18/10/08

Crónica de Alejandro Balaguer desde Haití

Mi hermano Alejandro ha dado autorización para mover este texto. Entre los invisibles, los haitianos son transparentes.


Dolor, hambre, sed y desolación; medio millar de muertos, cientos de miles de damnificados y la devastación de los campos de cultivos fueron las peores consecuencias de las tormentas tropicales Fay, Ike, Hanna y Gustav, tras su paso por la República de Haití.

El costo de haber deforestado intensamente cada espacio del campo haitiano durante siglos ha llevado a la desertificación y ha permitido que las tormentas ocasionaran severas inundaciones, erosión y deslizamientos de tierra. Sin esas barreras naturales de contención las cosechas y la calidad de las aguas se han visto seriamente quebradas, comprometiendo la vida de la gente. Las plantaciones de maíz, sorgo, yuca y bananos han sido destruidas por el lodo, al igual que miles de vacas que se han ahogado en el fango. Se suma la pérdida de
carreteras, puentes, embarcaciones pesqueras y canales de riego que también fueron arrasados por la ferocidad de las tormentas, agravando aun más la disponibilidad de alimentos.

La naturaleza pasó una cruel factura al pueblo haitiano, una realidad con la que tienen que lidiar a diario los socorristas de la Cruz Roja Haitiana y de la Federación Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja. Rafael Olaya, liderando la región del Caribe para la “federación”, me recibe en las afueras del centro de Puerto Príncipe, donde coordina las operaciones de la organización humanitaria. “Más de un 80 % de la producción agrícola se perdió, al igual que la disponibilidad de agua potable. Esto ha agravado la crisis alimentaria crónica que sufría el país. Ahora estamos en la fase de dar asistencia básica y luego pasaremos a la segunda fase que será de suma importancia para el país, ya que se trata de recuperar los campos para que vuelvan a ser cultivables”, me explica Olaya.

Mucha gente ha migrado del campo a la ciudad, la hambruna y la sed se dejan sentir tanto en las calles de Puerto Príncipe como en los poblados rurales y en los campamentos de refugiados de gente humilde que ha perdido casi todo. La cooperación internacional no se da abasto para dar asistencia. Guiteau Jean Pierre, segundo al comando de la Cruz Roja Haitiana, me recomienda ir a Cabaret, un poblado de agricultores dónde él nació y fue devastado por las inundaciones de lodo tras la última tormenta: “Cuando vayas a Cabaret verás la desolación, es triste ver los campos arruinados donde hubo bananos, los puentes destruidos, las casas cubiertas de lodo, los campamentos dando asistencia a los que no tienen que comer, y comprenderás allí porque Haití necesita de más ayuda humanitaria ahora, hoy”.

Cada kilómetro de la vía a Cabaret, a 45 minutos de la capital, es fiel reflejo de la catástrofe que a nivel nacional vive éste vulnerable país caribeño. Veo rostros con hambre, colas de niños pidiendo comida que es entregada por la Cruz Roja y el Programa Mundial de Alimentos. La sed también ronda las carpas hacinadas de damnificados. Donde hubo extensos campos cultivos listos para cosechar y convertirse en comida, solo existe tierra cuarteada e improductiva.

El drama haitiano podría empeorarse de cumplirse los pronósticos que hablan de mayor frecuencia de desastres climáticos y cuesta imaginarse que pasaría si otras tormentas similares vuelven a arremeter contra el país más pobre del hemisferio occidental. Es por ello que la federación Internacional de Cruz Roja y la Media Luna Roja, la Cruz Roja Haitiana y varias agencias de Naciones Unidas se han propuesto desarrollar estrategias de emergencia para reestablecer en parte la producción de alimentos en los campos, además de asistir humanitariamente a los que más sufren.

Pero este es solo el comienzo de lo que podría ser una tragedia a un peor para el país hermano si es que no se ayuda a establecer nuevas estrategias de adaptación a los fenómenos naturales, de obtención de agua potable y de producción agrícola, ya que -de acuerdo a los informes técnicos de Naciones Unidas sobre el cambio climático-, los huracanes y las tormentas intensificarán sus frecuencias en la región.

En tanto la extraordinaria cobertura peridística mundial se enfoca en la crisis financiera y los noticieros no cesan de informar sobre las pérdidas de los bancos; la hambruna silenciosa de Haití pasa casi desapercibida por los medios y nos llama a reflexionar sobre el escaso interés y la insuficiente respuesta humanitaria para los que están en la inanición y la sed.

¿Será el caso trágico de Haití un llamado de atención para aquellas naciones de la región que sufren la deforestación de sus territorios? Para muchas de las organizaciones y agencias de cooperación internacional que están operando en Haití hay consenso en la respuesta: según los escenarios futuros del cambio climático, la realidad que sufren los haitianos podría suceder en otros países de América latina y el Caribe de no conservar los ecosistemas principales –bosques y cuencas hidrográficas- que nos permiten la vida.

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