12/9/08

Palabras en el Amazonas

Un par de texticos escritos en el río


Los nacimientos de Samy Gandhi da Silva


Cuando el perro incó sus colmillos en la pierna derecha de Samy, se apuró a untar su dedo de sangre y restregarla en su propio ombligo mientras una sonrisa vengativa se dibujaba en su cara de pirata, plegando arrugas sobre arrugas. Un mes, ese es el tiempo que le van a durar los dientes al perro maldito que le dejó cuatro huecos en la pantorrilla para recordarle que la naturaleza que ama puede ser bien cabrona cuando quiere.
“My friend, I’m still nervious”, me repite una y otra vez esta noche en la que todavía faltan 18 días para que el perro quede mueco. Samy trataba de capturar un caimán en la noche con luna de este igarapés donde los troncos hacen confundir casi todo con casi nada. “Lá, lá, stop o motor cara, came on”, le espeta al motorista que trata de cumplir las confusas indicaciones, despistado por ese portugués mezclado con inglés de Guyana que habla todo el tiempo este enjuto cuerpo pegado a un alma sin patria y con dos nacimientos. El primero en la Guyana inglesa, allá donde su madre sigue repitiendo: “yo lo hice pero no lo entiendo”. Garimpeiro de espíritu, Samy volvió a nacer en 1985, cuando logró una nueva partida de nacimiento, esta vez en Brasil, mientras pagaba condena por tráfico de drogas porque quien mueve oro puede mover el polvo liviano que obsesiona a los blancos.
De Samy Gandhi a Samy Gandhi da Silva. Dos nacimientos y una certeza. No volver a jugar con ese fuego y mejor pelear con llamas igual de peligrosas pero que no te llevan a la cárcel.
Ahora las huellas no son legales. Aquí una picadura de serpiente, allá una caída, por este lado la mordida de perro… son tantas. Pero sin miedo. Todo por no creer en religión alguna. “My friend, si voçe cree en alguna religión, entao vai a acreditar que hay demonios and that’s produce o medo”. Ahora mezcla inglés, portugués y español atropellando unas palabras contra otras, con una seguridad casi de letanía
“My friend, I’m still nervious”. Al meter la mano en el agua para agarrar el caimán, el jacaré, por el cuello e inmovilizarlo, Samy se encuentra una boa roja, lo más cercano a la anaconda que verá tan cerca de la superficie. De un salto, agarra el machete y lo agita contra el agua para espantar el miedo que dice no tener. ¿La querías matar Samy? “Are you crazy man? She is in her house I don’t have choice to disturb her…
“Fuck, I’m still nervious”. Unos tragos de cachaza bajan la tensión y Samy suspira… la naturaleza es perfecta, dice en otra de sus mezclas, suelta una de sus carcajadas y pregunta: Everybody is OK? Ante la respuesta afirmativa de los compañeros de trago, concluye. “Entao, eu estou legal”.


Bendita lluvia, bendita vida

Llueve como solo sabe llover en estas tierras de demonios y bondades. Llega avisando con su banda de redoblantes y su sombra preta. Después,los techos son poco para acogerla, el río abre su cauce dispuesto a cosechar humedades, hay flores y libélulas que sonríen con lágrimas dulces, los cuerpos se enfrían y se humedecen en una de sus habituales contradicciones.
Llueve como me gusta que llueva, fuerte y con ternura, con poder y con calma al tiempo. Quizá es así como me imagino la vida: una sucesión de días soleados y tediosos, gastados de bruma y calor, sorprendidos por esta necesaria y breve lluvia torrencial que no siempre es oportuna al corazón pero que casi siempre refresca el alma. En la vida las situaciones hermosas y
turbulentas llegan así y empapan igual. No hay posibilidad de parar la lluvia como no se pueden contener los acontecimientos.

6 comentarios:

veronica dijo...

Paco: Tal vez tengo el problema de querer detener la lluvia, y que los acontecimientos se desencadenen como esas piedras que yo tiraba de chica, desde las laderas del cerro. Paciencia, que pena que no se pueda pedir prestada.

Anónimo dijo...

Paco: La lluvia es así...y verla
caer suavemente te amorriña, te
te produce un estado de languidez,
casi de entrega...
Es hermoso lo que escribes...
Y, dejemos que la lluvia caiga
y siga su camino, sin preguntarnos
nada, lavándonos el alma...

Anónimo dijo...

Mi abuela decía... nunca llueve a gusto de todos. Yo añado: pero sigue lloviendo. Ni dejarla pasar ni pararla, quizá nos toca meternos bajo su influjo a ver dónde nos lleva.

Anónimo dijo...

Paco: Qué no hemos oído sobre
Manaos? Tú lo sintetizas...
Nada cmbia...
Y yo sigo pegada a tu palabra, que
a veces, la hago mía...
Gracias por decirla tú, como sólo
tú sabes...

Anónimo dijo...

Cierto, no se puede parar la lluvia, afortunadamente. Y cierto, que haríanos sin esas traicioneras tormentas que sorprenden y asustan, y luego reconfortan, o inquietan o empujan o simplemente renuevan. Lo que no te veo, caminante, es viviendo una sucesión de días soleados y tediosos esperando a que te sorprenda la lluvia. Apuesto a que ya has hecho la maleta de nuevo, y sin paraguas, seguro. Tus historias, como siempre, hermosas y duras.

Paco dijo...

Los paraguas son un incordio Pilar. Te ocupan una mano necesaria para otras muchas cosas. Pero ... ¿sabes? aunque uno esté caminando el sol no se esconde, sigue picando sobre la espalda hasta que la lluvia te sorprende en la vera de un camino y refresca tu piel y tus ideas... bueno y tu alma, que no por ser invisible es menos real