13/9/08

Texticos de la vigilia I

La condena del caminante

Caminé esta mañana por el caótico centro de Manaus. Miles de vendedores informales, zocos persas en el calor tropical, olores nauseabundos se mezclan con el rico aroma del cajú y del açaí, pieles mezcladas, ropas escasas para ventilar estos cuerpos de pobreza henchidos, acartonados por bolsillos que son retazos. De la antigua ciudad, algunos edificios portugueses semidestruidos. La Habana es Manhattan, pero la publicidad arremete contra la isla. Aquí están las huellas de todos los colonialismos. Los portugueses abandonaron el imperio, el imperio británico abandonó a los brasileños cuando la selva dejó de llorar caucho y muertos para extraerlo, y los imperios de ahora les venden ropas y avalorios dejando a cambio malos empleos y falsas promesas. Sin embargo, nuestros pueblos son generosos, no hay resentimiento en las caras, no hay odio en los desheredados del mundo que transitan por este mar de plástico, herramientas de carpintería, bragas, música pirateada, profetas de parque y putas amanecidas o sin permiso para amanecer. Entran los pobres a los bancos, hacen fila en los cajeros automáticos para ver como su saldo es de 4.89 reais, no más de 3 dólares. Pero tienen tarjeta y se creen dentro del sistema. Salen, gastan un real en una fritanga y guardan el resto para beber, que es el único antídoto barato contra la realidad. ¿Es generosidad o es estupidez, adormecimiento?

En la avenida de San Jorge se levanta uno de los templos evangélicos que pueblan la ciudad, este es como una reedición del Partenón a lo nuevo rico. Y los pobres entran ahí buscando la salvación... ¿la salvación de qué? ¿de la ira de Dios? ¿ o de esta injusticia humana tan cabrona que tiene nombre y apellidos? Cada día que jugamos a ponerle curitas a este hemisferio tan acostumbrado a sangrar por las mismas heridas. La humedad desprende las curitas y nuestra gente sigue en las mismas: con pus en los bordes de la cicatriz que termina por reabrir la herida y vuelve a causar el dolor conocido.

En medio del desorden general de esta ciudad, se alza el monumento a los desquiciados. El famoso Teatro Amazonas es fruto de una quimera estúpida cuyo único fin era igualarse con París, desde acá desde esta esquina del mundo que a nadie hubiera importado en el siglo XIX de no necesitarse caucho para rodar nuestras comodidades de primer mundo. Sigue siendo lo mismo: lo único limpio y cuidado, una inmensa cuadra rodeada de calle peatonal y atractivos turísticos, una urna de cristal que da de comer a unos cuantos y que no puede ocultar, aunque quiera, que Manaus ahora es una gran Maquila que no paga impuestos donde Honda, Sony o Yamaha fabrican para seguir haciendo rodar nuestros sueños.


Camino por esta ciudad. Y a veces no quiero caminar. Me abruma este mundo y hay días en que mi saudade es tan estúpida que no hay palabras para describirla. ¿Aislarse o untarse? O ninguna de las dos. Es la pregunta medio esquizoide que me acompaña los últimos años. De momento, seguir con los ojos bien abiertos, con la mano presta a teclear lo que muchos no quieren recordar y la única misión de sobrevivir con dignidad y no joder mucho.


Pies

Los zapatos se han convertido en el escudo antimisiles de nuestros tiempos. Nacidos casi con zapatos, la piel que cubre los pies se torna debilucha, blanquecina, pobre, sensible a zancudos y roces, a piedras y humedades. Los sentidos que pueden registrar las únicas dos partes del cuerpo que casi siempre están en contacto con algo (con lo que se pisa, para ser más concreto) se han ido atrofiando, disminuyendo con nuestra capacidad de percepción.
La tierra no es ya nunca más nuestro planeta. Somos de caucho, de cuero, de plástico con capa de aire para evitar que nuestras rodillas se esfuercen.

4 comentarios:

veronica dijo...

Paco: Me gustaría decir gracias por el cuento y pensar que la realidad que describes no existe. Que es producto de una fantasía como los cuentos de hadas y el príncipe azul. Me averguenza que se juege con la ingenuidad humana, que no importe la dignidad del otro. Gracias por llevarme en tu caminata, yo sigo aquí sentada en mi insomnio obligado pero que me permite pensar que tal vez hay algún pequeño rastro de humanidad en mi persona. O tal vez no???? hay tanto que hacer y yo no he hecho aún nada....

Anónimo dijo...

"Caminante, no hay camino, se hace
camino al andar..." y así vas tú,
abriendo trochas, senderos, caminos, hacia algún lugar, o
hacia tí, tal vez?

César-in dijo...

¡Que no querés joder mucho, bro? ¡Pues no se te nota nada.
Una de tus más grandesz virtudes es joder mucho... ¡¡¡Y cómo se te quiere por eso!!!

Paco dijo...

morir jodiendo con las botas puestas... ah no!!! descalzo bro