9/2/09

Lo de adentro


















Me había prometido darle un respiro a El Malcontento. La ruta, el viaje, el tiempo, las conexiones, no reman a favor de este blog, pero hoy que le he robado unas horas a la noche y a un buen enganche a internet no pude resistirme.

Hay algo de esta ruta que me descoloca. Todo es tan normal, todo es tan habitual. No sé de qué me sorprendo. Los años que llevo en Latinoamérica me han enseñado que la exclusión no es una escepción. La bondad, tampoco. Ahora me pregunto por qué he tardado tanto en conocer a fondo Panamá. Viajamos tan mal habitualmente. Parar en el camino, compartir un café de olla, dedicar tiempo a escuchar, a dejar que el viento mueva el reloj sin que nosotros lo empujemos... lo hacemos tan poco.
Llevo pocos días de viaje y ya siento que he aprendido más de lo panameño que en cuatro años y medio de residir en el país. Hay corazón y hay desazón, hay gentes dignas que dan la pelea en cada recodo de la injusticia y gentes que han perdido el hilo que los conectaba con su ser. Acabo de hablar con Yaritza, una lideresa comunitaria de Dolega y todavía sus palabras me conmueven... "Cansa tanto esta lucha... pero es tan bello saber que en cada esquina del país hay otros como uno". En su caso, la pelea es para evitar que las hidroeléctricas supulten su forma de vida, desvíen los ríos, acaben con el patrimonio natural y cultural de los pueblos.
Escuchar, escuchar, escuchar hasta que la cabeza estalle. Hoy la tengo así, repleta de rostros y de voces, de saludos de tanteo y despedidas de hermanamiento.
Es un gran pueblo este, probablemente como todos. Pero yo no lo conocía bien. Viajar, si tiene algún sentido, es cuando se viaja hacia el ser humano. Los paisajes, sin nosotros, las mujeres y hombres que los poblamos, solo son postales ajadas sin más poesía que la de un triste copy publicitario.

6 comentarios:

Araceli Esteves dijo...

Paco, lo creas o no, muchos viajamos contigo tanto como nos permite este medio tan frío. Ojalá pudiera hacer ese viaje fisicamente también, compartiendo codo a codo contigo y con ellos ese café de olla y ecuchando y mirando con los ojos y los oídos abiertos como platos. No hay nada como viajar para abrir la mente y el corazón.
Un abrazo, amigo.

Marta Sanuy dijo...

Como dice el pasado que me espera gracias por dejarnos acompañarte.

A veces me mata la nostalgia de los zancudos y del café de ocra, y de los baches y del barro y de la gente, claro, de la gente que sigue viva del todo.

Contigo por aquí cerca la aguanto mejor.

Paco dijo...

Claro que te creo, claro que sí. Es uno de los motores del viaje, no lo dudes tú Araceli.
Un besote

Martica, estos son tus zancudos también, te los cuido...

Anónimo dijo...

Escuchar y aprender trae los más bonitos dolores de cabeza imaginables, en todos los sentidos.

Un beso.

Anónimo dijo...

Me alegro de que al fin, hayas
conocido un poquito más a mi
tierra. Ella siempre abre los
brazos, confía y entrega.
Te he estado colgando comentarios
todos los días. No los has visto?
Un beso

veronica dijo...

Hace tiempo que no andaba por aquí, pero siempre es un gusto leer tu blog. Yo tengo unas fotos de algunos viajes, que al final como tu dices estan vacías, sin gente, solo con egocentrico testimonio de "estuve allí" pero no vi nada. Que sigas tu viaje con mas "eurekas" ´de esos que te esta regalando la vida. Que tengas un lindo tiempo.