25/11/08

SABIDURÍAS III

Hubo un pequeño lapsus que me hizo saltar del II al IV. Una perla más del viejo Víctor.

Víctor ve clara la necesidad de Dios para que el hombre sea completo. Y aunque yo no esté de acuerdo, ni seguro de no estarlo, Víctor habla con tripas, espíritu y alma –“las almas respiran en la armonía, respiran en el ritmo”, Zambrano-, y por tanto me alimenta: “Usted sólo con sus creencias de la tierra no puede dominar nada. Usted tiene que corporarse como creador. Ese poder, ese espíritu, ese amor ya nos lo dio a nosotros. Somos nerviosos porque somos de carne y hueso, y ahí no está el poder. Nosotros –a través del mambe- pedimos ese poder, ese espíritu para uno romper el nervio, ese miedo, por eso es que yo digo que uno debe saber entrar y salir. Si usted no sabe salir, entró y ahí queda encantado, y… ¿quién le va a sacar de esa conexión?”.

Salir es tan importante como entrar y, en nuestra búsqueda, los occidentales somos especialistas en entrar, pero no siempre vemos las señales de Exit bien claras. Nos enredamos en relaciones que no sabemos dejar, viajamos a lomos de drogas que no sabemos descabalgar, entramos en la espiral de la ambición sin saber cuando parar la rueda… Cuando no encontramos la manera de salir, llega la enfermedad, la depresión. Mi madre siempre dijo que la depresión existe desde que alguien nos contó que la tristeza era una enfermedad. Antes, según su teoría, a eso (a la depresión) le llamaban tristeza y era tan normal como arrancarse los pelos de la nariz. Demasiado sencillo, aunque con un punto de razón. Víctor cree que eso que los occidentales llamamos depresión es un tipo de ‘enredo’. Demasiado sencillo, pero con otro punto de razón.

“Eso ocurre que uno está enredado –dice Víctor-. Piensa muchas cosas que no puede lograr, que no puede salir de ese abismo. Ahí hay que deshacer el camino, pensar para qué vino al mundo, qué herramientas le faltan, dónde se quedó enredado y quién sabe desenredarlo, quién le puede ayudar a quitar esa basura, quién le va a dar la mano ahora que está metido ahí, quién le va a sacar de esa palizada, quién lo va a limpiar. Y… el único que tiene ese machete filo, esa escoba de barrer, ese tractor para tumbar muro… ese es el creador. De nuevo es poca la fuerza terrestre, hace falta la fuerza divina. Poner la mano en el pecho, decir perdóneme los errores, cámbieme este corazón de piedra por un corazón de carne. Y es uno mismo el que tiene que cambiar de corazón… porque el sicólogo igual que uno es humano. El médico ayuda en una parte, pero en lo espiritual no puede”.

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