15/8/08

Texticos desde el insomnio II




Lo interminable


Hay cosas finitas. La riqueza, la harina de trigo, el amor, la pasta de dientes, el buen ron bueno, la pasión, las ganas y la desgana, las frituras, el queso francés, el vino de crianza y las rabietas, los libros acaban como acaban las películas, y el sexo, y los nísperos, y los créditos, mueren las personas y las canciones, los animales y los proyectos, los silencios, las fiestas y la algarabía, los desfiles militares, las condenas, los rosarios, las procesiones y las tristes putas tristes y las inconsciencias, acaba la libertad como nunca empieza, como las dictaduras y las corridas de toros y de nosotros, y los conciertos, y el cariño y los carnavales.
La mayoría de cosas son finitas y eso consuela porque su prolongación en el tiempo las haría vulgares, cansonas, a penas insoportables. Pero el sufrimiento es interminable. Primero te desplazan, te roban y te amedrentan, después de estigmatizan, te condenan a la soledad y a la pobreza. Más tarde, si les queda fuerza para hundirte más el machete, te quedará ver morir a tus hijos y a tus esperanzas, caer tu casa y tu salud y quizá, el único final posible, será el olvido de quién fuiste. Tu sufrimiento, tan interminable como implacable, habrá sido solo tuyo. E interminable.

La apuesta

Cuando el pesimismo no es una coartada, cuando se sabe de qué está fabricada la tristeza, el día se convierte en una apuesta. Terminal. No se puede ceder, ni tan siquiera dudar de que morir tiene más sentido cuando se ha luchado, de que renunciar no es más que refugiarse en la pecera particular, donde todas las maticas de plástico y las piedras artificiales nos son conocidas y donde todos los días, como una lluvia generosa, nos llega el alimento necesario para dar una vuelta más a las cuatro esquinas inquebrantables. La lucha no es cuestión de heroísmo, nada más lejos de su genética. Es la responsabilidad de los que, alimentados y leídos desde la infancia, no se pueden permitir la pesadumbre de la costra, del amor tibio, de las mañanas previsibles. Tampoco suena razonable que sus capacidades, las nuestras, queden a merced de una cuenta corriente o del vaivén de la bolsa. Menos aún que, prendidos de una metáfora fabricada, se caiga en el error de quedar atrapados una banda sonora de Morricone o en un sofá reclinable desde el que observar la vida.
Cuando el optimismo es auténtico y se conocen los éxitos de la dignidad, no queda más remedio que apostar a uno mismo a través de los otros, tirar los dados y ponerse en marcha sin esperar a que el movimiento cese y nos enteremos del resultado. Ya se sabe, apostar es solo cosa de escépticos y de optimistas.

De la trascendencia

¿Será verdad que pase lo que pase no pasa nada? ¿Qué ocurre si la lancha se vuelca o si los motores del avión se agotan? ¿Qué ocurre si no nos volvemos a ver para cumplir la peor de las hipótesis? ¿Cuál es la trascendencia del amor que no ha sido? ¿Y del que ha sido? Casi todo pendejada, casi todo trascendental. Nuestra futilidad es tan aplastante que nos obliga a ser heroicos, creyentes de ti para poder agarrarnos al casco rojo que ha de salvarnos en el naufragio. Únicos, hermosos, intrascendentes. La grandiosidad está en la fragilidad.

