Hay vendedores de hiel que se camuflan en el frío bloque de
los raspados. Dicen que pueden edulcorar el gélido bofetón con colores de mentira
y leche condensada. Aseguran que en el paseo vespertino nos aportan las
calorías y la alegría que la mañana nos hurta. Suelen disfrazar su mala baba
con el semen de caracol que recolectan en las ausentes madrugadas de los desérticos
rascacielos donde se transa con nuestra vida. Nosotros mordemos su ponzoñoso
regalo para hacerlos creer que todo está en orden. Por dentro, el caos hace su
trabajo y la rebeldía, tan ausente de la Bolsa y sus avatares, empieza a
cotizar al alza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario