12/5/09

Este raspao y aquellos diluvios

El sonido de la cuchilla navegando por el inmenso iceberg de nuestras calles. Una mano que asoma cerca del objetivo, una sonrisa y un sorbo. El raspao es esta tierra y esta tierra tiene los colores del raspao. Y las calles, las calles de nuestra América huelen a puerco frito y a vida sin enlatar, también a podredumbre, también a sexo sin previsiones y a pequeñas transacciones sin pretensiones. A besos prohibidos, a curvas imposibles de evitar. En el recorrido, huelo y escucho, esta es la América que somos, este es el sonido y el olor de nuestros días, sin atributos quizá, sin tribulaciones, seguro.
Leo un artículo en el que académicos occidentales se quitan la responsabilidad de la desigualdad en estos mundos: la culpa es de lo ocurrido en los últimos 30 años, Allende y Perón la embarraron por darle privilegios a los sindicatos cercanos a sus posiciones ideológicas. Vomito al leer tanta estupidez, me duele que el artículo que reproduce la voz de los verdugos está escrito por un latinoamericano que en su teclado se ha atrevido a reproducir esta idea: es un mito que la colonia tenga alguna responsabilidad en el atraso de América Latina; es un mito que oligarcas e imperialistas sean los principales culpables de esta lacerante desigualdad que nos trasnocha.
Sigo oliendo y oyendo, porque leer esto no tiene gracia. Ahora son cinco puestos de perros calientes coronados por una montaña de deseos sin lazo los que me marcan la ruta. Y yo, sumiso ante el sonido de la vida, trato de nadar en este mar de salsas y papas pulverizadas para sacar la cabeza y gritar, en el silencio más rotundo, que sí, que sí tienen responsabilidad cabrones, aunque a mi también me caiga parte del diluvio que deseo en sus oficionas de Harvard y de Londres.

2 comentarios:

náyade dijo...

Esos olores son sudamérica. Es lo que más me esfuerzo en retener junto a mí, son los olores, recreados en mi mente, lo que me permite volver algunos segundos...

Y sí, gran mito, enorme y asqueroso mito, herencia de la costumbre occidental de echarle la culpa al otro, tirar la piedra y esconder la mano.

amalia dijo...

Asqueroso el artículo de El País también lo vi ayer. Qué vergüenza que lo haya escrito un latinoamericano, pero nada nuevo, así somos, por eso estamos como estamos, como dicen los conformistas. Qué se hace frente a tanto cinismo.
Un abrazo, que ricas esas dos últimas columnas. Te veo entre los boleros y tangos con una fría en la mano.
Cuidate mucho