Pelícanos

Once pelícanos estiban pescados que se creían libres. En el abismo, organismos sin ojos niegan la luz ausente. No hay olas ni sobresaltos, no hay viento ni tumultos. Tan solo el picoteo preciso de esta superficie inabarcable, el quejido inaudible de los que ya están en boca de otros… y, yo, miro desde este bote de rocas con la esperanza de que lo que hay sea lo que debe ser. Este mar que es tan tuyo, esta luz para la que me faltan las palabras, y la respiración. Si precisara de una imagen para sobrevivir, probablemente amarraría mis pies a este atardecer, pegaría mis manos a la loma que desaparece, a la sonrisa que no alcanzo a capturar.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Nuevamente las tensiones, las luchas, las contradicciones. Quizás la esencia del pensamiento es su ruptura radical, la falta de solidez, la inestabilidad, la necesidad de ser diferente en el futuro a lo que se es en el momento.
Y, al mismo tiempo, vivir con plenitud implica un acto de fé en uno mismo y en los demás, una actitud amorosa hacia sí,hacia cualquier ser humano, hacia cualquier ser vivo. Dudo de la posibilidad de amar a la materia inerte, a la que no sufre ni disfruta, a la que no se reproduce, cambiando.
Por eso la apuesta más prudente ha de hacerse sobre el presente posible, la duración de nuestra propia vida, y sobre el presente inmediato que construye gozoso el día por venir. Aún en el sufrimiento, en las dudas y en las incertidumbres, creo que vale la pena apostarle a esa felicidad impensable sin el dolor. Ser humanos no puede consistir en ningún paraiso celestial, en esa gelatina babosa de la que hablaba Estanislao Zuleta. La vida es terrenal y esa es la única que podemos vivir a plenitud, precisamente porque se acaba.

Paco Gómez Nadal dijo...

Claroq ue sí Rodrigo, pro últimamente peleo con la idea del elogio a la dificultad de Zuleta. ¿Por qué no puede ser la vida un espacio, fundamentalmente de gozo? Ojo, no he dicho felicidad, ese concepto empacado que nos mantiene esclavizados. Gozo, placer, disfrute de lo bueno y de lo malo... las contradicciones de siempre

Anónimo dijo...

Me encanto La Apuesta.
Ya casi apuesto....

Paco Gómez Nadal dijo...

Habrá que apostar, todo el pinche día hay que apostar

veronica dijo...

Alguna vez creí en los amores eternos y en la vida eterna, como una manera de pretender tener asegurado el futuro. Los vaívenes de la vida me han enseñado que todo tiene su fin, como muy bien lo dices tú, Paco. Rescatar lo aprendido de lo vivido, y mi gen optimista me deja llorar sólo a ratitos, y empiezo a pararme y buscar un camino para seguir viviendo. Cada camino es una apuesta, pero lo importante es apostar. Para mi la felicidad esta en la posibilidad de ínfluir en mi destino, hacerme participe de la vida. Yo sé que con los años y el desgaste de mi envase corporal la felicida se basará en los recuerdos. Por ahora construyo mis recuerdos y vivo como si fuera a morir mañana. Disfruto de las vivencias que la vida me regala, pero también me gusta darle una manito a mi destino. Soy afortunada, tengo a mi hija que me regala su sonrisa, puedo mirar desde mi ventana cibernetica un "odioso" que no quiere cambiar y tampoco "acaramela las palabras" y me hace creer en la gente y tengo mis ojos que se asombran cada vez al contemplar este mundo que me toco vivir. Me entristece el estar consciente que no todos son tan afortunados como yo, espero seguir despierta porque me aterra la anestesiadora autocomplacencia. Paco, ue tengas una linda tarde

amalia dijo...

Paco, trato de vivir como si cada día fuera el único, no el último. Me levantó con la convicción que no ha habido más sol que este que me calienta en las mañanas y a mediodía ya me asa. Pero hay algo, hay algo que me repica en algún segundo del día, y es que no puedo darme el lujo de no hacer nada, de quedarme quieta, de ver con pasividad la vida. En algún segundo del día esa necesidad se manifiesta, y aunque tal vez hago muy poco por honrarla, al día siguiente esa espina es la que me hace saltar de la cama

César-in dijo...

A veces, muchas veces, pienso que es posible que no importa lo que hagamos nada cambiará (al menos antes de que dejemos este mundo). Pero también, la más de las veces, me digo que eso no puede ser motivo para no hacer lo que debamos...

Paco Gómez Nadal dijo...

Digamos compa que hacer es una forma de estar.Cambian las miradas y eso ya es bastante.!!!Oh cielos!!! me estoy volviendo optimista... !!que alguien me detenga!!