos casi listos. Es cierto, nada muy elegante, nada muy complicado, pero sí lleno de emociones y de fuerza pura. Ayer, los activistas Naso limpiaron el kiosco al que llaman casa, terminaron unas pancartas y dejaron todo listo para que hoy, al llegar la gente solidaria que se une al campamento, la Plaza Catedral sea un hogar temporal para todos y todas los que creen que el hogar de los NASO debe ser respetado. Música, conversa y tiempo, tiempo dedicado a los Otros, quizá eso es lo más importante.
Ya saben que están invitados.

5/5/09

Aún sin ser insomnio




En las ensoñaciones la única trampa es amanecer. Abrir los ojos y que las nubes ya no sean habitables o que los ferrocarriles solo lleguen a la estación que anuncia el cartelito ya digital. De la vigilia la única tara es utilizar los ojos internos, esos que miran al costado de la realidad, aquellos con los que, si se lleva cuidado, se desviste a los cuerpos hermosos que se esconden bajo abrigos de alpaca prefabricada.
Por eso hay una manera de retar a la representación de lo que somos: negarse a creer lo que nos cuentan los profesionales de la des-información y hacerle cada día más caso a ese disimulado instinto que prende las alarmas cuando todo parece demasiado razonable.

Cambio de paisaje

Cuando llueve en Panamá empieza el verde a copar lomas y almas. Refresca calles y calienta temperatura para avisar que la vida está viva y que los tiempos son mutantes. Llovió en Panamá en mi ausencia y regresar a la Plaza Catedral ha sido como visitar la península de Azuero al comenzar el invierno: ese re-nacer que no pide permiso, ese parir sin avisar de la tierra.
Los naso siguen plantados, firmes, de raíces poderosas. Junto a ellos, hermosas flores han ido germinando. Estos muchachos que han plantado fotos y paños, un bote neumático que hace de cama en puerto seco, un mueblecito destartalado para hacer casa de la coyuntura. La lluvia también trajo la solidaridad de unos obreros que vieron caer paredes y levantaron andamios para proteger del agua a los resistentes, las películas de Olmedo para sustituir a las telenovelas de la infamia, la generosa visita de B. rompiendo moldes y barreras, el continuo goteo de cercanía de Andrés y su gente, la presta presencia de M. y M., los lazos entre los que creen que otro mundo es posible aunque las urnas hayan confirmado que solo este es real.
El Cambio de Paisaje me puso verde el alma y volvió a traer a mi casa a mis ya hermanos-amigos. Un calorcito inunda de nuevo la trinchera.

Publicado hoy 5 de mayo



EL MALCONTENTO

Besos para el fin del mundo

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Nos han prohibido besarnos. También tocarnos o sacudir la mano del otro para evitar un contagio que nos acerca un poco más al cerdo, quizá el origen del hombre, en contra de la compartida opinión que nos sitúa junto al simio.

La población, tan acostumbrada a la propagación de virus –el consumismo, el machismo, el racismo… todos ellos virus de rápida propagación- se ha lanzado con entusiasmo a vestir tapabocas sin saber muy bien si es el miedo o la “moda” colectiva lo que la impulsa a ocultar labios y nariz bajo el pedazo de tela de toque quirúrgico.

No reflexionamos sobre el tipo de vida que llevamos, sobre por qué generamos enfermedades letales al atacar de manera irresponsable al planeta y a nosotros mismos. Mejor ponerse tapabocas, mejor no hacerse preguntas. Solo aguantar el chaparrón, combatir el miedo con profilaxis, dejar de tocar o besar por un tiempo para volver al poco tiempo al ritmo desenfrenado y estupidizante en el que estamos instalados –y para el que no hay tapabocas que sirva-.

En verdad, con esta paranoia he constatado tres asuntos. El primero: no era necesario recomendar la abstinencia labial porque, en realidad, cada vez nos besamos menos, al menos en público. Choca ya ver a una pareja recién arremolinada en el amor, besándose sin pudor en medio de la calle. Tampoco nos tocamos mucho en este mundo en el que el roce es un atentado a la individualidad ajena y casi hasta para la propia. Una actitud de insumisión ante tanta estupidez sería plantarle un beso en plena boca a casi cualquiera que se cruce con nosotros. Terminaríamos en la cárcel por escándalo público o por terrorismo salival, pero, al menos, unos cuantos labios habrían conocido el dulce sabor de la boca ajena.

El segundo: tiene un punto erótico esto del tapabocas porque nos obliga a mirar a los ojos a la empleada de la aerolínea o a la compañera casual de viaje. Acostumbrados a ver sin mirar, este es un nuevo ejercicio de recuperación de los ojos y de todo lo que encierran. Solo a través de ellos, en unos segundos, se delata la tristeza, la felicidad profunda y clandestina, los hormonales impulsos del deseo… En estos días he constatado la decepción que se escondía bajo algún tapabocas que, mientras permaneció en su labor preventiva, me había regalado ojos inquietantes, provocadores, casi necesarios.

Y el tercero: tanto ir al cine a ver películas sobre el fin del mundo o sobre el abismo del fin del mundo y por fin la gripe porcina nos ha hecho protagonistas de un guión que casi siempre nos excluía. Me explico. La mayoría de películas que nos ponen a las puertas del apocalipsis en forma de huracán, nevada sin fin o invasión extraterrestre acontece en Estados Unidos. Manhattan inundada, San Francisco tomada por alienígenas inmundos… siempre pensé que era sospechoso, que el norte no iba a permitir que las cosas se deshicieran por aquellos lados. Esta vez, la pandemia ha comenzado donde corresponde, en el México, en ese camino a medio entre el subdesarrollo y el mall de primera generación. Por fin podemos acabar con el mundo nosotros, comenzar desde el sur el virus que ponga a temblar al norte.

¿Qué va a ocurrir ahora? Nada, absolutamente nada. Igual que ya olvidamos la gripe aviar o el pánico al ántrax o la obsesión de ver un terrorista de Al Qaeda en cualquier viajero un poco tostado, se pasará la furia de la fiebre porcina. Deberemos volver a nuestra vida cotidiana y este susto solo habrá servido para olvidar un poquito la crisis económica y para ser conscientes de la debilidad de estos cuerpos que habitamos y que están dispuestos a dejar de funcionar por culpa de una tos mal cruzada.

Los mexicanos volverán a salir a la calle, a conversar, quizá incluso a besarse. Tal vez surja un nuevo tipo de adicción en el futuro, el enganche al tapabocas que nos aísla todavía más de los otros, que nos sume en un individualismo aún más drástico en el que la tela oculte nuestra gestualidad, el brillo de nuestros labios, la sombra de nuestro rostro. Yo, por si acaso, estos días ando tosiendo por cada esquina, casi sin ganas, porque me parece una obligación moral contribuir a la paranoia generalizada. También estoy especialmente besucón. Seguro que me lo perdonan: ¡Mua!