13/9/09

Lo (im) prescindible

Me preguntas y me retas.... ¿por qué no veo a las personas?, ¿por qué, acá, en medio de la calma, sólo soy capaz de vislumbrar masas?
La uniformidad y el escapismo se conjugan para darem argumentos. Masas, personas que forman masas, que al vestir, hablar y jugar al mismo juego de esta manera irresponsable y silente se convierten en un cuerpo amorfo, escandaloso. No hay que ser condescendiente, también me has dicho algunas veces, y no lo voy a ser. La excusa de la felicidad necesaria o del contexto cercano y sus urgencias no es excusa. Nacemos-con-responsabilidad y si esa responsabilidad duele o quema hay que acostumbrarse a vivir con ese ardor o hacer algo para remediarlo. Cerrar los ojos o no ver la piel lacerándose bajo la llama de la responsabilidad es un acto de barbarie, de pura complicidad con el genocidio de la exclusión.
Para estos fastos, para esta fiesta permenente solo amargada por noticias de la crisis o por el fracaso de un hijo en la escuela o por la derrota del equipo deportivo local, no hacen falta muchas alforjas. La vida así se convierte en supervivencia dando la espalda a la realidad, a los mendigos que afean estas calles de andenes perfectos, a los propios que simulan prosperidad a punta de crédito y orgullo.
No todo puede consistir en tener o no tener, en poseer cosas o amor, en estar solos o acompañados. La Humanidad no es algo ajeno de lo que podamos prescindir, ni podemos achicar sus predios, ni tan siquiera tenemos derecho a ignorar lo que nos hermana con el resto del planeta. Lo que nos diferencia, al final del camino, sería anecdótico si no utilizáramos antifaces para estar despiertos y tapones para escuchar.
No puedo ser condescendiente con el resto porque tampoco lo soy conmigo. No reclamo la amargura -inútil desmovilizadora de la acción-, tampoco la tristeza -breve alivio de los pusilánimes-... pero reivindico la urgencia de que los 400 millones de privilegiados de esta especie nos planteemos el costo de nuestra "calidad de vida"; el costo en vidas, en derechos, en verguenza. Y cuando lo hagamos, no es asunto de quedarnos empantanados lamentándonos de nuestra (buena) suerte, sino ponernos manos a la acción para cambiar este entuerto.
En este breve paseo por lo que soy ni siquiera se puede observar una reacción ante la catástrofe económica que arroja a la gente al desempleo. Ni una movilización sindical -aparatos burocráticos vendidos al poder en tierras donde nadie se quiere reconocer obrero, exclavo-, ni un reclamo más allá de la barra de la cafetería o del salón de casa. Así las cosas sí es cierto que me pregunto: ¿si no hay arrojo para luchar por lo propio, qué combustible nos moverá para construir algo mejor en el infierno de lo ajeno? Ciegos de fiesta y shopping, los privilegiados del festín del planeta no son capaces de ver si quiera que lo que ha fallado es el Sistema de mierda en el que los han cocinado y siguen, tercos como mulas de ojos vendados y tumor de rueda de molino, empeñados en buscar culpables o héroes individuales en este universo en que si no somos todos no seremos ninguno.
Sigo, aún, sin respuestas.

1 comentario:

Idoya dijo...

Ay, Paco, tu sin respuestas y creando preguntas a otros que cuando intuimos el interrogante, por más que sepamos que necesitamos contestarlo, encontramos forma de no hacerlo... Gracias, Paco. Un beso enorme. Sigue.