17/3/09

El Malcontento de hoy 17 de marzo

EL MALCONTENTO

Mi crisis ergonómica

Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Soy perverso. Cuando empezó este terremoto financiero internacional yo soñaba con que fuera un tsunami devastador, que dejara en cueros, en evidencia este sistema de locos en el que todo y todos parecemos tener precio y en el que el progreso o el éxito en la vida se cuantifica en cosas y plata. Ya ven… mi poder profético es bastante limitado. La crisis, que va a dejar muchos damnificados (y no hablo de los multimillonarios que están perdiendo unos millones, sino de los millones de desempleados y de deudores normalitos quebrados), va a durar todavía y por supuesto que afecta o afectará a Panamá (a pesar de lo que nuestros dirigentes insisten en decir). Pero no es el Nostradamus, no se acerca el fin del mundo o, al menos, no parece estar por venir el fin de este mundo.

En mi caso, vivo instalado en una crisis ergonómica, que no económica, por la incomodidad que me produce este mundo cosido de injusticias donde la mentira tiene forma de valla electoral, de anuncio de champú o de tarjeta de crédito. Es casi imposible cambiarlo de manera individual, especialmente cuando la ceguera es una enfermedad tan común e invisible.

Miren sí no. Una lectora me escribió muy indignada tras leer uno de estos estériles artículos pensando que mis comentarios sobre el alto precio de la canasta básica iban dirigidos contra el Super 99 (pobre confusión política la de la señora) y me comentaba, aleccionadora ella, que con sus propios ojos ella ha presenciado cómo hordas de pobres se gastan la quincena en Albrook Mall comprando panties y tonterías varias, en lugar de comer (que es lo único a lo que deben aspirar los pobres, le faltó decirme; nada de ocio, nada de estética, nada excepto arroz con porotos para los pobres). Tardé unos segundos en despertar de la pesadilla orgiástica consumista que me describía esta buena ciudadana (es verdad: los locos son mayoría) y darme cuenta de la ceguera de la que sufre: ni el mundo es un centro comercial ni los que van allá son pobres. Claro, para ella, probablemente, son pobres todos los que no tienen la piel blanca, el cuerpo perfecto y no visten de Ralph Laurent. Como no sentirse incómodo.

También me escandalizo las pocas veces que, de manera torpe e irresponsable, visito uno de estos centros comerciales. No porque me parezca mal que la clase media baja gaste como lo hace la clase media alta (aunque en proporción, claro está), sino porque veo el resultado de la publicidad engañosa que nos convierte en ejército de consumidores de cosas innecesarias.

La crisis ergonómica también me asola cuando veo las decenas de ofertas de trabajo que se publican en los clasificados de este periódico y observo cómo los “generadores de empleo” (grandes salvadores de la patria: ¡oh, sacrosanto empleador!) buscan recepcionista de hotel, que sea bilingüe, aguante trabajar bajo presión y además haga piruetas en el mostrador por 450 dólares mensuales; sin embargo, es mucho más rentable ser chica de compañía por mil 500 dólares semanales (y no hay que hablar tantos idiomas) … ¿algo no me cuadra?

Este mundo está mal organizado y en la escala del desorden los países calificados como “en desarrollo” se llevan la peor parte: cero garantías para los derechos ciudadanos y la misma competencia leonina en el parqué mercantil.

Ante todo esto, nuestros candidatos presidenciales no tienen ninguna propuesta inteligente (ir en quimérico Metro con la mano bien dura y cargada de justicia debe relajar, pero no soluciona nada), las instituciones bondadosas internacionales (la ONU, por ejemplo) no se plantean por qué después de haber gastado cientos de millones de dólares en el desarrollo de nuestro país, la brecha de la desigualdad parece el Cañón del Colorado, y las instituciones nada bondadosas internacionales (BID, Banco Mundial, etc…) siguen prestándonos plata para que le paguemos a sus consultores y quedemos con la deuda…

¿Ya entienden el porqué de tanta incomodidad? Creo que se alborotó de manera abrupta el dolor de espalda asociado a esta crisis ergonómica cuando un taxista me aseguró que votará por Martinelli porque en los 100 primeros días de gobierno va a poner en marcha el Metro. Los analgésicos no sirvieron de nada cuando en otro vehículo público me enteré que el conductor votaría por Balbina “porque ella sí sabe lo que es ser pobre”. Con esta calidad de argumentos y ante la triste continuidad de este mundo, creo que el 3 de mayo me iré a Albrook Mall a gastar la quincena como poseso (quizá esa es la medicina que se aplica la mayoría de futuros desempleados).

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