20/8/09

En la era del fascismo

El fascismo no parece ser un problema solo del poder, sino de cómo las gentes se acurrucan en ese poder y cuidan su ceguera con primor para no tener que saberse cómplices. Es como cuando uno sabe que está haciendo algo ilícito, está apenas comenzando, pero enfrenta la disyuntiva de dar marcha atrás, reconocer en público la cagada y asumir las consecuencias (la verdad está sobrevalorada) o seguir adelante, terminarr el 'trabajo' de forma limpia y confiar en que el secreto así lo será mientras no salga de su boca.
Las poblaciones de las sociedades fascistas son así. Saben que algo anda mal, que están siendo cómplices de algo con tintes poco éticos, terribles la mayor parte de las veces, pero siguen en el carrusel tratando de aferrarse a las justificaciones generales, aquellas que tranquilizan por colectivas.
Diría yo que en estos tiempos vivimos, en Occidente y en los entornos occidentalizados de la periferia, en un clima fascista. Democracias mentirosas, violencia estatal incontrolada, enemigos de papel para justificar persecuciones y matanzas, el imperio de la economía (y cuando la economia está por encima de la política estamos hablando de, por ejemplo, el complaciente Chile de Pinochet), y la cultura del simulacro alimenatada todos los días en la hoguera mediática.
Los ciudadanos pelean por un empleo y se masturban en la soledad torturante de su miseria ética; los periódicos nos cuentan de cientos de muertos reventados por el imperialismo sin nombrar jamás esa palabra; los políticos fingen lo público para cuidar la agenda privada que no conocemos; el discurso es solo uno y las alternativas se muestran como sospechosas de terrorismo (ya solo hay buenos o terroristas); los excluidos del paraiso dan patadas de ahogado tratando de tomar aire para aguantar un rato más en la fosa de mierda en la que los obligamos a despertar cada mañana...
Es fascismo, pero a esa palabrita la enterramos con el siglo XX y habrá que pedirle a los semánticos de la postmodernidad que nos den otra, otro término para denominar esta podredumbre.
Los cómplices, al igual que lo hicieron en su momento los alemanes cómplices, los españoles cómplices o los italianos cómplices, seguiremos seguros de estar en el bando contrario y a diferencia de entonces, cuando el enemigo era diferente pero muy parecidito a los 'buenos', nosotros tenemos la ventaja de saber que al otro lado solo hay encapuchados dentados que quieren arrebatarnos a nuestros hijos y comerse sus entrañas. Muy cómodo.

2 comentarios:

Araceli Esteves dijo...

Tan lúcido como siempre, amigo Paco.

náyade dijo...

Un eufemismo, eso es lo que pide la sociedad. Porque fascismo suena feo, y las cosas feas no gustan.

Un beso, Paco.