28/5/10

Mundos del reverso


De la ciudad salen barcos cargados de comida y las personas solo son el lastre de este viaje que no debería ser. El campo, ¡ay el campo!, devuelve barcos llenos de tamalitos humanos que enloquecen en la madrugada o que beben a solas sabiendo que su destino está plagado de luces y yermo de futuro.

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Dice el experto que en el colapso de la civilización, solo los indígenas con esa mala costumbre del nomadismo y los pobres y pequeños agricultores se salvarán de la devastación. No tenemos los animales de ciudad las mañas para sobrevivir a lo que nosotros mismos hemos provocado. Lo que me tiene contento es que don Francisco podrá seguir sonriendo.

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Se ha intentado firmar el Tratado de No Proliferación de Justificaciones. Sin embargo, en la cumbre internacional de los Egos se han escuchado palabras fuera de tono, acusaciones y diatribas que han dado al traste con tan inútil concentración de humanidad.

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Cuando las razones se desploman por el diletante río de la historia, parece que solo tus labios pueden calentar esta noche de luna sin buracos. Estoy seguro de que esta será la última llena vacía, la última estación del reencuentro.

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Alí Sarif hace malabares para seguir creyendo que en el último minuto el caos va a cobrar sentido. Mientras, se empeña en que la capoeira y los maracuyás conversen en este sembradío tan fértil como añorante. Este milagro en el Urubú parece no ser faro suficiente para emrumbar despistes.

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"Los humanos siempre sobrevivimos". El optimista logra empujar dos centímetros el reloj. "O cambia el sistema o desaparecemos", se empeña el pesimista en parar el tiempo como señal de esperanza. Yo, en medio, solo pienso en cómo empeñar los minutos en tu alma.

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Paulo debió ser un soldado triste allá en la frontera con Guyana. Un mal soldado incluso Que con esta cara de buena gente los tiros erran dianas. Ahora empuja su canoa de un solo remo para regresar del almuerzo a tiempo de conceder un nuevo crédito. Este es el único banco -justo e ilegal- que debería perdurar.

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Esta ciudad no debería ser y este río es solo de momento. Los pasajeros, apenas, respiramos el humo de la barcaza con la insignificante esperanza de llegar al muelle. En el mecido murmullo de las aguas negras el paréntesis parece eterno. Allá, recomienza la vida. Tan cotidianamente vida.

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