14/9/08

Texticos de la vigilia II

Donde el poder persiste

Irke no entiende como puede ser que Claudio le haga el amor a su hija con ese descaro. Es decir, no un descaro en el amor, sino de forma tal que los gemidos de la muchacha de 17 años y los bufidos del cincuentón se escuchan en todo el vecindario.

Ilke mira desde sus ojos azules este universo lleno de tonos café, grisáceos, dorados también y le cuesta mantenerlos abiertos cuando el sol se refleja en esas pieles que no son suyas.
Suda Ilke. Suda y palmotea sus muslos y sus brazos y su nuca y su frente y su espalda y su vientre. Palmotea en el aire para ahuyentar lo que no entiende y, a pesar de ello, las dudas persisten.

Gina tiene vacaciones de dos días. De momento aparca las matemáticas y la química para estar con su novio lejos de casi todo. Él es gordo, sí, y calvo, pero es lindo con ella y tiene dinero. En casa de Gina no le preguntan dónde consigue esa ropa barata pero bonita. Tampoco ven mal que la muchacha pase alguna noche fuera de casa. El sistema de supervivencia tiene estas cosas.
Ilke fuma un cigarrillo Carlton frente al fuego donde Igi asa dos piernas de anta. El viejo de pelo blanco y tos agarrada al humo que niebla sus pulmones es simpático y habla a un volumen descomunal. Ilke no entiende nada porque Igi tampoco la entiende a ella.

Está bonita Gina con esa blusa naranja. Sus pechos, grandes a pesar de lo recientes, se dibujan para satisfacción de Claudio –y del resto-. Buena elección. La besa en la frente y sonríe: “Mi hija quiere volver a la ciudad… seguro que tiene un enamorado”. Gina le arroja una mirada torcida y murmura una queja.

Suda Ilke, Sigue sudando y se atreve a preguntar si es verdad que Claudio es el padre de Gina. Sonrisas por respuesta y más sudor en el cuerpo rechoncho de Ilke. Ahora no sabe si lo que debía repugnarle de los quejidos era el incesto o la brutal diferencia de edad.

La cerveza de Claudio se derrama y la mala puntería o la mala suerte la dirige a la blusa de Gina. La chica llora. Sus pezones se perfilan ahora con la humedad espumosa y los otros muchachos lividinosean con ella. Y eso provoca a Claudio. La noche termina mal. Casi nadie está contento. Solo Igi, feliz de que su novia, un poco menor que Gina, esté junto a él, acariciándole su pelo blanco mientras él arranca con sus dientes el sabor de achote de esta carne ya arrugada.

En frente, Ilke mira y suda. Se irá de este país que no es suyo con la imagen invisible del poder del hombre en estas tierras donde aún se caza descalzo. Llegará al suyo con los ojos prestos a mirar más allá del barniz de igualdad que le enseñaron en la escuela, dispuesta a cazar con botas térmicas los ejemplos del mismo poder que perduran en su selva civilizada.

El poder de un libro, de dos libros

La cadena de las emociones y el conocimiento es impredecible. Héctor me regala unas fotocopias, yo las reproduzco y se las regalo a Alberto, éste entra en estado de euforia y comienza a comprar las referencias bibliográficas que aparecían en esas fotocopias, ayer me prestó uno de los nuevos libros llegado a sus manos, hoy lo terminé, incapaz de despegarme del asombro.
Casilda no sabe lo que ha provocado en estos hombres (a efectos de este texto somos solo eso: hombres). Le hemos puesto nombre a lo que intuíamos y hemos descubierto que el matricidio que hemos cometido los de nuestro sexo desde que los griegos decidieron que los hijos de los dioses nacían de muslos, huertos y otras estúpidas imitaciones masculinas es más brutal de lo imaginable.
¿Qué hacer ahora con esta enorme responsabilidad, que no culpa? ¿Cómo mudar nosotros (a efectos de este cambio somos solo hombres)? ¿Cómo hacer para reponer, liberar a la madre que convertimos en hija? Siento en esta tarde de calor que todavía me queda vida suficiente para no reproducir el entuerto. Estoy feliz de que un libro, dos libros más bien, me hayan abofeteado de una manera tan fuerte y tan iluminadora. Libros escritos, por supuesto por mujeres, las únicas que no repiten eternamente el mantra del discurso patriarcal. !Viva!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada cambia ni cambiará, por los siglos de los siglos. Ni los gemidos, ni las miradas, ni los juicios, nada de nada.

veronica dijo...

Paco: Cuando empecé a leer "Donde el poder persiste" pensé que me iba a encontrar con una historia de amor, de esas que me gustan a mí, con finales felices en las que la lealtad ganan. Pero era un cuentito de la vida real, de esa que duele....y cuando leí "el poder de un libro, de dos libros", no puedo ser tu porque soy fan casi incondicional de un periodista de otro blog, pero encendisté la luz de la esperanza, si tu fuíste iluminado por dos libro¨s, podra mi padre iluminarse algún día... en el fondo de mi corazón sé que para ser iluminado necesitas la generosidad de querer cambiar algo, entender desde otro punto de vista lo que siempre decía que debía ser así. Pucha que cuesta como mujer liberarse de lo que te enseñan debes ser, es un trabajo arduo encontrarse a uno mismo y entender que hombres y mujeres somos iguales de dignos. Gracias por escribir

César-in dijo...

¿Será que quieres que se note ostensiblemente la diferencia de mirada para que el lector se despierte, bro? Vivan las mujeres que contagian a los hombres para encender y abrir la mirada.

César-in dijo...

Y bueno... ¿Cuántos Claudios, Ginas e Igies nos cruzamos? ¿Cuántas Ilkes creen hacer algo cuando vienen a nuestros países y de manera a lo menos ingenua contribuyen a que esta dominación de la que somos cómplices se perpetúe de esta manera descarada?
Cada vez que conozco uno o una nueva, siempre deseo, con el beneficio de la duda, que haya quién haga la diferencia.
Abrazo, mi bro... otra vez rondando, andamos rondando...

Paco dijo...

Paralaje... carajo usted era el optimismo antes, siempre pensaba que debía haber un salida... si usted se pone tan apocalíptico ... estámos jodidos

Paco dijo...

Siempre rondado y dudando César... esas son nuestras trincheras

veronica dijo...

cesar y paco: siempre hay una salida,la esperanza no debe morir aunque a veces tiene sabor a ingenuidad. Pero es necesria para seguir viviendo. Un beso para los dos.