6/7/09

Uno más


EL MALCONTENTO

El salvavidas internacional

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Solemos perder la perspectiva histórica. Cuánto ha avanzado este mundo de humanos en los últimos 60 años… en algunos aspectos, al menos.

La igualdad de género, el respeto por la diferencia étnica, cultural o sexual, la instalación de un discurso y una institucionalidad de los derechos humanos… Falta mucho, sin duda, pero en comparación con el universo del final de la Segunda Guerra Mundial o, incluso, con las arbitrariedades cometidas en Latinoamérica en los 70 y en los 80, vivimos tiempos en los que hay más contrapesos, más observadores, más balance, si así se puede definir.

Por eso creo y apoyo la institucionalidad por encima de los Estados nacionales. No es que crea que la OEA, la ONU, UNASUR o la Unión Africana sean la solución a los problemas mundiales de unas sociedades fundamentalmente injustas e individualistas, pero lo cierto es que cuando las miserias locales afilan las uñas solo queda como recurso acudir a los organismos internacionales. Es un salvavidas poderoso que, bien utilizado, aporta a la mejora de las condiciones de vida o a la justicia en remotos puntos del planeta.

Las medidas cautelares que acaba de solicitar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso de la hidroeléctrica Chan 75 en Bocas del Toro es un chorro de aire fresco en este contexto patético en el que en nombre del progreso se atropellan derechos fundamentales de comunidades que luchan en clara desigualdad contra empresas y Estados. No es el primer llamado de atención fuerte que recibe el Gobierno de Panamá en este caso. Unas semanas antes, el relator especial de Naciones Unidas para los derechos de los pueblos indígenas emitió un duro informe sobre cómo se habían violado los derechos de las poblaciones afectadas por Chan 75 y cómo los procesos de consulta instaurados por ley han sido trucados y manipulados –como por otra parte ocurre en la mayoría de los proyectos de “desarrollo” en el país–.

La legalidad internacional es un freno a los abusos locales, es algo así como abrir la ventana del país para que aquellos que no tienen intereses concretos en lo que acá acontece den su diagnóstico, más apegado al ideal de justicia consagrado en los convenios internacionales firmados por decenas de Estados, incluido Panamá.

Quiero pensar que el “verdadero cambio” incluye el respeto a esa legalidad extraterritorial. Hasta ahora los gobiernos panameños han hecho oídos sordos a cuanta reclamación internacional se ha recibido.

Incluso, en el tema abierto de los indígenas nasos que siguen protestando en Plaza Catedral por el respeto de sus derechos territoriales, el Gobierno central ha recibido varias cartas directas y confidenciales de instituciones internacionales y de organizaciones mundiales de derechos humanos exigiendo una respuesta clara y digna a este problema y la respuesta de la Presidencia ha sido el silencio o la mentira.

Sobre Chan 75 se ha escrito y hablado mucho. La empresa AES ha invertido miles de dólares en publicidad y cabildeo –no siempre limpio– para vender a los panameños urbanos las bondades del proyecto. Probablemente, si esta multinacional y el Gobierno hubieran invertido el tiempo y el dinero en tratar con respeto a las poblaciones afectadas ahora no estaríamos metidos en este embrollo.

La costumbre de nuestros gobiernos y de los inversionistas extranjeros es meter la pata y después defenderse con uñas y dientes contra esos “cavernícolas” que no quieren el desarrollo. Creo, sinceramente, que deberían mirar a Perú y evitar que las cosas lleguen a ese estado. Allá, el terco presidente ha cedido a lo que el pueblo exige después de que muriera una treintena de personas. No es necesario. Defender la soberanía del país es defender no solo los recursos naturales de Panamá, sino los derechos fundamentales de su población y si no se hace por voluntad propia, para eso están los organismos internacionales. La soberanía no es regalar nuestros ríos, minerales o costas, sino explotarlas de manera razonable y para el beneficio de la mayoría. No es lo que ocurre.

Estamos a tiempo de hacer las cosas bien en otros proyectos como Bonyik, Petaquilla, Chorcha, las atuneras industriales, las decenas de proyectos inmobiliarios agresivos –como las islas del “paraíso” frente a Punta Pacífica– o, incluso, en Chan 75… si el cambio es cambio deberá ir por ese camino. Si no… será más de lo mismo: un gobierno elegido por el pueblo que se vuelve contra este; palabras vacías hablando de justicia social e intereses privados gobernando lo público. Ojalá mi pesimismo crónico no tenga razón.

1 comentario:

Yorch dijo...

Qué razón tienes brother. Pero mantengamos la motivación de que gracias a las pequeñas y grandes protestas, a los esfuerzos de unos pocos, todo eso que dices no es la única materia que se coloca en esta balanza.
Un besazo, meu.