18/6/08

La dignidad de Macario


Yo sé que usted está cómodamente sentada o sentado en la silla de la mañana revisando el diario sin muchas ganas de viajes paralelos a lugares incómodos. Yo también. Pero déjeme llevarla o llevarlo unos minutos hacia una de esas realidades que discurren al tiempo de su vida, de la mía también. Habrá oído hablar de Jaqué. Normalmente, en relación con desastres, desplazados, muertes o pánico a la invasión de la horda guerrillera vecina. Nada bueno habrá escuchado usted de este poblado caliente y húmedo como el infierno, olvidado del Estado (excepto para mandar policías) y del resto de la sociedad panameña (como puede pasarle a Sambú, Puerto Obaldía y decenas de localidades de la periferia de la periferia del país).
En Jaqué, justo en el centro de la ¿calle principal?, está el Kiosco Donde Estoy. Desde la primera vez que pisé este pueblo, el kiosco me llamó la atención: carteles animando al uso del condón, pidiendo respeto para la cultura de los indígenas de la zona, solicitando la unidad de la comunidad para lograr el desarrollo de Jaqué…
No era un proyecto de alguna ONG nórdica despistada, ni, por supuesto, la iniciativa de un legislador grafitero. El dueño de ese negocio donde usted puede conseguir desde una galleta de coco hasta una bicicleta, desde una libra de cebollas hasta un trabajo de plomería, es Macario Morales Pino. Lo definiría como la ‘sonrisa de Jaqué'. Su optimismo y su energía son contagiosos, siempre dispuesto, siempre educado.
Macario acaba de protagonizar uno de esos episodios que jamás se conocerán acá en la capital, pero de los que hacen que uno vuelva a creer en la fuerza de nuestra sociedad civil frente a los politiqueros clientelistas que se riegan por nuestra geografía como una plaga de insectos casi imposible de eliminar.
La historia es la siguiente. Visitaban Jaqué hace unos días el alcalde de la localidad, Benigno Ibarguen, y el representante Francisco Moreno. La llegada de estos personajes no deja de ser exótica ya que Jaqué depende de La Palma y la presencia de lo público en estas tierras se limita a carteles de instituciones inoperantes que pagan unas 120 botellas que alimentan la microeconomía local con la misma desidia con la que acogen sus responsabilidades como funcionarios.
Macario, que importó “de la ciudad lo que es manifestarse”, colgó en el lateral de su kiosco un cartel que rezaba: “De nuevo los políticos. Oh Dios, mete tus manos para que Darién no vuelva a tener gobernantes plomos como los 3 actuales (Diputado, Alcalde, Representante de Jaqué): fueron un fraude para todo Darién. Macario M. PE 9-21-98”. Además, Macario puso junto a la única cabina telefónica que funciona una nota dirigida al representante Moreno en la que le recordaba su inoperancia y le recordaba “Señor representente, las críticas y los aplausos se ganan, pero lastimosamente usted se ha hecho acreedor a las críticas solamente. Nota: todavía usted puede cambiar nuestra forma de pensar trayendo logros a favor de nuestros pueblos, lo esperamos con tres manos”.
El revuelo en el pueblo era evidente y el alcalde, al pasar frente al kiosco pudo leer el cartelón pintado en blanco sobre una gran bolsa de basura desplegada. Ni corto ni perezoso Benigno Ibarguen se fue a hablar con Macario y lo amenazó con llevárselo detenido a La Palma si no retiraba el cartel de protesta.
“Confieso que me dio miedo, que pensé que no podía dejar abandonado mi negocio y que… bueno, la protesta ya la había visto, porque yo lo que quería es que despertaran en el poco tiempo que les queda de periodo porque acá no hacen nada”.
El atentado contra la libertad de expresión de Macario tuvo el efecto contrario al esperado por el alcalde. Un grupo de vecinos mostró inmediatamente su solidaridad con el comerciante, puso notas en los tableros recordando a Ibarguen que ya no existen leyes mordaza y animó a Macario a seguir con su lucha.
El siguiente paso de este héroe sin focos que lo muestren fue echar mano de la ironía y empapelar el pueblo con el siguiente mensaje dirigido a los tres políticos: “El señor Macario Moreno les pide disculpas por las molestias causadas por mi letrero y perdonen mi ceguera por no ver todas las cosas que tiene el pueblo de Jaqué: el centro de salud lleno de medicamentos y de comodidades; la casa comunal, una maravilla; la escuela, bien cercada y con portón eléctrico; las calles totalmente terminadas; la casa comunal de Biroquerá, una maravilla; un gran depósito de la junta comunal donde reposan los materiales del pueblo; a la corregiduría no le falta nada; las cosas que están pero que por estar ciego, yo no veo; por favor, regálenme unos lentes para ver estas cosas que Jaqué tiene”.
Al final del paseo, cada uno en su sitio. La dignidad de Macario ha quedado afianzada y la vergüenza de los políticos confirmada. Y, un pequeño fallo de cálculo del alcalde:
por muy abandonado que esté Jaqué por el Estado, esa comunidad todavía recibe visitas de personas que, como yo, estamos dispuestos a seguir insistiendo a la ciega Panamá en que estas gentes existen y merecen ser respetadas.
[Poco le queda añadir a C. cuando la realidad ya es revolucionaria. Pero Gioconda Belli puede poner el epílogo a esta historia: “Ahora vamos envueltos en consignas hermosas,/desafiando pobrezas,/esgrimiendo voluntades contra malos augurios”.]

2 comentarios:

El Librero dijo...

Que indignidad no tener la dignidad de Macario.

Que bueno poder ver tus imagenes. Se ve perfecto el afiche de la dignidad

OKA dijo...

Gracias mil por recordarnos que esta es la realidad! y gracias a Macario por ser el superheroe de la vida cotidiana más dificil y valiente que ser heroe de otras maneras.