19/8/08

Texticos del Insomnio III

/impúdico, sigo compartiendo estos texticos paridos en muchas noches de muchos días/

Sonámbulos


Los sonámbulos son unos pendejos mitológicos. Tratan de mantenerse despiertos en el sueño y buscan rendijas por las que colarse en la realidad para intervenirla. Pobres infelices incapaces de entender que los sueños deben mantenerse fuera de la Zona Verde para no contaminarse del olor, del sudor, de la cansada desidia de vivir.


Acertijo


Si-la-vida-es-para-vivirla-que-hago-hoy-muriendo-de-esta-forma-tan-estúpida.


El dolor


Soy una fábrica de dolor. Todos se sienten adoloridos por mis músculos cansados, por mi esperanza ingenua, por mi aliento desenmascarado. Qué de verdad es el dolor, cuánto de autoinfligido tiene, cuánto de literatura, cuánto de miedo. Miedo y dolor van de la mano cuando del alma se trata, cuando no podemos localizar la herida por el color rojo ni por el sabor metálico de su lamida. El alma, sujeta a exhibición pública, duele porque sí y porque tiene que doler, porque no se puede concebir que algunas heridas sangren en silencio, hemorragias internas que un día revientan el cuerpo sin que síntoma externo alguno hiciera presagiar el drama. El dolor hoy, fabricado por mi con tesón, en el silencio de mi propio dolor, es doble: para que sea menos en el otro debe ser más intenso en mi estirpe. El dolor del alma, conjugado en clave de fracaso teórico, no es más que una vedete chillona que no permite escuchar el armónico sonar de mi balada.

Cosa de refugiados


La mayoría coincide en la máxima del carpe diem. En teoría. Funciona a la perfección en el papel, o en el discurso de pavoneo, el que requiere de carácter y arrogancia medida. Vivir al día parece cosa de náufragos, terminales o de refugiados de frontera. Los demás, los únicos que podríamos hacerlo, pasamos el día planeando vivirlo hasta que cerca de medianoche, entre pequeños fracasos y esquirlas de alegría, perdemos el oxígeno y la dignidad. Y el aliento. El aliento también, sin hombro en el que vaciarlo.

Pespuntes

Viste una bata azul oscura con motitas blancas. Es sutil el dibujo, pero te aseguro que es un gesto de alegría después de décadas de luto. Gorda y tierna, ¡ay Julia!, siempre a mi lado, mirando mi vida con la sonrisa complaciente que me regalaste hasta que decidiste empacar para siempre. Julia, la abuela prestada y única, cosía y cosía pero antes de cerrar la herida en la tela aseguraba una última prueba no sin antes advertir que todo estaba en pespunte… apenas sujeto para no deshacerse, frágil, temporal.
¿Cómo se da un pespunte al dolor? Quizá con la seguridad de un médico ante un cuerpo desmembrado, con la calma de quien sabe qué es lo que se debe hacer: unir las piezas mientras reconozcamos sus yuntas.
Convivo con la duda de si Julia hubiera aprobado los pespuntes que yo doy permanentemente a mi vida, dispuesto a deshacerlos con un gesto contundente para reinventar la costura, para rediseñar las ropas que me han de vestir, que me han de dar calor. Es lo único bueno de esa técnica: el hilo blanco solo marca un proyecto, una idea, no la definición final.

La adolescencia

Enfermedad temporal que, como los granos rebeldes, amenaza permanentemente con reaparecer. Uno piensa, pensaba, que, una vez pasada, el estómago no volvía a doler, que las flores exóticas que aturdían los sentidos permanecerían marchitas, que los amores turbulentos o los deseos extremos no encontrarían refugio en nuestra vida. Nada que ver. Cuando uno menos lo espera, en edades que rozan lo gastado, la pubertad regresa. Adolescentes eternos, algunos adultos tenemos el humor cambiante, los deseos mutantes y unas terribles ganas de salir corriendo y reventar lo que nos rodea. Caprichosos, antojadizos, deseantes de todo lo prohibido por el otro, los adolescentes adultos somos peligrosos, imprevisibles, sufrientes sin pena y suicidas de lo ajeno. Nuestro dolor explosivo no es diferente al de un gótico floreado de espinillas, pero nuestra rabia es equivalente a mil años de injusticias.

