21/10/08

La batalla de la dignidad

Miles de hombres y mujeres marchan por una carretera. Llevan la palabra amanecida en sus manos, en sus bolsillos, en sus rostros. No protestan como la mayoría. Planifican paradas de palabra, de mambeadero con el resto de los movimientos sociales, de búsqueda de soluciones a una situación social asfixiante, donde no solo la pobreza y la exclusión son la norma, sino la estigmatización y el grosero insulto.
Se equivocó el virrey. Se equivocó. Pensaba él, seguro del poder otorgado por la violencia, que los ciudadanos son solo peones, corteros de caña silenciosos. Los pobres son agradecidos, reflexionaba el virrey al asignar partidas enviadas por los aliados del norte a Acción Social. 80 mil pesitos para los viejos, 50 mil pesitos para las madres pobres… démosle la piel del pollo y los huesos de la res que ellos hacen sopita y se calientan con madera húmeda. Así pensaba el virrey.
Pobre hombre pobre de poder. Los excluidos nunca estuvieron dormidos, estuvieron preparándose. Los indígenas que marchan a Cali saben lo que hacen, tienen la sabiduría de la paciencia. Creyeron los colonizadores de todas las razas que los indios eran vagos, sumisos, decían. Bajaban la mirada y no era para arrodillarse sino para no regalar una mirada si quiera a las bestias con corbata, con corbatín, con peluca de impostura.
Es probable que este no sea el levantamiento esperado, pero no hay duda de que el virrey está viendo la boca la lobo, y el lobo corre por el bosque armado de la palabra, mucho más poderosa que sus armas y sus discursos de mentiras. La palabra amanecida es la semilla del arcoiris, como diría mi hermano Héctor. La palabra amanecida ha prendido ya en los hermanos menores, en los corteros, en los maestros, en los trabajadores y trabajadores que entregan su alma cada día por pinches 250 dólares al mes, cuando tienen suerte.
Miles de hombres y mujeres marchan por una carretera. Y aunque no ganen esta batalla de la legalidad y el respeto, ya han ganado la batalla de la dignidad. Cuántas lecciones, cuántas energías circulando. Gracias por devolvernos la esperanza. Gracias por marchar, por su palabra.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Así es Paco, el poder de la palabra
es mucho más fuerte que todas las
balas, que todos los insultos,
los vejámenes...Y esa "palabra
amanecida" sabia,habrá de encontrar
la respuesta esperada, merecida...
habrá ganado la batalla de la dignidad!
Gracias por las tuyas. siempre
solidarias, siempre hermosas,
siempre conmovedoras...

Anónimo dijo...

La palabras siempre tendrán más fuerza, a la larga, que cualquier tipo de arma. Ciego que el que no quiera ver eso...

Gracias por todo.

Idoya dijo...

Ay, Paco... Inmersa en esta burbuja casi una olvida... Por primer día en los dos últimos meses tengo un rato para hacer algo que no sea pensar en este Estados Unidos, en sus elecciones y en su crisis... Y nada mejor que leerte y recordar, que las luchas siguen y que tenemos la obligación de no olvidarlas... Te envidio, Paco, ya lo sabes, y te añoro... y te agradezco que me hayas devuelto, siquiera por unos momentos, un poco de sentido común y también, de dignidad moral. Te leo.

Paco Gómez Nadal dijo...

Ay Idoya... tu no las olvidas, demasiado nos concemos hermana. Las trincheras son morales, no tienen espacio excepto cuando no podemos eludir la tierra. !Cómo explicarte! Yo me siento tan pequeño e incapaz... son tan urgentes las luchas y tan estériles en este mundo de Dow Jones y su puta madre. Sabes que me la pela Obama y la locura del norte pero sí confío en que, al menos, hay gente digna y honesta como tu contándolo bien.
Todos los abrazos de los que soy capaz bella...

Paco Gómez Nadal dijo...

náyade y baby.. ¿será que sí? yo mismo lo escribo y lo repito... ¿será que la palabra sólo es la memoria de los buenos? ¿Nos tocará soñar con serpientes, largas, transparentes que llevan en las barrigas lo que pueden arrebatarle al amor? Palabras de Silvio en este caso, palabras amanecidas para amanecer esta tierra, para re-parir este planeta.
La palabra amanecida tiene un secreto. Lo compartiré con ustedes: no es nada hasta que no se convierte en obra. Ese es su secreto. Ese paso es el más difícil, ese es el que dan estos hombres y mujeres que marchan.

Anónimo dijo...

Me encantaria que tus lectores, my Baby,Nayade et.al...
leyeran esto, recordando las guerras y el puto Dow.

Esto es escrito por un maravilloso profesor, ya de mas de 80 años, que son hoy los unicos progres!!!

