1/4/09

Publicado el 31 de marzo

Opinión

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EL MALCONTENTO

Cero en cultura

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Aunque ya han pasado días y he tratado de olvidarme, aún me rondan pesadillas donde escucho a los candidatos a la Presidencia intervenir en aquel patético debate donde, además del vacío de propuestas o la triste puesta en escena, la incapacidad oratoria de Herrera y Martinelli quedó en evidencia. Nervios… pueden decir unos; incultura… podemos decir otros. En general, la forma de hablar de las personas evidencia de algún modo cómo piensan y, siguiendo esta lógica, se piensa en función del mobiliario que alberga el cerebro. Para esto no hay secretos: tener títulos universitarios o dinero no es equivalente a contar con una vasta cultura general y sin ésta el pensamiento no va más allá de cuatro ideas sueltas.

Quiero pensar que la propia incultura de ambos es la razón de que en los programas de gobierno de ambos candidatos la cultura esté proscrita. Este cero en cultura es sintomático. Por una parte habla de los intereses y de la mirada que tienen estos políticos sobre el país: una suerte de poema mal compuesto con las huecas expresiones “mano dura”, “transporte masivo” o “cobertura educativa”. Por otra, para qué mentirnos, refleja la realidad de una Panamá que no está aprovechando la bonanza económica para fomentar una oferta cultural de calidad y con un mínimo de variedad que genere referentes para todos nosotros, que provoque el pensamiento, que alimente la creatividad y que construya una sociedad madura y dialogante.

Seguimos viviendo en una inmensa Zona Libre sin cerebro. Si los anuncios del Ipat venden el turismo de casinos o el de shopping es porque es lo que tenemos, además de esa magnífica riqueza natural que vamos destruyendo a ritmo agigantado.

Es difícil que vendamos una Panamá cultural que alquila su único Teatro Nacional para celebraciones de colegio y el Teatro Balboa para realities shows aculturizantes donde bailar un rato es el pasaporte a una salvación tan espumosa como fugaz. Es difícil que nuestra sociedad madure cuando la mayor inversión en eventos es el Carnaval capitalino, cuando los museos del interior se caen a pedazos o cuando una sola biblioteca trata de gestionar Babel desde el Parque Omar.

Insistir en este punto a los candidatos es –como dirían en Francia– darle de comer rosas a los puercos. Nuestros políticos son felices inaugurando autopistas o puentes, no bibliotecas o centros culturales. No saben que cada día que pasa sin invertir en cultura democrática, masiva y de calidad es abonar una sociedad agresiva, estúpida, xenófoba y castrada. Por suerte, Panamá aguanta todavía con el impulso de una generación que sí crea y produce cultura, pero ya está envejecida y su capacidad de penetración social es escasa.

No es un tema colateral. La cultura es un asunto central en el desarrollo de los pueblos y en Panamá los gobiernos lo ignoran y centran todas sus apuestas en un desarrollismo económico tan falso como frágil. Al igual que en el tema de la educación –y a pesar de lo que opinen algunos ejecutivos de clase alta que sueñan con un país privatizado–, la cultura es un tema de Estado que debe ser financiado con dineros públicos. Hoy no es así. Las pocas iniciativas que sobreviven –algunos de los pequeñísimos teatros privados, centros culturales como Huellas, festivales como el de jazz o el de diablos, eventos salpicados como el Perote de las Musas o iniciativas locales en las ciudades del interior– son promovidas y financiadas básicamente con recursos privados aprovechando el concolón de nuestra economía.

Considero que los creadores y gente de la cultura no pueden permanecer callados ante la próxima administración. Igual que los campesinos acampan y protestan en contra de los megaproyectos económicos que los amenazan, deberíamos ver algún día una protesta para exigir mayor y mejor inversión en el sector cultura porque tan importante es cuidar nuestros ríos y montañas como promover nuestra salud cultural. Es decir, pasar de los comentarios de cafetería criticando este cero en cultura en los programas a un activismo político que potencie la refundación del Inac y que ponga en marcha una política nacional de cultura agresiva, de cobertura en todo el país y con los recursos suficientes para ejecutarla.

Sin cultura, Panamá terminará siendo un inmenso mall rodeado de matas plásticas donde los panameños serán empleados al servicio de “turistas” residenciales y compradores compulsivos. Somos y merecemos algo más.

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