23/8/09

Acá se ganó una batalla

Acá se luchó una batalla. Fue hace 10 años, pero aún en las paredes hay pintadas que delatan al enemigo: "No a los mineros, a los gobernistas ni a los traidores". Acá, a punta de bala y fuego, se ganó una batalla. Cientos de indígenas armados echaron a la empresa que pretendía arrancar el cobre de estas montañas tan golpeadas por la historia y por los que la escriben.
Acá, pasando la maltrecha valla externa y bajo este techo metálico incandescente de trópico, un grupo de hombres y mujeres hablan de dignidad -¡qué desfasados!-, hablan de un "ya está bien" y de un "nos cansamos" que se traduce en la necesidad de luchar, de pelear de frente contra todo lo que los amenaza y disminuye. Pienso en las sortijas de oro que se ponen los que no pisan la tierra, me acuerdo del gesto automático e irresponsable de prender el aire acondicionado, de arrancar el carro, de meter la tarjeta en la ranura del cajero automático... ¿quién piensa en el patio trasero? ¿en todo lo que acontece para que podamos tener y hacer sin pensar?
Un celular lleva alojadas en su batería las espaldas gastadas de cientos de africanos atrapados en una mina, el Kw pagado con más o menos sacrificio contiene bosques arrasados y comunidades desgajadas de la tierra para construir una hidroeléctrica 'limpia', la fiesta que anoche disfrutaban cientos en los bares del barrio es un grano que supura pus de miles de excluidos cuya fiesta se limita a un calabazo con arroz blanco y una grasienta loncha de jamoneta...
Acá, donde aprendo del tiempo y de sus impertinencias, escucho y entiendo que no hay vida digna sin valentía, que no hay caminos fáciles, que el enemigo es terroríficamente grande pero que YA NO HAY VÍCTIMAS. Un dia, un día que se alimenta de los días, todo reventará y los silencios se convertirán en gritos ensordecedores, el hambre devorará a los acomodados ciudadanos de bien, la tierra cobrará el delito de la angurria solo a los angurrientos y la justicia, que solo depende de las manos de los seres humanos, tendrá la marca del tiempo en el que en sitios como este, donde tablones reciclados y sillas sin respaldo ni lógica juegan a ser catapultas sociales, se sembró la semilla de la cólera, del hartazón.
Acá pienso en este universo y todo se hace chiquitico y comprensible, ausente de razón, pleno de necesidad.
Acá, está comenzando una nueva batalla.
Hay-que-seguir-ensanchando-las-grietas

2 comentarios:

Ana García Huerta dijo...

Hola, perfecto idiota latinoamericano. Te saludo desde la tierra del malconsuelo de no querer ver y del cinismo de quienes basan su dicurso político en ridiculizar cualquier intento de cambiar las cosas.

Paco Gómez Nadal dijo...

jajaja, gracias perfecta europea renegada... besotes