1/1/10

Pues ya.

Ya. La resaca de la celebración sin causa huele a pasto podrido a rescoldo humedecido. En el lado amable del planeta, del barrio, de la casa, hubo abrazos y felicitaciones inflamadas de frases hechas y de rituales fallidos año tras año. Comenzó de nuevo y lo hizo con el mismo olvido primigenio. ¿Hay alguna razón para el optimismo? Bajo una luna insultante busqué afanosamente y me llevé las manos vacías a los bolsillos vacíos. Sé que hay que luchar contra la tendencia a ver todo turbio, sin salidas, pero lo cierto es que no damos muchas facilidades. Pensaba yo, atribulado, en los cientos de millones de periféricos, de ausentes en la fiesta, de almas que vagan en la inmobilidad de su no futuro. Trataba de ponerle rostro y tuve la mala suerte de hacerlo. No hay buenos desesos para este año que ya ha comenzado en el mundo occidental cristiano, tampoc hay esperanza porque la esperanza solo es una apuesta en un casino donde las máquinas están amañadas.
Así las cosas, solo queda seguir pedaleando, abrir los ojos por molesta que sea la luz, no participar en el festín de Babet, no creerse las palabras del poder (secuestradas a la buena gente), no tragar entero, no tragar. Quizá algunas alegrías, las de saber que hay alternativas y que la historia se alterna, las de conocer a los resistentes, las de celebrar las pequeñas victorias como si fueran grandes revueltas, seguir vivos, amar. Es bastante. Que este año no tengas tantas aristas como el anterior.

2 comentarios:

Araceli Esteves dijo...

Gracias por esos deseos, por seguir ahí día tras día. Ayer leía a alguien que sugería que "la rebeldía es ahora el optimismo". Eso requiere demasiada rebeldía tal vez, rebelarse del propio pesimismo es dificil. Veremos.
Un abrazo.

BB dijo...

Mi querido amigo: También yo recibí
el año con tristeza, porque me parece, que pocas cosas hay para alegrarse, hoy día. Pero, no me
dejaré llevar por el pesimismo.
Eso, no.
Un beso
Baby