21/9/08

Textico de vigilia 4

Las fortalezas

Camino pegado a los muros para escuchar los susurros del miedo. Entro, las familias se alistan para cambiar de fortaleza. Los cables electrificados están de moda y allá, abajo, detrás, se finge normalidad. Nada pasa hijos míos, repite el padre que se cree protector. Nada va a pasarles, insiste la madre impostora. Entre fortaleza y fortaleza se desplazan en ruedas para no gastar la suela de los zapatos en estas calles que son territorio libre para desechables y otros engendros del exterior. Mantienen los vidrios polarizados en alto y se congelan por las rachas fabricadas para evitar alguna mirada de pobre de semáforo o una bocanada de aire no procesado. Cuando llegan a la fortaleza del entretenimiento, vagan pasillo arriba y abajo hasta que con alguna bolsa enfundada en la cabeza y una que otra sonrisa de placer cumplido se sientan en mesas impersonales donde se agolpan las bandejas de la homogeneidad. Los bocados se apuran para regresar al refugio propio que se mantiene climatizado tras los muros de la fortaleza. Allá, una vez más en familia –no hay que perder los valores- encienden la televisión para confirmar que en el extrarradio de la protección el mundo es feo, huele a tierra, basura y flatulencias y hay seres diabólicos dispuestos a poner bombas en el sofá de familias como esta.

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