La historia de Rubén no le importará jamás a nadie. Excepto a su mamá o a Adolfo quizá. Adolfo arrastra los pies or Changuinola y carga en su mochilita negra una bolsa azul donde está lo que queda de Rubén: un parte de defunción, un permiso para retirar su cuerpo de la morgue, algún papelito con teléfonos de gente que quizá le puedan ayudar. No ha comido hoy Adolfo... y ya son las 3 de la tarde. La jornada empezó temprano y, al menos, hoy ha conseguido los 25 dólares que le pide el carpintero por hacer el cajón donde descansará Rubén.
Un día, hace poco, las lágrimas de la hermana de Adolfo se quedaron dentro de su cuerpo para siempre, cuando los gases para provocarlas mataron a su hijo. Nadie compensará esta muerte, nadie sabrá que detrás de cada muerto de la pobreza queda un drama infinitamente mayor. Pero sin lágrimas, que la vida es dura, que hay que buscar la comida del día, que hay que cuidar el techo maltrecho de la casa, que hay que seguir caminando hacia nungún lado.
No hay Gobierno que lo entienda ni alma que lo aguante. Como me dice Pedro: "los españoles nos mataron porque no entendían que nos bañáramos tantas veces al día; ahora está pasando lo mismo". Los burócratas confunden asistencialismo con respeto y tratan de enmdendar la pobreza desde un proyecto biene escrito. Adolfo, ientras, sigue, de oficina en oficina, tratando de entender porqué los médicos y los fisacles no llaman a las cosas por su nombre y dejan a su sobrino vivir su muerte en paz. Ni siquiera allá, en el cajón de 25 dólares, hay descanso para esta pobreza tan hijoeputa.
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1 comentario:
Está muy bueno,no lo puedo felicitar porque es una nota triste, pero está muy bien echa, se ve que se ha tomado la tarea de conocer a la gente como es, al lado de ellos y dándonos a conocer sus historias, en esto si le digo, Felicidades..
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