26/10/09
La mentira
Tomar el poder -este poder- es ser cómplice del poder. Cómo querer ser lo que se combate. Los procesos supuestamente revolucionarios que se están desarrollando en algunos países de Latinoamérica -una vez entregada Asia a la Revolución Cultural Capitalista y sumida África en la imposibilidad de actuar, en el resentimiento cero provocado por el hambre y la dominación- son mentira. Toda participación en el sistema no solo denota el carácter falso del proyecto 'revolucionario', sino la falta de coraje para asumir que cualquier cambio sistémico comporta una dosis intolerable de violencia. O mejor: una insoportable culpa por ser el origen de esa violencia.
Por eso es errado el intento de los partidos supuestamente de izquierdas de llegar al 'poder' por conductos impuestos por la democorpocracia occidental. Su verdadero carácter revolucionario sería una declaración en la que se comprometieran a jamás aspirar a gobernar bajo un sistema tan vil como el que soportamos.
A la violencia sistémica sólo cabe, quizá, la violencia resentida, la violenta rabia contra el cúmulo de injusticia y dolor que ha causado este 'orden' en el que lo que se calla es mucho peor que lo que se muestra.
¿Por qué es más violento un atentado islamista en Pakistán o en Irak que el sometimiento de millones de personas a la esclavitud real (nada virtual en estos casos), al hambre, a la incultura o la terrible pérdida de lo humano en los seres que vagabundean las sobras del festín capitalista?
Quizá es cierto lo que propugna Badiou -"es preferible no hacer nada que contribuir a la invención de nuevas formas de hacer visible lo que el imperio ya reconoce como existente"- o lo que sentencia Zizek -"A veces no hacer nada es lo más violento que puede hacerse"-. El otro camino es el de la acción real, sin miedo a las consecuencias -incluso si estas son violentas-, asumiendo el gigantesco mandato de socavar lentamente pero de forma insistente este sistema torturador, maligno, inspirado en los dioses -o el dios- que todo lo puede ante nosotros, ovejas descarriadas y siempre pecadoras.
Los caminos intermedios -la falsa intentona golpista estatal democrática de Chávez o el socialcorporativismo imperialista de Lula- son la otra cara de la esquizofrenia social en la que vivimos: mentiras para hacer creer que algo puede cambiar cuando lo que hacen, de forma más o menos consciente- es perpetuar el sistema contra el que supuestamente luchan.
(Lo único bueno de un blog tan inédito como este es que uno puede desahogarse de este modo sin ue la policía venga a tocar la puerta de su casa ¿o no?)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario