28/3/20

Sueño erótico

He tenido un sueño erótico colectivo. La gente, sin amenaza alguna, ha decidido vaciar los centros comerciales y ha salido corriendo hacia casa para encontrarse con los suyos o con su propia sombra, esa que suele quedar atrás en la carrera incesante de la vida occidental. Cada cual ha parqueado su carro y ha tirado la llave al contenedor de basura más próximo. Los desplazamientos se hacen caminando y sólo tienen dos funciones: observar nubes y páramos, silencios y bandadas de pájaros, y cuidar de las otras personas, de las más vulnerables. En mi sueño, la gen te, tras acumular alimentos no perecederos y gominolas de arroz, carga sus bolsas y se acerca a los que nada poseen para entregarles el contenido y volver a casa con la bolsa cargada de abrazos.
He tenido un sueño erótico colectivo. Mis vecinos se han presentado y, después de años compartiendo edificio sin saber si quiera nuestro nombre, ahora hemos desgranado en el salón la estirpe de cada cuál y los anhelos no confesados. Los bares y los comercios del barrio se han puesto de acuerdo para juntar todo aquello que ya no pueden vender y regalarlo sin esperar nada a cambio. En mi sueño, los centros de internamiento han abierto sus puerta y en sus canchas antes tristes, ahora se celebran conciertos y recitales sin necesidad de artistas famosos ni de infraestructuras imposibles.
He tenido un sueño erótico tan autodeterminado como son todos los sueños y en él los pueblos, sin amenaza alguna de por medio, han renunciado a banderas y pasaportes y se han lanzado a construir muchos mundos nuevos, cada cuál del tamaño necesario, cada quién buscando las alianzas que le hacen sentir más cómodo. En mi sueño, los internos del centro de personas con otras capacidades intelectuales diferentes a las mías nos reciben para contarnos su forma de ver el mundo, el amor o la economía. Algunos jóvenes se han organizado para reciclar el plástico y los minerales sobrantes de los cientos de artilugios tecnológicos que hemos decidido no volver a utilizar y algunas personas mayores andan compartiendo su sabiduría sin contención.
Me he despertado y he mirado por la ventana. Llueve y la calle está vacía. No circulan carros y en la mayoría de ventanas se ve luz y las siluetas familiares me han hecho confundir por un instante el sueño con la vigilia. He encendido la radio y las noticias hablan del Estado de Alerta y de múltiples amenazas que tienen a la población en pánico y a las enfermeras y médicas doblando turnos. Mi consuelo es que los sueños, a veces, son premonitorios.

No hay comentarios: