El miedo corre más rápido que sus secuaces. En los pasillos de la ciudad la gente habla de miedo, de represalias que aún no tienen forma, de persecuciones ficticias y de algún empujón real. El miedo tiene un poder real, brutal, efectivo. Llevamos años de política del miedo y solo con la valentía de los imprudentes se puede hacer mella al miedo imaginario, mucho más dañino en estos tiempos que el miedo real.
El miedo, como alguien me dijo hace años en un territorio de miedo, es uno de los pocos patrimonios individuales que nos resta. Nosotros decidimos cuánto y cuándo, aunque los sacerdotes del poder traten de inflarlo como globos sin boquilla.
15/4/10
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