10/4/11

Manifiesto urgente sin prisa

No hay razones para luchar. O las hay todas. Dicen los viejos anarquistas, y más de un filósofo, que el unico sentido de la vida es su "sinsentido". No hay ningún fin concreto para el cual vivir, ninguna tarea impuesta por el destino, ninguna tarea superior encomendada por dioses o mercados. Sin embargo, ese "sinsentido" nos obliga a ser protagonistas de nuestro tiempo histórico. Se lucha porque es nuestro momento, porque no podemos enajenarnos a nuestra responsabilidad en la línea obtusa del tiempo. Pero no se lucha para ver resultados. Aunque parezca un argumento casi cristiano, en realidad es bien revolucionario. Como diría Malatesta, se hace la revolución cada día y se pierde al instante, por eso no hay que cesar en ella. Hacemos la revolución cotidiana para lograr la mayor: un cambio real en nuestras sociedades, pero ese cambio es lento, se cocina sin fuego, en las cocinas de las pequeñas luchas. Evo Morales le debe su presidencia a gentes que llevan luchando desde hace 300 años; las mujeres pueden votar hoy por la pelea de las sufraguistas que murieron sin votar; los derechos civiles se conquistaron con la sangre de millones de personas a las que se violaron sus derechos civiles.... En fin... que luchamos, simplemente para ser dignos, para reconocernos en el Otro, para mirarnos al espejo y no detestarnos.
Por eso no hay que desesperarse ni ser crédulos. Los partidos políticos occidentales de este principio de siglo llevan en su mochila el lastre de la verguenza: por lo que han hecho o, mucho más grave, por lo que han dejado de hacer; los sindicatos mayoritarioa todavía miran perplejos a su imagen desdibujada después de haberse convertido en "sistema" con la engañifa clásica de que "para cambiarlo hay que estar dentro"; los movimientos ciudadanos aún tratan de entnder qué les pasó, porque no han sabido leer el momento y reinventar su armamento ideológico y de acción.
Por esto, nos sentimos solos, en la terrible soledad de la lucidez -"martirio permanente, inimaginable proeza", como escribió Cioran-, del deber de actuar pero no encontrar escenario amable en dónde hacerlo. Eso no es grave, solo es real. Hay que ser conscientes de que solos no podemos hacer casi nada y de que la compañía se encuentra en el camino, en los incontables vericuetos del fracaso.
Luchamos solo para horadar al sistema con la paciencia de la gota de agua que esculpe montañas. Luchamos porque sí, porque no hay otra opción, excepto la muerte del alma por omisión, excepto la renuncia a creer en la Humanidad y refugiarnos en un onanismo individualista estéril. Como el viejo Hessel creo en el poder de la indignación, pero de la indignación colectiva y dicharachera, ruidosa, urgente, paciente, organizadamente anárquica, razonable, irracional, enamorada, provocadora, brutal... torrente de ira que se convierte en fuerza social imparable en el tiempo, aunque limitada en el instante. Luchamos para pasar de lo coyuntural a lo necesario, para -como cantan DavidvsGoliat- defender la alegría y organizar la rabia. La frustracion forma parte de este camino, pero sólo como instante reflexivo para rearmarse de sonrisas y argumentos.
Despertar es difícil; rendirse, imposible.