14/11/10

Descafeinamientos

Somos descafeinados. O, en realidad, no lo somos, pero fingimos serlo. Época de despistes cósmicos en los que la gente se deja el alma por salvar a unos tiburones mientras el cólera muerde el alma de un pueblo o al tiempo que millones de inmigrantes económicos y desplazados por los conflictos mundiales vagan como fantasmas en un planeta en el que son invisibles (o la menos, mucho más invisibles que pajaritos, tiburones y gorilas). Los humanos ya no somos humanos porque nos han "cosificado", unos productos más en este sistema de productos que provocan el capricho y aburren antes incluso de ser utilizados.
Escribe hoy Zizek: "En el mercado actual encontramos una amplia gama de productos carentes de su componente nocivo: café sin cafeína, nata sin grasa, cerveza sin alcohol... ¿Qué decir del sexo virtual, que es sexo sin sexo; de la doctrina de guerra sin víctimas (en nuestro bando, claro) de Colin Powell, que es una guerra sin guerra; de la redefinición actual de la política como arte de la administración técnica, que es una política sin política? Todo ello nos conduce al tolerante multiculturalismo liberal, que es una experiencia del Otro privado de su otredad: un Otro descafeinado que practica danzas fascinantes y que aborda la realidad desde un enfoque holístico ecológicamente sensato, mientras rasgos como el maltrato a la esposa quedan fuera de cámara".
Somos descafeinados seres miedosos de vivir porque nos da pánico el otro. Su fuerza, su mierda, su olor, su poder, la imperiosa necesidad de convivir con él o con ella. Por eso fracasamos cada vez que nos sentamos a tratar de hacer las cosas en comunidad. Porque hasta que no volvamos a ser con todo y a aceptar a ese Otro universal pero, al tiempo, tan concreto, estaremos condenados a este diálogo de sordos, a este estar juntos pero no ser juntos, a este compartir apartamento pero no saber caminar al tiempo.

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