28/7/08

La brecha


Hay una profunda brecha que nos ubica en montoncitos diferentes. Nacemos en un lugar, aunque no es el lugar lo más importante. Son los olores, los sabores, las enseñanzas, los prejuicios y las castraciones, las músicas, las mentiras, las poquitas verdades, el adocenamiento, la tontería. Somos eso y viajar no modifica la esencia, solo cambia el paisaje. Cargamos con nosotros el canasto de las mentiras y las medio verdades y vivimos sin pensar casi nunca en los mundos paralelos que subsisten en los miles de ángulos de esta brecha informe.
Sin embargo, hay instantes en que cruzamos al otro lado, ajeno, misterioso, lleno de símbolos que nos cuesta distinguir, con olores fuertes y palabras entreveladas, con noches de luna compartida y anhelos en contravía. Pasamos y dormimos. Estiramos los pies para que la espalda no duela tanto, para que cargar con los dos morrales no sea tan pesado. Y ahí, asoma la tentación de elegir morral, de vivir en el otro para ser más uno.
Tampoco es verdad, lo sé, pero parece más real. El dolor es profundamente real, pero la alegría también. Un vareto no logra sacarme de este mal sueño, pero sí me ayuda a ver lo bueno de haber vivido en varios mundos paralelos. Despojarme del mío sería una estupidez, renunciar a los otros un suicidio. Me siento tan privilegiado, tanto. Tan afortunado de ir perdiendo la ceguera, tan feliz de sentir el dolor ajeno y permitírmelo.
La brecha ha sido horadada a punta de injusticia, los viajes deben emprenderse pues a punta de utopía y de humanidad.

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