Hoy es el día de las palabras vacías. Un día lleno de fotos
con dedicatoria, de dedicatorias de foto y de programas especiales sobre la
nada. Palabras vacías en stands repletos, fiesta tribal del consumo cultural,
consumo tribal del producto menos valorado del sistema.
El libro es un artificio en esta época de espectáculo. Esto
de que no se mueva, de que no interactúe con el consumidor, de que pese, de que
piense… esto no gusta a unas mayorías embelesadas con los concursos de la
vergüenza televisiva o los fuegos artificiales de los fastos oficiales.
Celebran el día del libro los alcaldes, esos que no leen,
los tenderos, esos que no leen, los periodistas, esos que leen tan poco, los
autores de fama, esos que necesitan consumo para prender la gasolina de su
creatividad.. El top ten de ventas de una semana cualquiera nos pone en primer
lugar a Isabel Allende y su pseudomisticismo realista mágico de El juego de
Ripper; en segundo lugar está Yo fui a EGB, un denso ensayo sociológico de
avanzada; el tercero es Miguel Ángel Revilla, con su agropop vulgaris titulado La jungla de los listos; el facilongo
Bajo la misma estrella, de John Green es el cuarto y tiene que competir con En
La Orilla, de Chirbes, que se cuela en la lista porque los popes de la crítica
le han concedido la cuota de calidad del mercado; Alfaguara cuela en la lista
La verdad sobre el caso Harry Quebert, uno de esos best seller que no se cuela
entre las manos si no te lo meten antes por el telediario; Cosas no aburridas
para ser la más de feliz se presenta como libro y está el séptimo en las
preferencias de unos adultos que necesitan de pegatinas, frases facilonas y
estupidez envasada para superar el día a día; Julia Navarro y su maquinita de
juntar palabras se tiene que conformar con el octavo puesto; El guardián
invisible, de Dolores Redondo, recurre a la fórmula de pseudonovela negra para
entrar al mercado y, por último, el Gran Wyoming, convertido en el filósofo más
lúcido del país (manda huevos, como diría un prócer nacional) cierra la lista
de preferencias masivas.
Si la cosa está así, mejor no hacer ferias del libro, ni
días del libro, ni actos falaces en los que se habla de las bondades de la
lectura mientras en el colegio se promociona la velocidad excitante del videojuego.
Hay día del libro, porque sólo se eligen “días de…” para los valores que venden
en este sistema (de la felicidad, de la madre, del deporte…) o para lo que no
le interesa a nadie (los derechos humanos, los libros, la erradicación de la
violencia contra la mujer…)
Apuesto yo por hacer días más populares o más estúpidos: el
Día de Belén Esteban, el del Voto Inútil, el de la Wii, el de la Indolencia o
el del Buen Ciudadano… El del libro… el de las palabras vacías…, de momento, lo
celebraremos con algo original, como leyendo a Cervantes, comprando un libro de
García Márquez o buscando un autor para tomarnos una foto ¿Os apetece el plan?
1 comentario:
Amén... muy buena entrada
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