Qué extraño es estar alojado levemente en las goteras del infierno. Allá, paleadores del destino tratan de contener el aluvión de la podredumbre. Acá, pieles resecas de aburrimiento toman el sol en el agua limpia a fuerza de químicos y murallas. Mientras las insignificantes cenizas de la tierra representan la fragilidad del desarrollo humano, a milímetros de aquí no hay aviones ni esperanza: tierra baldía de ilusiones apenas cosechada de huesos y fracasos.
El infierno solo es para los condenados, para los que han osado a desafiar al orden de los galeones, para todos aquellos que no tienen color ni rubor para seguir nuestro ritmo. En estos dias de paro forzado -para otros-, los otros continúan habitando las dunas rojas de la muerte.
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