14/8/13

Defensa territorial

Evacuamos las horas y las tareas y gozamos como suicidas los segundos y los silencios. Es lo que viaja en nuestras miradas… esa leve sensación de aislamiento de la locura colectiva, ese cotidiano silbido de estas balas de nube cargadas de amor que riegan sus esquirlas en tu sonrisa y en mi calma. Es probable que no seamos especiales, pero sí es seguro que somos únicos. Tú, en tu necesidad vital de congelar el desgaste; yo, en mi estúpida afición a las piedras que ruedan cuesta abajo. Únicos en la forma de rozar (nos), de mirar (nos), de tejer lazos invisibles para el resto de los insomnes.

El día se queda corto cuando es para nosotros y, sin embargo, congela las agujas cuando sabe que no podemos sentarnos para permitir que tu rostro descanse en mi pecho, cuando caminamos para que mi mano se refugie en el molde a medida de tu cadera. Los segundos y los silencios. Las conversas y el infinito. Ese es nuestro territorio. Ese es el que defenderemos.

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