7 comentarios:

César-in dijo...

"Mil años cargados de injusticias", ¡Qué tremendo! ¡Y seguimos caminando! Como cuando los años te dicen bienvenido, ya puedes sentarte y descansar y uno huye despavorido temiendo que esa nueva trampa te venza... ¡Cuidado con el optimimo!
Gran abrazo...

veronica dijo...

Paco:Tus textos de insomnio me acompañan en mi insomnio obligado-voluntario, y me hacen pensar en lo siguiente...el acertijo traté de respondermelo y no es fácil, porque ya es díficil vivir la vida, yo he pasado desde ser una vividora hasta estrategias como sobrevivir, y me paseo entre estos dos estados. '
Se me pusieron los pelos de punta con eso del dolor, lo sentí en cada celula que compone la biología humana, en las veces que he acompañado en su partida a algunos seres humanos, en especial una vez, que compartí un atardecer y lo único que pudé hacer fue estar tomados de la mano y mirar la ciudad, no había mucho que decir, sólo tomarse el dolor de la partida a pequeños sorbitos.
Abuela: Mi abuela putativa, se renueva mil veces en su fe, lee la letra chica de los diez mandamientos, para que su Verito siga siendo buenita y gané un lugar en el cielo, extraño sus regaloneos y espero pronto sentir su abrazo cálido.
Me gusto el termino "adolescente adulto", yo no me rebele cuando era adolescente, así que me he ganado el derecho de vivir adolescentemente hasta los 100. Espero no darle muchos dolores de cabeza a mi hija. Gracias

Paco Gómez Nadal dijo...

Le darás muchaaaaa guerra a tu hija, eso seguro, por lo que piensas y dices, pero eso es bueno. me alegra que tus noches se topen con las mías, eso significa que las palabras son puentes y los que las leemos y escribimos a penas caminantes dispuestos a cruzar quebradas.
Me encanta sentirte por ahí.
Saludos

Anónimo dijo...

Hola Paco: ¡qué hondura en el dolor y qué lucidez en la mirada!Tiemblan mis entrañas al sentir lo que padeces y se enorgullecen mis afectos al constatar tu perspicacia. Leo entre líneas y me inunda una penosa sensación de impotencia y confusión, de rabia y desespero. Leo entre líneas y me invade una claridad naciente. ¿quien dijo que no somos refugiados? ¿quién dijo que tenemos patria? Nuestra suelo es el instante, el lugar de nuestros desvelos es un momento, quien cimienta el verdadero sentido de la vida, el que podamos construir, es la muerte. Creo comprenderte en algo y me siento orgulloso de tí. Somos de los mismos, somos tan humanos como los líderes rusos, incluso como Bush, sí señor. Detrás de la desgracia de los desgraciados, de la pobreza de los infelices y de la prepotencia de los dictadores están personas como tú o como yo, luchando con sus demonios y persiguiendo a sus dioses.

Paco dijo...

Hola Rodrigo: tu lucidez me aturde a veces. Siempre lo ha hecho. Es como si hubieras caminado la vida registrando las respuestas pero dejando las preguntas abiertas. Cómo te permites sentir y como potencias que los otros sintamos es uno de los regalos más hermosos y profundos que he recibido en los últimos años. Lo único que siento de tus últimos cambios es que no podamos tomarnos unos traguitos lúcidos en Latifundia y aullar a la luna esa que colgabas en el cielo oscuro que nos iluminaba, que nos ilumina.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Siempre amenazan con volver, esas ganas rabiosas de salir corriendo y reventar todo lo que nos rodea.
Sí, el texto que te dejé la otra vez es mío... y quizá se note en él que todavía no he logrado librarme, en lo que vulgarmente se llama escribir, de la pasión que empapa cualquiera de mis actos. Quizá eso te de alguna pista para sacar alguna otra conclusión acerca de mi identidad, aparte de mi procedencia europea (española, a más creces).

Por cierto, me es familiar, aunque yo por edad no llegué a convivir con ella, esa Julia que daba pespuntes cosiendo y descosiendo, tal como tú (como todos, al fin y al cabo) dices hacer con tu vida...

Anónimo dijo...

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