La mirada estrábica de Washington
Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com
José Miguel Insulza, antes de ser secretario general de la OEA, escribió un prolijo artículo en el que criticaba la política de George W. Bush respecto a Latinoamérica por ciega y errática, aunque se felicitaba por el ausentismo del gigante del Norte porque gracias a esa actitud en nuestra región se podían hacer experimentos políticos y económicos sin la molesta presencia de ese papá absorbente.
Así fue. Para la administración Bush, Latinoamérica y el Caribe se redujeron a Colombia y algunas visitas de rigor de funcionarios medios que de vez en cuando revisaban cuánto había crecido la maleza en su otrora “patio trasero”.
Ni siquiera las esforzadas provocaciones de Hugo Chávez lograron mover la maquinaria gendarme de Estados Unidos. Ninguna invasión de rigor en esos años, poca presencia de unos aparatos de “inteligencia” volcados en las desastrosas operaciones de Irak o Afganistán y una lista de tratados de libre comercio aparcados o congelados a los que les agarró la crisis de los especuladores para terminar de fosilizarlos.
Y llegó el Niño Dios… o Barak Obama, la suma de todas las esperanzas, el rescoldo de fe en un emperador capaz de poner las cosas en su sitio con elegancia y justicia. Y Obama va de fracaso en fracaso, incluido el latinoamericano. Sus guiños estrábicos han repetido algunos de los errores de Bush y han profundizado en el concepto imperialista que parece genéticamente instalado en los estadounidenses.
Primero, Obama mostró un amor inusitado por Lula y por Brasil, poniéndolo como ejemplo hasta que, ahora, cercanas las elecciones presidenciales en el coloso brasileño y visto que el presidente de ese país va por su cuenta y tiene su propio proyecto imperial, Washington ya no le presta mucha atención. También es cierto que el presidente de la esperanza, el premio Nobel hipotético, el hombre de la palabra hermosa y la acción restringida, ha dedicado la mayor parte de su tiempo a lidiar con la economía con pies de barro de EU, el avispero afgano o la pérdida de fuelle político de sus propuestas insignia (como la reforma del sistema de salud).
Después, Washington profundizó en el enfoque militarista y coercitivo de sus relaciones con Latinoamérica con las polémicas bases militares conjuntas en Colombia (tema que parece olvidado ya por la opinión pública) y el entrenamiento para las minibasecitas que Panamá improvisa en islas prestadas imitando al hermano mayor bogotano.
Por último, ha realizado dos nefastas gestiones en las dos mayores crisis acontecidas en el hemisferio desde que subió al poder: en Honduras, balbuceando palabras sobre democracia mientras apoyaba a los golpistas, y en Haití, respondiendo a una crisis humanitaria con los rambos de rigor que parecen imprescindibles en toda intervención gringa.
Bueno, y con el tono de siempre de papá tutelar que aunque deje al hijo un margen siempre recoge la soga para recordarle quién tiene el control. ¿No fue eso lo que hizo el viernes el senador Christopher Dodd en Panamá? El presidente del subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental, Cuerpos de Paz y Asuntos de Narcóticos (curiosa ubicación de Cuerpos de Paz para venderse como una especie de ONG estatal sin matices políticos) dejó claro al canciller Varela que no le gusta ni que se revisen las concesiones que el Estado ha dado a los inversionistas gringos (AES debe estar haciendo bien su trabajo de cabildeo) ni que Ejecutivo y Órgano Judicial se confundan en el totum revolutum de la política criolla.
Si no nos portamos bien, será imposible para EU firmar el TPC con Panamá. Pobrecitos. Por supuesto que Dodd no puso como condiciones el respeto de los derechos laborales ni la reducción de la brecha de la desigualdad ni cuestionó la creación del Ministerio de Seguridad ni se refirió a la situación de Darién ni nada por el estilo.
El mantra de la seguridad jurídica ha sido una de las armas diplomáticas mejor gestionadas por Washington en los países pobres que tratan de relacionarse con él; el de la democracia, es la cantaleta para consumo interno en Estados Unidos: un país con la democracia controlada por las corporaciones, la política dominada por la economía, pero donde cada decisión nefasta se vende a punta de dos palabras, democracia y libertad.
¿Será que Panamá es libre de ir a Washington y pedirle a Obama que respete la seguridad jurídica de los ciudadanos panameños a los que atropellan grandes inversionistas estadounidenses como AES o pequeños como los de hotelitos y negocios varios? No creo, no tenemos nada con lo que amenazar.
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