Son unos 100.000 los desaparecidos de la Guerra Civil Española. Huesos roídos por el olvido que se acumulan bajo las nuevas autopistas y sobre el viejo rencor de vecinos enfrentados a la saña y provocados por las banderas. Sólo unos 5.000 y tantos cuerpos recuperados, solo 10 años de aparecidos porque España es un país que se niega a releer su historia, a enfrentarse a sus fantasmas, a releer discursos, a custionar personajes. De pronto, todos los países son así: maquinarias de mentir para construir una identidad nacional excluyente y suicida.
Hoy se han manifestado miles en Madrid, apoyando a los saharuis a los que dejamos tirados. Utilizo la primera persona del plural porque los que compartimos pasaporte tenemos responsabilidad. Especialmente ahora, que hablamos de democracia, que se supone que nuestros gobernantes representan a la soberanía del pueblo. El gobierno cobarde de Zapatero -cobarde y tramposo como siempre ha sido el PSOE- se hace el loco con Marruecos para proteger intereses económicos. Esos intereses que son los mismos que marcan las relaciones diplomáticas con América Latina o con la infame China.
Nuestros muertos se revuelven en las fosas comunes silenciadas. Se indignan porque lucharon por construir una sociedad más decente, más justa, más tolerante. La pérdida fue brutal y ahora podemos ver las consecuencias. No sólo quedó derrotado un sueño, sino anulada la capacidad de protesta, enquistado el motor alado de la dignidad, sepultada la inminente necesidad de revuelta.
Son tiempos de medir las derrotas de hace 50 años. Los pactos vergonzantes tras la segunda Guerra Mundial son los que nos traen la estructura geopolítica de nuestros tiempos. Las innecesarias bombas nucleares que cerraron el festín de sangre fueron un puñetazo en el tablero de damas en el que se debatía el planeta. El triunfo de las tesis neoliberales y el abrazo cobarde del keyneisanismo como salvacion de los rescoldos del primercapitalismo nos han llevado a este consumismo individualista estúpido que nos está vaciando de humanidad, de humanismo.
Los aparecidos, aún siendo pocos, deberían alzarse del suelo, agarrarnos de la mano y recordarnos que la pelea es peleando, que los cambios no se dan sin sacrificios, que manifestarse, que solo manifestarse no es pasar del "happening social"- como lo definía Günter Anders- y que si no nos recuperamos de aquellas guerras no podremos librar las batallas venideras.
13/11/10
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