9/3/09

Bocas del Toro, detrás de la postal

Publicado en La Prensa


TEMOR. Las condiciones de vida son infrahumanas para estos niños que transitan entre tablones para evitar el contacto con la basura y las aguas contaminadas. LA PRENSA/Paco Gómez

Paco Gómez Nadal
ESPECIAL PARA LA PRENSA
ISLA COLÓN, BOCAS DEL TORO

nacionales@prensa.com

La escuela El Paraíso está de camino al barrio de Saigón, en Isla Colón. Allí enseñan español a turistas extranjeros que llegan a Bocas del Toro en busca de la postal perfecta. No deben pasar de El Paraíso si quieren retener esa imagen.

Si se sigue caminando se llega al Istmito de Saigón, donde varios hoteles y residencias de extranjeros salpican una costa que lleva hasta los manglares de El Higuerón.

Si los hotelitos tienen carteles de propiedad privada, en El Higuerón son algunos escuálidos perros más chillones que agresivos los que indican que hay que entrar con cuidado a la zona. Hay que caminar entre fango, charcos de aguas fétidas y tablones de madera que sirven para brincar de una casa a otra evitando males mayores.

Saigón es ya denominado como sector rojo en Bocas y ahora los habitantes de El Higuerón temen que los saquen de sus precarias residencias de hacerse el proyecto de marina de lujo que se está tratando de impulsar en el Istmito. Es la historia del contraste en uno de los puntos más turísticos de Panamá.

El Higuerón no es el único lugar que no coincide con la imagen proyectada por Bocas. La tierra se ha encarecido en los últimos cinco años y los locales ya no pueden pensar en vivir en las calles “nobles” de la isla. Así les ocurrió a cientos de isleños que han ido llegando a La Solución, un barrio precarista a solo cinco minutos del aeropuerto internacional donde entre enero y octubre de 2008 pasaron algo más de 6 mil turistas. La Solución se concentra alrededor de la planta de tratamiento de aguas negras de Bocas y bajo las casas -construidas en equilibrio imposible y cosidas con madera reciclada, trozos de zinc y cartones- lo que fluye tampoco se podría describir de otra manera. “Llevamos acá cinco años y de aquí no nos movemos… ¿a dónde ir?”.

El alcalde del distrito de Bocas del Toro, Eligio Bins, confirma la sentencia del morador precarista. “Eso va a seguir, no hay ninguna solución para ellos”. Bins, que fue conocido por la opinión pública por el llamado desesperado que hizo hace tres años para evitar el caos en el archipiélago turístico, suena ahora más frustrado que nunca: “El futuro es terrible. El Gobierno nacional desaprovechó una oportunidad histórica de ordenar este caos. Bocas está peor que nunca. Nuestras infraestructuras son de mentira, nadie está mirando el problema social, el desempleo juvenil tan grave, las instituciones no funcionan…”. A pocos meses de salir de la administración local, Bins ve una mano negra en el hecho de que el Plan de Ordenamiento Territorial no esté terminado (en teoría debe estar el borrador a finales de marzo) y critica con dureza a Rubén Blades, el ministro de Turismo: “Ni una vez nos hemos reunido formalmente. Realmente, no ha sido una ayuda para el desarrollo del país”.

En la isla, algunos de los ciudadanos más activos en la defensa de lo poco que queda consideran que el alcalde no terminó su mandato tan combativo como lo comenzó. Uno de ellos es Feliciano Santos, un líder ngöbe que trata de ayudar a su comunidad, sometida a desalojos arbitrarios y un arrinconamiento a espaldas del paraíso. “Aquí aparecen títulos de propiedad fantasmas, los inversionistas hacen lo que quieren… Es un desastre ecológico, cultural… y la ciudadanía está desprotegida porque la seguridad jurídica no es para nosotros”.

La ciudadanía del distrito, según el mapa de pobreza publicado por el Ministerio de Economía y Finanzas en 2005 vive en el lugar más desigual de Panamá (con 0.591 en el coeficiente Gini) y mientras el 69% se puede considerar pobres, el 53% del total cae en la categoría de pobreza extrema.

Que el modelo Bocas no funciona es evidente apenas se sale de las calles principales o se camina en Carenero o en Bastimentos más allá de las casitas de postal que salpican la costa. El propio administrador regional de la Autoridad del Ambiente de la provincia, Valentín Pineda, con la boca pequeña reconoce que “la capacidad de carga del archipiélago está superada”.

Él, como la mayoría de los que se muestran preocupados, estaba a favor de una moratoria en la aprobación de los proyectos que desde ciudad de Panamá nunca fue apoyada. “Con la basura ya no podemos, las aguas negras van al mar, en el archipiélago no hay agua [el 53% de la población no tiene acceso a agua potable y para los que tienen, el servicio solo llega dos horas al día]… y aun así se están aprobando proyectos como Casi Cielo en Bocas del Drago o la Marina en el Istmito de Saigón. Nosotros, desde acá, no estamos de acuerdo”.

El rejuego de los proyectos y, por tanto, de la tierra está descontrolado y la especulación está haciendo un daño incalculable. Así lo considera también Alfredo López, coordinador de fortalecimiento institucional del Plan de Desarrollo Sostenible de Bocas. “Es mucho desorden y ha pagado la gente de la isla”. “Todo depende hacia dónde mire. El paraíso solo está en esta calle”, concluye un lugareño que apura un café en uno de los pocos restaurantes criollos que aún quedan abiertos en el centro de Isla Colón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bocas fue siempre un lugar paradisíaco, pero abandonado.
Hoy, que se ocupan de él, sigue
igual, paradisíaco, explotado y
abandonado.
No es algo incoherente?
Un abrazo,
Baby