19/11/09
Breve crónica de la dignidad
(Hoy 19 de noviembre, en este momento, 200 policías amenazan de nuevo a los Naso. Estas notas fueron tomadas el lunes 16)
Pánfila ha destartalado su ya precaria vivienda para evitar que, como el pasado 30 de marzo, las máquinas de Ganadera Bocas retuerzan el zinc que para la lluvia hasta hacerlo migas de metal. Lleva días sin dormir del temor y, sin embargo, ahí está, con sus hijas, esperando lo peor y rezando por lo improbable: una solución justa al pleito por el territorio que habitaron sus ancestros y que ahora parece destinado a ser pasto de vacas.
Hoy es un día extraño. Se supone que el desalojo debería haberse producido pero aún no llega. Cierto alivio se respira en el ambiente, aunque la tensión es más pegajosa que el calor o el lodo que conduce de Guabito a San San y San San Drui. La comunidad está reunida, como desde hace ocho meses, combativa aunque calmada, enfadada pero prudente. Tomamos una sopa de calabaza y pollo, quizá para tragar saliva antes de escuchar al presidente de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Asamblea Nacional, el diputado Leopoldo Archibold, hablar mierda, literalmente mierda. Verlo tratar a estos ciudadanos como a atrasados mentales, decir que él no puede hacer nada como si no tuviera el cargo que tiene, fanfarronear de haber sido capaz de caminar 40 minutos entre lodo para llegar ahí sin pensar que eso es lo que tienen que hacer todos los días estos hombres, mujeres, niñas y niños si quieren salir de la comunidad….
¡Ay Emilia! Cuando llega su turno de hablar ante el diputado se planta firme y asegura en Naso que no sabe expresarse en español. Le habla con palabras de sangre que conmoverían a cualquiera, que harían moverse cualquier espíritu sensible, humano quizá. No es el caso. Los políticos –los últimos empleados de los oligarcas y los empresarios- no pueden tener alma porque de tenerla vivirían dándose asco a si mismos. Emilia habla y con ella habla el viento y estas tierras en las que ella siembra sin prisa.
En Drui no habrá decoración navideña. Lo más probable es que no haya ni tan siquiera Navidad. La decoración son tres telas horizontales que rasgan la vista de quien sabe su significado. La más alta es la blanca. Habla de paz, de negociar, de llegar a acuerdos por las buenas. Abajo, al mismo nivel, como presintiéndose mutuamente, una tela roja –la de la sangre- y una negra –la de la muerte-. En esas estamos y nadie sabe que vivir sin dignidad a veces, muchas veces, no es vida.
Fernando no es Naso; Mingo tampoco. Ambos están en la trinchera porque entienden que en esta lucha entre el modelo explotador, capitalista y antihumano y el que entiende la tierra, al ser y a sus necesidades nos la jugamos todos. Son menos de los que deberían, la mayoría de la humanidad está de espaldas a esta guerra de ¿baja intensidad? Que puede hacer reventar todo por los aires, pero son la esperanza de la dignidad: cuando la hermandad nace de forma generosa sin más pago que un abrazo o una mirada de amistad.
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