10/4/08

El desayuno del abandono

Decidido a combatir la estupidez, nuestro superhéroe anónimo comenzó a apilar todos los periódicos y revistas que acumulaba en su casa desde hacía años. Metódicamente, con la calma de quien no tiene que cumplir metas, C, que así lo llamaremos, removía el papel para ayudar al fuego a penetrar hasta el último centímetro de tinta acumulado en la rústica torre de Babel.
Por las llamas fueron pasando personajes de la política nacional e internacional, actrices en traje de baño, expertos en psicología, autores de esa bazofia llamada autoayuda, chefs y deportistas. Ardían con la sonrisa impostada, la que congelaron las cámaras fotográficas que buscaban su mejor lado y terminaron sacado su perfil más falso. Jugaban las imágenes compitiendo por ver cuál era la que se quemaba mejor, con un rictus más digno a la hora del fin.
C, contento al ver el fin de tanta mentira, sentía que el Planeta, o al menos su casa, era ahora un lugar mucho más habitable, más sano. Su plan, metódico, como explicábamos antes, contemplaba el fin de los discursos, un sistemático aniquilamiento de los tituladores de noticias. No se trataba de ocultar la realidad, sino de hacerla aflorar, de parirla diferente. Quizá, reflexionaba C, se trataba de sustituir esa mirada plana de rotativa por versos, por párrafos robados de libros nobles, por una realidad creativa que nos hiciera imaginar que lo que somos, solo es un estado aparente.
Recordaba C cómo disfrutó durante años vivir con los personajes fantasmales que le contaban la historia de Pedro Páramo, como si fuera el Juan Preciado imaginado por Rulfo. Ese tiempo fue real por imaginado y los fantasmas eran de carne y hueso cada vez que C los abordaba en el recodo del pasillo de su casa o al salir a la Avenida Balboa dispuesto a llenarse de imágenes falsas de la realidad. Los primeros escarceos con la huída, la primera rampa fue puesta por D, y ya nunca pudo nuestro personaje evitar la manía de abrir todas las puertas de emergencia esperando encontrar, al otro lado, una imagen, un instante de belleza.
Después, muchas otras realidades paralelas ocuparon el tiempo de C. Por momentos pensó que su angustia era la de César Vallejo y juraba haber escrito sentado en las rocas al pie del paseo Esteban Huertas líneas como estas: “Y, desgraciadamente,/el dolor crece en el mundo a cada rato, / crece a treinta minutos por segundo, paso a paso, / y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces / y la condición del martirio, carnívora, voraz, / es el dolor dos veces / y la función de la yerba purísima, el dolor / dos veces / y el bien de ser, dolernos doblemente.”
Esas convivencias literarias fueron las que convencieron a C de que a veces, cuando la realidad contada cansa tanto, cuando resulta incomprensible que la mayoría de los que te rodean crean tanta sandez, tanta mentira, es mejor pasar a la otra realidad, a la proyectada, a la escrita por mentes libres que nunca necesitaron del dolor real para escribir el dolor letal.
Es como Matrix pero con tinta china, es un viaje en el espacio para evitar esta densidad de tonterías. Acá, donde super C, sobrevive, es como en el resto del planeta: la amnesia es el desayuno que borra todo lo ocurrido. Un gobernante puede escupir una locura a sabiendas de que después del café de la desmemoria nadie le pasará factura. No es que a C lo que más le moleste es lo que se dice, sino lo que no se dice. El silencio de los intelectuales ante la realidad (si es que quedan todavía), el pasivo devenir callado de la mayoría de ciudadanos ante las injusticias que los laceran, el molesto hilo musical de la vida laboral o el chirriante rechinar de copas de la vida social.
Por eso, después de terminar con la pira de papel periódico, C ha decidido emprender la fase revolucionaria de su plan. Caminando, en carro, en bicicleta, pretende recorrer la ciudad. Metódicamente, como siempre aborda todo. Metódicamente, digo, C va a regalar a cada persona que se tope un párrafo, un verso o dos quizás, unas líneas para facilitar su huída cuando sea necesario. Si su plan surte efecto, el desayuno será un momento de abandono, el momento en el que dejaremos solos a todos los canallas que creen dirigir nuestras vidas desde los estrados del poder, de cualquiera de los poderes. Así, la mañana en que C haya distribuido los miles de párrafos y versos que ya tiene seleccionados, los enemigos de la verdad se habrán quedado absolutamente solos. Entonces, políticos, economistas, curas, empresarios, vendedores de biblias, proxenetas, policías, espías, tituladores, publicistas, alcaldes, científicos a sueldo, mercenarios, asesinos, boxeadores, malandrines de saco y corbata y todo su mundo habrán quedado aislados, en una especie de isla mediática de mentira.
Mientras, los miles de ciudadanos que posean un párrafo o unos versos seleccionados por C, estarán descansando en el regazo de las palabras y en el solaz del pensamiento.
(“¿Se pierde o se gana? / Hay manos que triunfan / al quedarse vacías / y otras como puños / que no conservan nada”. Ernestina de Champourcín).

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