Howard Zinn

Obama, ¿la diferencia?

Parece que Barack Obama y John McCain están discutiendo qué guerra pelear. McCain dice: mantengamos las tropas en Irak hasta que “ganemos”. Obama dice: Retiremos algunas (no todas) las tropas de Irak y enviémoslas a pelear para que “ganemos” en Afganistán.

Como soy alguien que peleó en una guerra (la Segunda Guerra Mundial) y desde entonces me opongo a ella, debo preguntar: ¿Se han vuelto locos nuestros líderes políticos? ¿No han aprendido nada de la historia reciente? ¿No han aprendido que nadie “gana” en una guerra, sino que cientos de miles de seres humanos mueren, casi todos civiles, muchos de ellos niños?

¿Acaso “ganamos” yendo a la guerra contra Corea? El resultado fue un punto muerto, que dejó las cosas como estaban antes: una dictadura en Corea del Sur, una dictadura en Corea del Norte, pero murieron más de 2 millones de personas, casi todas civiles, le arrojamos napalm a los niños y 50 mil soldados estadunidenses perdieron la vida.

¿“Ganamos” acaso en Vietnam? La respuesta es obvia. Fuimos forzados a retirarnos, pero solamente después de que murieran 2 millones de vietnamitas, de nuevo civiles en su mayoría, otra vez dejamos a niños sin brazos, o sin piernas o quemados, además de que fallecieron 58 mil soldados estadunidenses.

¿“Ganamos” en la primera Guerra del Golfo? En realidad no. Sí, sacamos a Saddam Hussein de Kuwait con unos cuantos cientos de bajas estadunidenses solamente, pero matamos a decenas de miles de iraquíes en el proceso. Y las consecuencias fueron mortales para nosotros: que Saddam estuviera aún en el poder nos llevó a poner en efecto sanciones económicas que condujeron a la muerte de cientos de miles de iraquíes (de acuerdo con funcionarios de Naciones Unidas), y que plantaron el escenario de otra guerra.

En Afganistán, declaramos la “victoria” sobre los talibanes, pero los talibanes están de regreso, los ataques se incrementan y nuestras bajas en Afganistán ya exceden las de Irak. ¿Qué hace pensar a Obama que si envía más tropas a Afganistán obtendremos la “victoria”? Y si así fuera, en un sentido militar inmediato, ¿qué tanto duraría eso y a qué costo de vidas humanas de ambos bandos?

El resurgimiento de los combates en Afganistán es un buen momento para reflexionar sobre cómo comenzó nuestro involucramiento ahí. Permítanme ofrecer algunos pensamientos de sobriedad dirigidos a quienes dicen, como muchos, que atacar Irak estuvo mal, pero atacar Afganistán estuvo bien.

Regresemos al 11 de septiembre. Unos secuestradores dirigen los aviones que tienen en su poder contra el Centro de Comercio Mundial y el Pentágono, y matan a 3 mil personas. Un acto terrorista, inexcusable en cualquier código moral. La nación está enfurecida. El presidente Bush da la orden de invadir y bombardear Afganistán y una ola de aprobación recorre al público estadunidense encrespado de miedo y rabia. Bush anuncia entonces su “guerra contra el terror”.

Todos (excepto los terroristas) estamos contra el terrorismo. Así que una guerra contra el terrorismo suena bien. Al calor de los acontecimientos los estadunidenses no consideraron que no tenemos ni idea de cómo hacerle la guerra al terrorismo; tampoco Bush tenía idea, pese a su bravata.

Sí, aparentemente Al Qaeda –un grupo de fanáticos, relativamente pequeño pero implacable– era el responsable. Y había evidencia de que sus líderes, Osama Bin Laden y otros, tenían su base en Afganistán. Pero no sabíamos exactamente dónde. Así que invadimos y bombardeamos el país entero. Eso hizo que mucha gente se sintiera “justiciera”: “Teníamos que hacer algo”, escuchábamos decir a la gente.

Sí, teníamos que hacer algo. Pero no sin pensar, no en la irresponsabilidad. ¿Acaso aprobaríamos que un jefe de policía que, sabiendo que hay un criminal cebado en algún sitio del barrio, ordenara bombardear el barrio? Pronto eso produjo una cuota de muertes de civiles en Afganistán que rebasó los 3 mil –excediendo el número de muertos el 11 de septiembre. Numerosos afganos tuvieron que salir de sus hogares y se convirtieron en refugiados ambulantes.

Dos meses después de la invasión de Afganistán, un reportero del Boston Globe describió a un niño de 10 años que yacía en un hospital: “Perdió los ojos y las manos por una bomba que estalló en su casa luego de la cena dominical”. El médico que lo atendía dijo: “Estados Unidos debe pensar que él es Osama. Si él no es Osama, ¿por qué le hacen esto?”

