25/10/08

Cuando es difícil hasta sufrir

Habla compulsivamente. Habla y habla de su desgracia como queriendo expulsar demonios o, como mínimo, compartirlos con quien esté cerca. Es compulsiva y pasa del llanto a la rabia con la misma velocidad que se atribuye herocidad y miseria. Se le ocurrió -terrible error- enfrentarse al poder, denunciar atropellos en la empresa privatizada en la que trabajaba hasta que fue pública. Tampoco dudó en señalar corrupción en su zona y relaciones dudosas aunque diáfanas entre poder político, narcos y poder económico.
Hoy tiene que irse de su país, de su casa, de su vida. "Lo que más me duele es que compraron hasta a mis dos hermanos". Al rato lo que más le duele es: "que ni los amigos se atreven a hablarme". Minutos después lo que más le duele es el dolor de sentir la indiferencia. "Me tendría que ir sí, pero con qué platica". Una hora después, un especialista de la Corporación Avre explica que el contexto social en Colombia es tan opresivo y autoritario que es difícil "hasta sufrir". "Aquí la violencia más dañina es aquella que ejercen los que se supone que deben cuidar del bienestar del ciudadano". El ciudadano no existe. Y esta mujer que existe en su paranoia tiene que remontar la estrategia de aislamiento que le ha impuesto el aparato de poder.

Encaramados en un octavo piso que pone gorro a una universidad, un grupo de gente trata de inventar formas para que las víctimas dejen de ser invisibles y para que, cuando aparezcan, lo hagan como sujetos de derecho y no como desgraciados mendicantes de ayuda.
Suena tan coherente en esta burbuja de dolor... ¿Cómo puede ser que la inmensa mayoría no vea el daño que se les está causando en el alma? ¿Cómo pueden mirar para otro lado cuando se tortura, desaparece y persigue a quien piensa diferente?
"Yo no hablo como víctima porque, en toco caso, todas y todos somos víctimas. Mauricio Dorado, del Tejido de Comunicación de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin), anima a "soñar una nueva Colombia" y reclama el papel del movimiento indígena que marcha en el Cauca, "no para defender sus derechos, sino los de todos los colombianos". Muestra las imágenes de la brutal represión policial de los indígenas en La María (Piendamó).
Cuando hablo ante este público me siento un impostor, un extraño jugando a paracer próximo. Luego, me doy cuenta de que sí soy próximo, al menos en el alma y en la solidaridad que nos tenemos los unos con los otros. Hay una inmensa conexión de anhelos, hay mil lecciones que pasan de un lado a otro.
Antes de partir de esta ciudad de fríos y ardores, una hora en la cueva de las sorpresas. Héctor, Gérrimo y Natalia. Están los tres soñando en Indoamérica y me invitan a soñar con ellos. La vida abre estas ventanas para que nos colemos por ellas a intervenirla. Es el tiempo de la osadía. No pienso voltear la mirada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Paco: jamás voltearás la mirada,
jamás...Y estás tan próximo, tan
solidario, como otro más sumado
a sus filas...

veronica dijo...

Paco: si todo el mundo tuviese la voluntad de querer estar próxximo al otro, cercano en el alma, estoy segura que este sería un mundo muy lindo para vivir. Gracias por hacernos participes de estas vivencias y estas reflexiones.
Verónica