Hoy el sol no salió por casualidad, sino para que tu piel
pudiera sacudirse de la noche. Hoy la arena no estaba mojada por la lluvia que
nos sorprendió en silencio, sino para empujarte hacia la breve duna caliente en
la que nos hemos refugiado. Hoy no te he querido más, pero te he podido
disfrutar de forma minuciosa dejando los pies colgando de ese dique gris que hace
de camino de salitre para pescadores.
Puntualizaré un par de cosas más. Adoro con similar alborozo
tu sonrisa perezosa de la mañana tanto como el gesto torcido de libertad al
salir del trabajo. Adoro con tanta intensidad tu alma como tu cerebro, el lunar
que se aloja en el paraguas que protege tu pecho como el olor de tu piel cuando
se gira sobre las sábanas en las que depositamos nuestras esperanzas.
Hoy dormiré tranquilo por saberte a mi lado. Aunque puntualizaré
este extremo: sólo podré corroborar este hecho cuando al abrir los párpados
en la mañana y girarme hacia la izquierda escuche tu respiración y reconozca en
ella el dichoso latir de mi corazón.
1 comentario:
Hacia tiempo que no entaba por aquí y hoy lo hago para asombrarme, para quedar hipnotizada con tu palabra, mi querido Paco.
Te abrazo.
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