Deberíamos preguntarle a los candidatos presidenciales: nuestra guerra en Afganistán, que ambos aprueban, ¿pone fin al terrorismo o lo provoca? ¿No es la guerra terrorismo en sí misma?

Se podría asumir, por lo que he dicho arriba, que no veo diferencia entre McCain y Obama, que los veo como equivalentes. No es así. Hay una diferencia, no es lo suficientemente significativa como para darme confianza en Obama como presidente, pero es suficiente como para votar por Obama en la esperanza de que derrote a McCain.

Sea quien sea el presidente, el factor crucial de un cambio es qué tanta agitación exista en un país en favor de un cambio. Yo supongo que Obama puede ser más sensible que McCain a esa agitación, dado que provendrá de sus simpatizantes, de los entusiastas que mostrarán su desilusión tomando las calles. Franklin D. Roosevelt no fue un radical, pero era más sensible a la crisis económica del país y más susceptible a la presión procedente de la izquierda que Herbert Hoover.

Aun para los más “puros” de los radicales, debería existir un reconocimiento de las diferencias que pueden significar la vida o la muerte de miles. En Francia, durante la guerra de Argelia, la elección de De Gaulle –que ni con mucho era un antimperialista pero estaba más consciente del inevitable declinar de los imperios– fue significativa en ponerle fin a aquella prolongada y brutal ocupación.

No tengo duda alguna de que con mucho, el más sabio, el más confiable, el que más integridad tiene de todos los candidatos recientes es Ralph Nader. Pero pienso que es un desperdicio de su fuerza política, un acto insignificante, desgastarlo en la arena electoral, donde el resultado sólo puede verse como debilidad. Su poder, su inteligencia, yacen en la movilización de la gente fuera de las urnas electorales.

Así que sí, votaré por Obama, porque el corrupto sistema político no me ofrece otra opción, pero sólo por un momento: cuando accione el dispositivo apropiado en la casilla de votación.

Antes y después de ese momento quiero usar toda mi energía para empujarlo a que reconozca que debe desafiar a los pensadores tradicionales y a los intereses corporativos que lo rodean, y a que rinda homenaje a los millones de estadunidenses que quieren un cambio de verdad.

Y una clarificación final. Las lecciones que saco de la historia acerca de la futilidad de “ganar” no deben entenderse en el sentido de que lo que está mal de nuestra política en Irak es que no podamos “ganar”. No es que no podamos ganar. Es que no deberíamos ganar, porque no es nuestro país.

Traducción: Ramón Vera Herrera.

Tomado de The Progre sive, octubre de 2008. Se reproduce con consent miento expreso del autor.

Anónimo dijo...

A Zinn: Qué claridad de pensamiento, cuántas verdades,
cuántos "patriotismos" mal
entendidos! Las guerras sólo traen
muerte y desolación. Nunca resuelven, sólo destruyen. Qué
triste, tener que esgrimirla como
el único recurso... Pero, "hay que
ganar", aunque se pierda...
Desolador!!!

Anónimo dijo...

Realmente lo mejor que he leido sobre la crisis financiera es esto:

http://www.lacan.com/symptom/?page_id=299

Q - This crisis contains a strong psychological dimension. What does explain the movements of panic, in particular the jolts in the stocks markets? What does start them, and how can they be alleviated?

JAM - The monetary signifier is one of semblance, which rests on social conventions. The financial universe is an architecture made of fictions and its keystone is what Lacan called a “subject supposed to know”, to know why and how. Who plays this part? The concert of authorities, from where sometimes a voice is detached, Alan Greenspan, for example, in his time. The financial players base their behavior on this. The fictional and hyper-reflexive unit holds by the “belief” in the authorities, i.e. through the transference to the subject supposed to know. If this subject falters, there is a crisis, a falling apart of the foundations, which of course involves effects of panic. However, the financial subject supposed to know was already quite subdued because of deregulation. And this happened because the financial world believed, in its infatuated delusion, to be able to work things out without the function of the subject supposed to know. Firstly, the real state assets become waste. Secondly, gradually shit permeates everything. Thirdly, there is a gigantic negative transfer vis-à-vis the authorities; the electric shock of the Paulson/Bernanke plan angers the public: the crisis is one of trust; and it will last till the subject supposed to know is reconstructed. This will come in the long term by way of a new set of Bretton Woods accords, a council enjoined to speak the truth about the truth.

Anónimo dijo...

Lacan: Neófita en ésto de los
"money makers", pero preocupada,
creo entender que lo que se trata
de decir aquí es que se ha
engañado a los confiados tontos
de siempre y que ahora, descubiertos, no saben cómo dorarles la píldora? O me equivoco? Aclárame...
Bewildered and ignorant, Baby