18/11/08

El Malcontento de hoy 18

Controlar el deseo

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com
Lo bueno de las teorías es que si se dicen frente a un micrófono con la suficiente seguridad y cara circunspecta casi siempre cuelan. Por ejemplo, si mañana el presidente francés se planta en una conferencia de prensa y asegura con contundencia que la crisis financiera mundial es culpa del excesivo consumo de caramelos de menta, habrá voces que alaben la hipótesis. Igual ocurriría si alguna de nuestras autoridades ambientales justificaran el aeropuerto marítimo en pleno archipiélago de Las Perlas porque así las ballenas deben rodearlo y ese ejercicio extra ayuda a la forma física de las bestias (¿quién es la bestia en este caso?).
Aquí lo importante es el peso público de quién suelta la teoría y la seriedad y reiteración de los argumentos. Si se dan cuenta, la mayoría se creyó eso de las armas de destrucción masiva que se escondían en Irak, casi el 100% de los humanos aplica cada día esa teoría estúpida de que trabajar hasta reventarse el lomo por unos dólares ennoblece, y, si no fuera por la imagen de Delgado Diamante, hasta nos podríamos creer que su ‘incidente policial’ pasó por algún juzgado de turno que olvidó dejar constancia de la diligencia.
Mi hipótesis sobre las teorías flaquea ante la doble clase sobre el delito que nos dieron la semana pasada Mireya Moscoso, una mujer con gran autoridad moral para hablar de delincuentes y por Rodrigo Cigarruista, el suplente en la banca de DDD. La primera volvió a sacarse de la manga su famosa Mano Dura, aquella que aplicó con placer casi libidinoso en los últimos días de su gobierno contra pobres muchachos pobres, mientras repartía indultos a terroristas reconocidos, otorgaba concesiones dudosas y compraba unos modelitos de lujo para no ir por ahí andrajosa.
El segundo, Cigarruista, nos explicó que "para cometer un delito se requieren tres elementos: deseo, capacidad y oportunidad”. Y añadió: “nosotros no tenemos el control de que una persona tenga el deseo y la capacidad, lo único que podemos controlar es la oportunidad". Quedé perturbado, lo reconozco. Jamás había escuchado una explicación tan clara, ni repasando los capítulos de CSI, ni recordando algunas de las conversaciones claves de James Bond o de Batman en su persecución del mal. Pero quiero señalar un error que cometió el ministro encargado, quizá por los nervios de la comparecencia pública.
Fíjese señor ministro (e): la oportunidad es lo que no puede controlar. Porque para hacerlo debería evitar la ostentación de la riqueza de algunos, debería modificar el modelo de consumo desenfrenado que nos lleva a acumular estupideces en la casa que son robables o a comprar carros que brillan a los ojos de los ladrones provocando un incontrolable deseo de delinquir. La oportunidad no depende de usted. Si se trafica con droga es porque existe la oportunidad de vendérsela a los gringos o a los españoles cocainómanos; si se secuestra es porque existe la oportunidad de cobrar una cuantiosa vacuna; si se corrompe a los funcionarios públicos es por la magnífica oportunidad de hacer negocios que hay en el país…
No señor Cigarruista, no se enrede. El tema está en el deseo. No es que yo lo quiera animar a controlar todos nuestros deseos, eso le quitaría mucha emoción a la vida y atentaría contra el modelo de sociedad de consumo, donde la satisfacción del deseo es el único momento de verdadero placer del ciudadano. Pero sí puede concentrarse en modificar el tipo de deseos que acorrala a algunas personas y que puede hacerlos delinquir. Por ejemplo: si los jóvenes de Curundú, el Chorrillo u otros barrios excluidos de Panamá no se despertaran con el deseo palpitante de un apartamento decente donde no vivan hacinados, o con el deseo voraz de comerse un filete especial con papas y ensalada, o con el ingenuo deseo de estudiar en la universidad, o con el tonto deseo de cierta justicia en el reparto del botín del país, es probable que algunos de ellos no se torcieran ni se dedicaran al pandillerismo o a la delincuencia (una manera rápida y eficaz de sublimar el ‘deseo’ de venganza).
Piénselo bien, señor ministro (e). Su antecesor –bueno, en vacaciones ahora- tuvo un deseo irrefrenable de matar a un subalterno y él buscó la oportunidad, que esa siempre se presenta. Si hubiera controlado el deseo, probablemente no habría muerto ni enredo. Cambie de estrategia y quizá consiga ver realizado el deseo nacional de que la ex presidenta Moscoso también se tome unas vacaciones sine die.
[En este mundo de locuras repetidas hace falta valor, como escribe PFP, para perseverar. C. recarga fuerzas: “Hace falta valor / para seguir siendo si se sabe, / a-ciencia-cierta,/ que vencen y fracasan / eternamente los mismos, / que la impunidad que da nausea, / que el cruel desahucio / legisla, castiga y predica / cómodamente a sus anchas”.]

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero siempre les es más fácil tapar que poner remedio...

Anónimo dijo...

Paco,
Creo que esta es la mejor columna que has escrito, me extrañan los pocos comentarios. Me encanto por la sencillez como explicas el equivoco que es "la mano dura", que creo todos tus lectores , de este blog, que parecen ser de clase media tanto extrañana!!!!jajaja, A ver si dicen algo!!!